Pico en los 80: ¡Te espero en los jueguitos!

Pico en los 80: ¡Te espero en los jueguitos!
10 Diciembre, 2023 a las 09:00 hs.

¿Quién no fue a los fichines, los videojuegos o directamente los jueguitos? O por lo menos intentó hacerlo alguna vez.

En la década del ochenta esas salas, o salones, que fueron toda una moda y una sensación, eran lugar de reunión de los adolescentes. No solo era la manera de acceder a los videojuegos, sino también un espacio de sociabilización.
Es que en los ochenta no había mucho para hacer, si lo comparamos con la actualidad. Y sobre todo acceder a los videojuegos. Las consolas eran contadas y los gráficos muy rudimentarios y las computadoras, si había, eran para trabajar. De hecho, los juegos venían… en casetes!

Pero estaban las salas. En su momento fueron bares donde había mesas de pool y luego se agregaron los pinball, que eran mecánicos. En alguno hasta había mesas de ping pong. Poco a poco comenzaron a incorporarse las máquinas, y ahí empezó otra historia. Fue la moda de la juventud ochentera. Allí se juntaban los adolescentes a pasar el rato. Era el lugar de encuentro con los amigos o el refugio cuando se hacía “la rata”. No por algo siempre hay alguna escena de cualquier película o serie sobre esos años que transcurre en una de esas salas, desde Stranger Things a la colombiana La primera vez.

No todos los chicos iban a jugar. Algunos iban solo a mirar, esperando su turno, y a pasar el rato. Se establecía una jerarquía entre los “habilidosos”, que pasaban horas frente a la máquina y los “novatos”. Para llegar a un peldaño más arriba había que conocerse los trucos y las mañas. No eran muchos, pero sí necesarios. Los más chicos tenían que esperar que se le terminaran las fichas a los grandes o ir en los horarios menos concurridos. La ficha plateada habilitaba a jugar. Una palanca y dos botones eran suficientes para manejar las máquinas. Los buenos entraban en el ranking con sus iniciales y el resto trataba de superarlos, envidiando o maldiciendo a ese que no conocían pero que hacía puntos a lo loco. Hasta que el dueño desenchufaba la máquina y todo volvía a cero. Y estaban los que querían jugar gratis y decían que tenían “la fórmula” para sacarle juegos sin pagar. Se intentó con todo: monedas viejas, cospeles, alambres y hasta los hilos que dejaba la barredora.

A medida que entramos en la década, se fue pasando de juegos como el Frog, Pac Man o Galata, a otros más elaborados como Donkey Kong, Pole Position o 1942. El del fútbol que salió por el mundial que fue una sensación, para colmo después de haberlo ganado con Maradona.

En General Pico podemos mencionar varias salas que todavía son recordadas. Y fueron muchas. Una el Bar Suizo, primero ubicado en la 15 y 18 y luego, desde 1986, en la 15 entre 18 y 20. Era una confitería, muy bien puesta, con mesas de pool a la que se le habían agregado las máquinas. También se habían incorporado en algún momento en La Cueva. Peco’s Bill quedaba en la 17 entre 20 y 22, es otro de los más recordados. También estaba Juegos Guille en la 15 y 18, Pac Man en la 17 entre 26 y 28, Las Vegas en 17 y 22, El Sulky en la 17 entre 14 y 16 o el de la esquina de la 17 y 20.

Cuando uno se acuerda la sala que frecuentaba de adolescente, enseguida surge en la memoria los gritos de celebración o las puteadas de los perdidosos, los sonidos que hacían los tiros y explosiones de las maquinitas, los saltos y los golpes de los personajes, y el hué hué huéee del game over. De un momento a otro, esas salas que conocía fueron desapareciendo, o uno dejó de prestarles atención. Hubo otras, o se habían reconvertido, pero ya no era lo mismo. Sí le queda a uno el recuerdo de ese momento en que por fin, luego de gastar fichas y tiempo, se llegaba a la final a la que todos no habían podido hacerlo, y se la jugaba como si en esa partida se nos fuera la vida. Lo demás, qué importaba.

(NGA)

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