Ya que estamos en plena época mundialista, las tarjetas amarillas y rojas no siempre estuvieron presentes y Argentina tuvo una gran participación en su imlpementación.
En el mundial celebrado en 1966, el anfitrión Inglaterra se enfrentó a Argentina en los cuartos de final en Wembley. En el minuto 35 y tras una falta contra Argentina, Rattin se enfadó airadamente. El problema fue que el jugador argentino estaba hablando en español, y el arbitro, de origen Aleman, no lo entendía. Las cosas se calentaron cada vez más, hubo gesticulaciones y voces más elevadas en varios idiomas. Finalmente, el árbitro alemán acabó expulsando a Rattin con un “off” en inglés.
Debido a la falta de comunicación por culpa de la barrera idiomática, el árbitro no supo comunicase con Rattin. Como consecuencia de ello, Rattin se quedó en el campo. El capitán argentino se negó a caminar, deteniendo el juego durante unos ocho minutos, una eternidad en el fútbol.
Kenneth Aston, quien presidía el Comité de Árbitros de la FIFA y estaba a cargo del arbitraje general del torneo, tuvo que usar toda su diplomacia y poderes de persuasión para calmar al capitán argentino Rattín después de que fuera expulsado.
Aston, como jefe de los árbitros, empezó a idear formas de evitar tales problemas en el futuro. “Mientras conducía por Kensington High Street, el semáforo se puso rojo. Y entonces pensé: ‘Amarillo, tómalo con calma, rojo, quieto, estás fuera”. Así nacieron las tarjetas rojas y amarillas.
Primero fueron utilizados en el mundial de 1970 celebrado en México y desde entonces se han convertido en un símbolo del fútbol.