Tragedia de los tres andinistas, entre ellos los dos pampeanos, que murieron en Chile:  El impactante relato del amigo que volvió antes y se salvó

Tragedia de los tres andinistas, entre ellos los dos pampeanos, que murieron en Chile:  El impactante relato del amigo que volvió antes y se salvó
17 Diciembre, 2023 a las 13:00 hs.

De los cinco expedicionarios de la tragedia del cerro Marmolejo (6.108 msnm), en el límite cordillerano entre Mendoza y Santiago de Chile, dos escaladores lograron salvar su vida porque decidieron retornar antes de que los sorprendiera la tormenta.

El último miércoles, en el Club de la Universidad Nacional de Cuyo, en la ciudad de Mendoza, fue el velatorio del guía Ignacio Lucero. Un día antes, en La Pampa, familiares y amigos habían despedido los restos del intendente de General San Martín, Raúl Espir, y del escribano Sergio Berardo,

Los dos escaladores que salvaron su vida, el empresario chileno Mauricio Montero y el argentino radicado en Chile Pablo Buchbinder, ayudaron en la búsqueda de sus amigos y trataron de reconstruir qué ocurrió.

Buchbinder fue quién alertó de la desaparición de sus amigos y quien participó de la búsqueda y el hallazgo de los cuerpos a 5.800 metros de altura. Su GPS estaba conectado con el del guía Lucero. Era quien más conocía los detalles de la expedición y el primero en recibir mensajes cuando decidieron separarse.

Aún shockeado por la tragedia, y después de un viaje de un día a Mendoza para despedir a su compañero de escalada, Buchbinder le contó a Clarín cómo fueron las últimas horas de ese trágico jueves 30 de noviembre, en el que tres de sus amigos murieron después de hacer cumbre cuando recién emprendían el descenso.

“Habíamos tomado todas las precauciones necesarias, era una montaña técnicamente simple pero con referencias de mal tiempo, por violentas ráfagas de viento”, describe.

Pablo Buchbinder tiene 61 años, nació en Mar del Plata, estudió Oceanografía y vivió su juventud en el barrio de Belgrano. Tiene tres hijos, dos varones y una mujer, a los que les inculcó la pasión por el montañismo. En 2006, después de su separación y una caída de 30 metros a una grieta del Famatina (La Rioja), se instaló en Santiago de Chile con su nueva esposa para realizar la rehabilitación. Se quedó a vivir del otro lado de la cordillera, donde tiene una empresa del rubro inmobiliario.

“Con Nacho (Lucero) tenía una relación de amistad desde hacía 35 años. La primera vez que escalamos juntos fue en el cerro Mercedario en San Juan, y desde entonces, hicimos muchas cumbres, Aconcagua, Alaska, Pakistán, hermanados por la montaña y siempre con un nuevo cerro por alcanzar”, asegura el escalador.

Al grupo se fueron sumando Espir, Berardo y Montero. Los cinco construyeron un vínculo fraterno. “Entre nosotros había mucha sinceridad, una amistad verdadera, no se puede ocultar nada cuando uno está arriba en la montaña”, describe el sobreviviente.

–¿Cuánto tiempo llevaban planeando la expedición al Marmolejo?

–Nacho, Sergio y Raúl, habían escalado en julio de 2022 en Bolivia el volcán Sajama, 6.542 msnm. Conmigo Nacho había escalado el Denali (en Alaska) y desde hacía un tiempo, deseaba unir esa montaña, que es la más alta cercana al Polo Norte, con la mayor cumbre más cercana al Polo Sur, que es el Marmolejo. Su plan era conseguir escalar las dos cumbres más altas en los extremos del planeta.

Un par de meses antes, creamos el grupo de WhatsApp y nos intercambiamos información de estudios médicos para demostrar que todos estábamos en buenas condiciones físicas, de la presión arterial y el corazón, como ergometría, electrocardiograma y análisis clínicos. Esa era una rutina que hacía Ignacio como guía, porque era muy cuidadoso.

–¿Qué información tenían sobre la dificultad de esa montaña?

–El Marmolejo está mal comunicado, aislado, el acceso es por caminos de quebradas y donde no hay señal. Es muy frío, y ventoso, pero tiene un glaciar y unas vistas impresionantes a la cordillera de Los Andes.

–¿Cuándo iniciaron el ascenso?

–Mauricio y yo solo teníamos cinco días disponibles porque teníamos compromisos de trabajo. Nos reunimos el jueves 23 de noviembre en un pueblo que se llama Baños Morales. Dormimos en el refugio de montaña de Claudio Pietro, que es miembro del grupo de rescate Socorro Andino, en la región del Cajón del Maipo, a dos horas en auto desde Santiago de Chile.

El viernes 24 de noviembre, nosotros cinco más Pietro, subimos el cerro Lo Valdez, de 4.000 metros, para aclimatarnos. Fue entretenido, pero vimos que había mucha más nieve que la prevista, y demoramos ocho horas en subir y bajar cuando en otras condiciones de la montaña puede llevar menos tiempo.

–¿Hasta entonces no había pronóstico de tormenta?

–No, ningún pronóstico hablaba de posible tormenta por los próximos cuatro días. Volvimos a dormir al refugio, nos levantamos en la mañana del sábado, preparamos los bolsos, las carpas y el resto del equipamiento y se los entregamos a un arriero que llegaría hasta el campo base 1, con dos mulas.

–¿Dónde pasaron la primera noche?

–En la tarde del sábado caminamos tres horas y armamos un campamento a 3.000 metros de altura. Había dos metros de nieve en la base, mucho más de la esperada. Eso impidió que las mulas llegaran hasta nosotros y el arriero tuvo que dejar las cargas más abajo, volvimos a buscar parte del equipamiento.

Fue el primer contratiempo, teníamos planeado intentar la cumbre el domingo pero recién llegamos al Campo 2, a 4.900 metros de altura, el lunes 27 de noviembre.

–¿Fue cuando ustedes dos deciden regresar?

–Sí, el lunes a la tarde. Nos sentamos a tomar mate y preparamos una comida especial de montaña, fideos tirabuzones con salda boloñesa y arroz teriyaki, que vienen preparados en envases especiales y solo hay que agregarle agua caliente. Mientras armábamos las dos carpas, empezamos a conversar si no era conveniente que Mauricio y yo retornáramos porque, en especial en su caso, tenía que cumplir con un compromiso de trabajo. Nacho insistía en acompañar a Mauricio hasta abajo y retornar para que yo pudiera seguir con ellos, pero le dije que prefería ir porque tenía un turno para un chequeo médico (en abril planeaba escalar el Everest) que no quería perder.

Oscureció a las 21. La temperatura exterior era de 6 grados bajo cero cuando nos quedamos dormimos.

A la mañana siguiente, el martes 28, nos despedimos con un fuerte abrazo. Con Mauricio caminamos cinco horas hasta llegar a donde habíamos dejado la camioneta. Esa misma tarde, regresamos a Santiago.

–¿Qué ocurrió después?

–El miércoles, pasado el mediodía, los tres habían llegado a 4.600, y cerca de las 19 horas, me llega un mensaje de Nacho donde me dice que estaban todos bien, armaron campamento a 4.900 metros. Y luego usó una sola expresión para describir cómo era el paisaje: “Bellooo”.

El jueves 30 de noviembre iban hacia la cumbre de 6.108 metros y volvían a dormir. El viernes bajaban y ese mismo día, emprendían el camino hacia Penitentes, la localidad cordillerana de Mendoza, para dormir y el sábado retornar a sus casas.

–¿Hicieron cumbre?

–Sí, eso pudimos reconstruir después con la geolocalización del GPS de Nacho. Llegaron a la cumbre a las 15.06 horas del jueves. Nacho no mandó mensaje desde la cima, porque posiblemente estaba muy frío y no se quería sacar los guantes para escribir. Pero aguardaba alguna comunicación cuando retornaran al campamento a 4.900 metros de altura y no ocurrió. Pensé que se habían quedado sin baterías, me costó dormir.

Al día siguiente llamé a Claudio Pietro, el propietario del refugio y me dijo que tampoco se habían comunicado con él. Decidimos esperar hasta el viernes a la tarde y como no hubo novedades, dimos el alerta para la búsqueda y el sábado viajé para empezar a buscarlos con un helicóptero privado que contratamos.

En la primera búsqueda participaron dos rescatistas y el piloto. Volamos dos horas y solo encontramos las carpas. Quedó todo intacto, la ropa, los utensilios de comida, como lo habían dejado en la mañana, pero ellos no estaban.

Teníamos que encontrarlos entre la carpa y la cumbre, pero necesitábamos ayuda.

Me fui a una comisaría e hice una denuncia por presunta desgracia, intervino el fiscal y el personal especializado del GOPE, de Carabineros de Chile. Como Raúl Espir era intendente de San Martín, y conocía a un diputado electo por el partido de Javier Milei, lograron llegar a la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien pidió colaboración al gobierno de Gabriel Boric a través de la red social X.

–¿Cuándo encontraron los cuerpos?

–El domingo hubo mucho viento, y aunque intentamos sobrevolar con helicópteros no pudimos llegar a la cumbre. El lunes volvimos a volar, y ahí estaban a 200 metros de la cumbre.

Vimos que Nacho había enviado un mensaje predeterminado, que ya estaba escrito, solo tenía que pulsar su reloj: “Estoy emprendiendo mi viaje”, decía. Fue enviado el jueves 30, a las 17 horas.

Ese mensaje tiene coordenada y los ubica a 200 metros mas debajo de la cumbre.

–¿Cómo cree que murieron?

–Tal vez el viento pasó de ráfagas de 30 a 100 km/h, con polvo blanco en suspensión, y una temperatura que alcanza menos de 30 grados. Ellos deben haber intentado resistir con el viento en contra con todo el cansancio del descenso de la cumbre. Descendieron 700 metros en dos horas, cuando en condiciones normales podrían haberlo hecho en 15 minutos. Había marcas que mostraban que reptaron esos pocos metros, y sufrieron hipotermia, se fueron quedando dormidos.

No hubo un accidente, ni llegaron a una hora indecente, porque como siempre decíamos, como máximo a las 16 había que pegar la vuelta y lo cumplieron.

Lo que ocurrió es inaudito. Por acá pasó el diablo. Tres amigos, con toda la felicidad de hacer una cumbre deseada, con proyectos para seguir uniendo montañas.

Estaban bien abrigados, con doble campera de pluma y triple calzado, para hacer una cumbre superior a los 6 mil metros. Pero tuvieron mala suerte, con un viento blanco que seguramente generó una nube que los envolvió, los enfrío y les provocó la baja presión y la hipotermia. Tal vez si hubieran hecho cumbre una hora antes, salvaban sus vidas.

Fuente: diario Clarín

Mendoza. Corresponsal- AS –

Fotos: Pablo Buchbinder

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