border_color Por Margarita Cervio

Relatos de General Pico: ¿Todo tiempo pasado fue mejor? La infancia a través del tiempo…

Relatos de General Pico: ¿Todo tiempo pasado fue mejor? La infancia a través del tiempo…
15 Agosto, 2021 a las 10:00 hs.

Nuestra columna de hoy es una invitación a recordar, a compartir tus recuerdos o percepción de la infancia de ayer y de hoy, sin comparaciones, ya que ni el contexto, ni la tecnología de una generación y la otra son comparables. Mi visión, adelantando el tema, es que no fue un tiempo tan malo, ni tan bueno, fue “DISTINTO” y único para cada ser humano.

Tuve la suerte de criarme en una casa amorosa hace más de 40 años. Mis padres me cuidaban, me llevaban a la escuela, en tanto mis vecinos, los famosos y queridos Cocoliches, ya trabajaban.

Más tarde fueron mis hermanos de crianza, con quienes compartimos cumpleaños, penas y alegrías. Eran sólo un poco más grandes que yo, y vivían en la casa más limpia que jamás haya visto.

Todos contribuían en la limpieza, inclusive del patio. A nadie le llamaba la atención, menos a mí en aquella época. Era normal verlos lustrando zapatos en el centro con su cajita de madera.

Y ellos, lejos de sentir resentimiento o de quejarse, fueron hijos cuidadosos y atentos con su madre hasta el último de sus días, llenándola de mimos y cuidados. Nadie cuestionaba esa situación, los niños trabajaban, con frío y sin escuela que los esperara. Las fotos que acompañan el relato son de la colección de Joaquín Rodríguez y se encuentran en el archivo del Museo Regional Maracó.

Respecto al trato de los hijos, una idea muy extendida durante siglos y que tal vez vivieron o les contaron, es que el padre y la madre asumían distintos papeles: severidad y pocas expresiones afectivas por parte del padre, condescendencia y afecto por parte de la madre. Junto a estas ideas, persistió durante siglos la convicción de que la influencia prolongada de una madre “afectiva” y “besucona” era nociva para el desarrollo del niño. ¡Qué suerte que no me tocó esa época!. Pero aún hoy en muchas familias existe ese concepto.

La historia también nos cuenta el escaso valor social de las niñas en comparación con los niños. En algunos períodos de la antigüedad llegó a haber 20 niñas por cada 100 niños. El infanticidio no se consideró asesinato hasta el siglo IV, aunque se siguió practicando durante la Edad Media. “Si llegas a tener un hijo (¡toco madera para que así sea!), déjalo vivir; si es una niña, deshazte de ella” (Carta de un heleno a su mujer, año 1 antes de Cristo.).

No es tan drástico en la modernidad, pero cuántas grandes familias se crearon a la espera del ansiado varón. Cuántas decepciones cuando aún no existían las ecografías y el día del nacimiento en las clínicas piquenses se prendía la luz arriba de la puerta señalando que una niña había nacido.

La pobreza en grandes sectores de la población fomentó la práctica de incorporar al niño al trabajo desde los 5 años y muchas niñas de familias pobres fueron entregadas como sirvientas a los 6 años. El niño era en cierto modo “esclavo del adulto”. Los padres tenían la “propiedad” sobre él. Podían entregarlo, abandonarlo, venderlo. En el S. XII la Iglesia decreta que no se puede vender a un hijo después de los 7 años. En Rusia no se prohíbe legalmente hasta el S. XIX.
La vida me dio la suerte de ser la guía de turismo de muchísimos abuelos.

En el colectivo, transitando las rutas pampeanas hasta llegar a destino, cientos de historias con los temas anteriores he escuchado. Quizás la que más recuerdo fue la de una mujer de temple fuerte y alma herida contándome con total naturalidad, que “la regalaron a un campo”, ni siquiera a una persona y que con sólo 9 años le ponían un cajón para que se parara frente al fuentón de chapa al que debía retirar el hielo de la helada de la noche anterior para lavar las sábanas de sus patrones, con tabla de madera y jabón blanco.

Siempre recuerdo esta historia, porque al contarlo, ella lo revivía y yo miraba sus manos atrofiadas por la artrosis e imaginaba esas manitos doloridas a causa del frío, cumpliendo con su tarea. Recuerdo que le pregunté si no lloraba de dolor o si no se podía negar a hacerlo en las primeras horas del día, pensando que quizás a la siesta el frío era menos intenso. Y me decía que nadie cuestionaba nada. Había que hacerlo y que estaba agradecida porque tenía comida y un lugar donde dormir.

Hace unos años, tuve el honor de acompañar en su primer viaje turístico a una abuela que era la primera vez que salía de su pueblo para venir a visitarnos a General Pico. Más de 70 años, sin salir, con un universo tan chico o tan grande como su pueblo natal. Cuando le pregunté si no tenía curiosidad por ver qué había fuera de su pueblo, me contestó que estaba agradecida por la vida que le dieron, que era lo que le tocó, trabajar desde muy chiquita y que ahora podía disfrutar.

Anécdotas, vidas que nos llevan a replantearnos o cuestionarnos ciertas de cosas. No sólo las niñas pobres eran alejadas de sus familias, las de familias más acomodadas eran enviadas a escuelas religiosas como pupilas desde muy chiquitas para ser educadas y darles un futuro, encontrándose muy pocos días al año con su familia.
Hombres y mujeres fuertes, hoy de pieles arrugadas ven a la “generación de cristal”, sus nietos, con sentimientos encontrados.

Y siempre comparan y dicen..: ”cuánto se están perdiendo, cuántos carnavales disfrutados a baldes de agua con el vecino, cuántos libros sin leer, que fea letra tienen!. Pensando en las clases y en las lapiceras de tinta china, no saben ni en qué mes viven si ni siquiera hacen la carátula en la escuela. No saben agarrar la lapicera, todo el día con ese telefonito. Todo servido, nosotros hasta los juguetes nos teníamos que armar, con suerte nos regalaban uno, ese juguete estaba preparado para durar toda la vida y hoy son piezas de museo”.

¡Y el respeto! En este apartado me quedo con la foto de la abanderada que mira al presidente Dr. Arturo Illia en su vista a General Pico. Sin ideologías políticas, sin grietas, sólo respeto a la investidura a pesar de su corta edad.

Foto

Ni mejor ni peor: distintos. El concepto de la infancia y cómo se vive fue cambiando y seguirá cambiando a lo largo de la historia, en esta columna hemos destacado anteriormente varias historias de jóvenes y niños con grandes responsabilidades desde muy chicos.

Sin juicios ni prejuicios, mirar a nuestros niños crecer es un regalo que nos da la vida y si en ese crecer los podemos acompañar y guiar desde el lugar que nos toque, madre, tío, abuela, bis abuelo y hermanos, ¿qué más le podemos pedir a la vida? Feliz día a todos los que guardamos en un pedacito de nuestro ser recuerdos del niño/a que fuimos.

Contanos tu historia, que la unión de todas nuestras vidas, son el patrimonio inmaterial, de la ciudad en la que vivimos.

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