El piquense Julián Palacios se ganó la titularidad en San Lorenzo a puro juego, desequilibrio y voluntad

El piquense Julián Palacios se ganó la titularidad en San Lorenzo a puro juego, desequilibrio y voluntad
25 Marzo, 2021 a las 16:45 hs.

Fueron varias las veces que estuvo a punto de tirar la toalla. Muchas veces pensó que era imposible llegar, que el sacrificio, el doble turno, la lejanía de su familia no eran suficientes para poner sus pies en la Primera de San Lorenzo y mantenerse.

Tampoco fueron pocas las veces que escuchó que el “bueno” era su hermano, Matías, señalado como la joya de la cantera azulgrana que se fue a Suiza con apenas seis partidos en la máxima categoría. Julián Palacios pensó seriamente en irse en algunas ocasiones. Pero se quedó. Estuvo a un pasito de irse a préstamo a Talleres hace un mes. Pero se quedó. Corrió de atrás con Diego Dabove. Bajó a la Reserva. Pero se quedó. Y ahora, con juego, desequilibrio y, sobre todo, con mucha voluntad, se ganó un lugar en el equipo.

Talleres había acordado con San Lorenzo en febrero el pase a préstamo del pibe de 21 años, sin cargo y con una opción de 700 mil dólares por el 60 por ciento del pase. La salida de Matías al Basilea estaba fresquita y los hinchas del Ciclón demostraron su descontento en las redes. Desde Córdoba argumentaron que después de eso, los dirigentes azulgranas aumentaron los montos y la operación se cayó.

Palacios buscaba continuidad, algo que había perdido con la llegada de Mariano Soso. El inicio de la era Dabove tampoco le jugó a favor. No figuraba entre las primeras opciones para el DT, tanto que debió bajar a Reserva para sumar minutos. Allí marcó la diferencia. Hizo un gol ante Central Córdoba que le dedicó a Ángel Romero porque le había dicho que iba a convertir.

Ante la falta de respuestas de sus dirigidos en el campo, Dabove empezó a buscar con muchos cambios de un partido a otro. Quería compromiso, carácter en su equipo. Sorpresivamente, Julián reapareció como titular en el trascendental duelo ante la Universidad de Chile por la fase 2 de la Copa Libertadores. Se paró como volante izquierdo y cumplió en un encuentro muy complicado.

El técnico lo anotó para la revancha. Allí volvió a desempeñar un buen papel, con mayor protagonismo y llegada al área, algo que le resulta cómodo. Julián es un volante ofensivo acostumbrado a hacer muchos goles en Inferiores. La llave se cerró con éxito y desde allí Dabove le guarda un lugar en el equipo.

De hecho, lo preservó ante Aldosivi sentándolo en el banco junto con otros habituales titulares. Con el 0-1, entró en el complemento y le cambió la cara a San Lorenzo moviéndose por la banda derecha, donde se siente mejor. A puro encare, le trajo problemas a la defensa rival y fue clave para el empate provisorio trabando y ganando una pelota que luego metió al área para la definición de Franco Di Santo.

Sin dudas, estará desde el arranque este jueves en la cancha de Banfield cuando el Ciclón juegue contra Defensa y Justicia por los 16 avos de final de la Copa Argentina. El presente le hace muecas de alegría, pero para llegar a eso le costó mucho sudor y algunas lágrimas, como las que se le escapaban a los 10 años cuando le gritaban desde afuera que era un gordito acompañado de algún insulto.

No quería sufrir más y por eso decidió irse de General Pico, La Pampa, apenas le vino una oportunidad de probarse en la CAI. Más adelante, el fútbol lo llevó Vélez junto a su hermano, pero no quedó. En 2015 ambos encontraron cobijo en la pensión del club de Boedo y allí empezaron sus caminos de la mano, hasta que este año debieron separarse por primera vez.

Campeón en Sexta categoría y en la Reserva, Julián ve en Diego Monarriz a su padre futbolístico ya que fue quien le dio lugar, lo contuvo y también el que lo subió a Primera y lo hizo debutar el 23 de noviembre de 2019 ante Atlético Tucumán. Ahora acumula 18 partidos y un gol, el que le hizo a Vélez en su primera presentación como titular.

Todos miraban a Matías brillar con la camiseta de las selecciones juveniles. Y en la sombra, paciente, Julián seguía trabajando para demostrar algún día que no había un Palacios bueno y uno malo. A pesar de algunas jugadas traicioneras de la mente, entendió que el que abandona no tiene premio. Y que la recompensa tarda, pero al final llega.

Fuente: Clarín

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