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A 39 años del hundimiento del A.R.A General Belgrano: “Nos estábamos hundiendo y estábamos cantando el himno, no se podía creer” narró el piquense Abel Novillo

A 39 años del hundimiento del A.R.A General Belgrano: “Nos estábamos hundiendo y estábamos cantando el himno, no se podía creer” narró el piquense Abel Novillo
3 Mayo, 2021 a las 12:05 hs.

En diálogo con “La Redacción” por INFOPICO RADIO 99.9 Abel Novillo, ex tripulante del ARA General Belgrano relató cómo fueron los minutos previos y posteriores a la explosión de los torpedos enemigos que provocaron el hundimiento del barco argentino así como la muerte de decenas de jóvenes.

En principio, Novillo señaló que luego de la guerra “cada uno volvió a su vida, a reencontrarse con un montón de situaciones que habíamos dejado y que habían cambiado, por supuesto, fue totalmente diferente a lo que nosotros habíamos dejado“.

“Las escuelas y los medios de comunicación nunca nos cerraron las puertas, siempre abrieron los micrófonos para que nosotros expresamos lo que queríamos, no hubo condiciones de nada. Cuando se empezó a malvinizar nunca nos dijeron qué teníamos que decir, simplemente el veterano tuvo la forma de expresarse en honor a los que no volvieron de la guerra“.

En cuanto a lo que fueron los momentos previos de la explosión y posterior hundimiento del A.R.A General Belgrano, Novillo relató:

“Eran las cuatro o cinco de la tarde, yo estaba en la proa, de guardia en la Torre 2 donde estaban los cañones que eran los más grandes que tenía el Crucero. Mi relevo era Juan Carlos Fernandez, de Mendoza, tenía que venir a las 15:45 y no llegaba, para cuando llegó eran las 15:55. Ahí explotó el torpedo”. 

“Yo tenía una radio y me acuerdo que jugaba Boca vs. Estudiantes. Quería escuchar el partido porque ese mismo día el comandante nos había formado y nos había dicho que estaba muy próximo a firmarse un tratado de paz. Entonces nos dijo que dejemos una guardia simple hasta volver a Ushuaia“.

“Nosotros estábamos muy tensionados, era un barco que tenía que entrar en combate en cualquier momento“. Por lo que explicó que si bien en ese momento estaban de guardia, luego de las palabras del comandante se generó un cierto relajamiento .

“En los momentos previos había mucho trabajo disciplinario con respecto a los conocimientos sobre el barco y sonaban las alarmas para que cubrieramos los puestos de combate. Pero el verdadero sacudón fue cuando se sintieron las explosiones de los torpedos“.

“Debido al trabajo que veníamos realizando y a que cada uno sabía a qué lugar tenía que ir, más o menos se pudimos ir llegando a los lugares correspondientes. No hubo una desesperación de atropellarse y tratar de agarrar lo primero que encontrabas. Cada cual buscaba su lugar que tenía destinado para tirar la balsa y tratar de salvarse, porque el barco inmediatamente se inclinó hacia uno de los lados”.

Según relata Novillo, uno de los dos torpedos entró en el medio del barco y afecto instantáneamente la sala de máquinas, haciendo que el crucero se detenga por completo. “Por eso mucha gente que se encontraba ahí no tuvo la oportunidad y murieron 323 personas, aunque algunos alcanzaron a salir“.

“En mi caso me lleve la balsa que me correspondía, tratamos de tirar la balsa al océano para que actúen los infladores automáticos. Al único de los pampeanos que vi en todo el trajín fue a Jorge Gaitán“.

“En el momento en que tiramos la balsa al agua no se abría y tratábamos de abrirla desde arriba del barco. En ese momento José Luis Gómez que estaba conmigo intenadolo me dijo ‘yo me voy de acá porque nos morimos’ y algunos minutos después me hacía señas a lo lejos indicandome que había conseguido una nueva”.

En esa situación y a segundos de subirse juntos a la nueva balsa que habían encontrado su compañero, Novillo cuenta que comenzaron a pensar en qué harían las 20 personas que esperaban que ellos abrieran la balsa que no funcionaba para poder subirse. Finalmente, cuenta que se quedaron en el lugar intentando abrir la balsa, tan así que decidieron tirarse al océano congelado para ver si lograban inflarla pero no lo lograron. Fue entonces que por su parte decidió nadar hasta otra balsa que estaba cerca y desde entonces nunca más volvió a ver a José Luis Gómez.

La temperatura del agua era de 10 grados bajo cero, hasta que el cuerpo se enfrió del todo era como estar nadando en agua con cubitos. Alrededor del barco estaba lleno de combustible, se nos estaba viniendo encima porque se hundia para el lado nuestro. La ventaja que teníamos con los que estaban del otro lado era que no teníamos viento, por ende tirabamos la balsa y podíamos subirnos directamente, pero el barco nos apretaba porque se hundía de nuestro lado. Nos apretó tanto que los fierros retorcidos nos pincharon la balsa y tuvimos que saltar otra vez al agua hasta encontrar nuevamente una balsa. En mi caso fue la tercera, en la que me salve“.

En cuanto a lo que eran esos momentos de desesperación, Novillo sostiene que “había tanta valentía, amor por la patria y ganas de salir con vida, de volver a subirnos a otro barco que no nos dábamos cuenta de lo que estábamos viviendo. Cuando yo me subo a la tercera balsa, estábamos todos arriba del techo, en una balsa de 20 y éramos 32″. 

“El barco se empezó a hundir y nos fue llevando para ese lado, queríamos remar pero no podíamos. Llegó un momento en donde nos llevaba y todos decidimos quedarnos arriba. El creyente rezo, el no creyente cerró los ojos pero ninguno se tiró. Nos estábamos hundiendo y estábamos cantando el himno, no se podía creer. Cerré los ojos y me toca uno y le dije ‘yo no me tiro, viva la patria’ y cuando abro los ojos vimos el crucero hundiéndose y no nos llevó, pasamos por arriba con la balsa. Ahí comenzó la historia de juntarnos con los demás. Nos unimos cinco o seis balsas y estuvimos prácticamente dos días a la deriva. Hay muchos que murieron congelados, hubo casos donde se encontraron balsas con cuerpos”.

Sobre el final, el ex tripulante del A.R.A General Belgrano aseguró que “es lindo contar la historia, es triste pero es la historia al fin“. Además, contó que nunca más supo de nadie, hasta hace dos años. “Me llamó un chico de Lago Puelo y me dijo que estaba en mi casa. Cuando le pregunté quién era me dijo que se llamaba Mario Ávila y que yo le había dado de comer en aquella balsa durante los dos días que estuvimos a la deriva. Habían pasado 36 años y vino a visitarme y agradecerme“, finalizó.

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