border_color Por Margarita Cervio

Historias de General Pico: PICOMAR, ¡más de 60 años uniendo el mar con La Pampa!

Historias de General Pico: PICOMAR, ¡más de 60 años uniendo el mar con La Pampa!
22 Agosto, 2021 a las 10:00 hs.

Existen historias que entristecen, otras que enternecen, y también otras como la que les voy a contar que ¡INSPIRAN!. Y hoy casi les diría que voy a transcribir la historia de Ricardo Actis Giorgetto, ya que su relato es atrapante. Ricardo fue el inicio de Picomar, pero sin dudas el éxito y la permanencia son patrimonio familiar. 

Uno de sus hijos, Héctor Actis Giorgetto posteó en Facebook: “Corría 1961. Desesperanzado, Ricardo sentado en un banco de la plaza en General Pico, pidió a Dios un camino!. Y no tardó mucho, el 20 de Agosto con un camión viajó a Mar del Plata. Se le ocurrió traer PESCADO  a La Pampa, cosa temeraria y hasta casi irracional, pues no existía el hábito de consumirlo.  Con Aurora formó su familia, basada en dos parámetros:

La autoexigencia como avance natural y el trabajo, como generador de dignidad.

Hoy Silvia, Silvana, Corina Torres, quien suscribe y sus nietas/os continúan expandiendo la semilla que han dejado”.

Con esas palabras Héctor lo resume todo y el relato que escribió  Ricardo, su padre, comienza así:

Procedente de Bahía Blanca, llegué a General Pico, el 26 de abril de 1957. Fui llamado por mi padre para incorporarme a Pico Motor S. A. concesionario Ford, empresa en la que él era socio.

El trabajo en Pico Motor duró hasta octubre de 1958. Luego fui a trabajar con Domingo Lorenzatti en su fraccionadora y distribución de vinos. El 1º de julio me radiqué en Carhué, para atender otra fraccionadora de su propiedad, que inauguramos el 17 de julio de 1958. Fuimos varios, Zangara, Reale, Gallo, Ortíz, Nasseta y Coto. A todo nació mi primera hija, una niña de nombre Silvia, en octubre 1958.

El domingo 20 de diciembre de 1959, ocurrió algo muy delicado para mi salud. Habíamos estado en la Laguna Epecuén. Cansado, fui a descansar a la pensión Trecco. Un ventilador de piso casi me mata, lo había ubicado de tal forma que hiciera circular el aire y luego me dormí profundamente.

Pero mi compañero de pieza llegó más tarde y lo giró de tal forma que quedó directamente hacia mi espalda. A las tres de la mañana mis pulmones dijeron “basta” y me desperté escupiendo sangre. Me internaron inmediatamente. Aurora estaba en Bahía Blanca y regresó enseguida. La internación fue de mal en peor y al enterarse de mi estado el doctor Knobel (en General Pico), mandó al doctor Jara en un avión, que piloteó Rolo Roggero, para mi traslado. Era el 8 de enero de 1960, con 42 grados de temperatura.

A partir de ahí mejoré rápidamente y ocho días después estaba instalado en mi nueva casa de calle 10 entre 13 y 15, que había sido construida con un crédito del Banco Hipotecario.

Para esos días Lorenzatti resolvió vender la fraccionadora de Pico a una firma de Mendoza, Dionysos S.R.L. de General Alvear. Lorenzatti centraliza todo en Carhué y yo me quedo con la firma mendocina en Pico.

En enero de 1961, la firma Dionysos, comienza a tomar dinero a interés, para incrementar el acopio de uva. Para entonces se trabajaba muchísimo y esa fue la pantalla de malas intenciones. En tres documentos y a pedido de los prestamistas, firmé también yo engañado por todo el trabajo que había, no sabía que estaban tramando la quiebra.

Los tres documentos, eran por un valor de $100.000 cada uno. (Para referencia digo que mi sueldo en esos días, era de $8.000). El 7 de julio de 1961, la firma cierra en General Pico por pedido de quiebra en Mendoza, y quedé yo sin trabajo y sin cobrar los dos últimos meses.

Por gestión del doctor Cid, pude recuperar una bomba extractora de 5.000 litros, una máquina de escribir Olivetti usada y parte de una vieja casita donde vivía Gallo. Todo esto totalizaba $32.000.

Entre tanto los tres acreedores señalados, le entregaron los documentos al Doctor Francisco Ortíz, quien me llamó a su escritorio. Al ver semejante cifra a pagar, además de intereses, mora y su gestión, me ofendió al expresar su conclusión: ¡Usted se tiene que ir de Pico! Eso era el 6 de octubre de 1961 y en cierto modo tenía razón, necesitaba al menos 40 meses, sin comer ni yo ni mi familia, para pagar eso. Pero así como yo no sabía que detrás de los Dionysos había gente mala, el doctor Ortíz, no sabía que frente a él había un hombre decente, dispuesto a enfrentar lo que fuese, pero no a esconderse.

Veamos; había quedado sin trabajo, sin casa, un poco enfermo, pero contaba con una esposa de fierro, una hija de dos años, un motor en marcha y una integridad moral intacta y excitada al máximo. Por encima de todo ello, un autocontrol que modelaba una serenidad constante. Tenía frente a mí un temporal, había que rogar y rogar. Esperar y no desesperar.

“…llegamos al 4 de agosto a las 15 horas. Estaba en ese momento sentado en un banco de la Plaza,  y pasó un canillita vendiendo La Reforma. Le pedí prestado un ejemplar para ver algo. Leí un aviso que decía que se vendía un camión Bedford ofrecido por la firma Belfiore, Charette y Cía.

Fui a verlo esa misma tarde, me atendió Bochín Belfiore. Valía $630.000 y con 200 mil me lo entregaba. Conseguí el dinero de usureros y se hizo el negocio, pero no podía moverlo porque no tenía dinero para el gasoil. Fui entonces a la casa Olivetti del señor Fernández Menéndez, llevando la máquina de escribir a pie, le conté mi problema y que me diera lo que él consideraba que valía. Esas máquinas nuevas tenían un valor de 83.000 pesos. No quiso comprármela, solamente me dijo: Una situación así me duele mucho, le doy el nombre de un cliente, vaya que hará negocio, pero es en Santa Rosa, se trata del doctor Nelson Fernández.

A la mañana siguiente a las 5:30 de la mañana, fui hasta la calle 17, frente a Casa Ilariuzzi para esperar el colectivo. Llegué a Santa Rosa y me dirigí hasta la casa del doctor pero no se encontraba porque había viajado a General Acha y regresaba a las 13 horas.

Me invitaron a dejar la máquina y a volver a esa hora. Así hice, fui a la plaza donde comí algo que había llevado y cuando regresé, hicimos negocio sin problemas. Me dio por ella 55 mil pesos que era para mí mucha plata, ya que me ayudó a pagar varias cuentas como las del almacén, carnicería, y panadería.

Luego llené el tanque del camión y pude así hacer una gira por los pueblos vecinos para ver quiénes querían pescado. Sin conocer nada, mis argumentos de venta eran muy pocos, e inciertos. Los clientes sabían más que yo. Esa gira la hice con un coche que le alquilé  al  Conejo Fernández, un Isard. Viajamos el 18 y 19 de agosto: Pico, Santa Rosa, Catriló, Quemu-Quemú, Colonia Barón, con un total de gastos de acuerdo a una planilla que fui confeccionando, de $2.421.

Así es como el 21 de agosto de 1961, salimos para Mar del Plata, dando por iniciada la actividad:

La hoja de ruta dice así: Viaje Nº 1.  Llegamos a Mar del Plata a las 3:30 de la madrugada.  Por ser tan temprano, decidimos dormir algo en el camión,  parados en la banquina, pero cuando nos dimos cuenta, al despertarnos eran las nueve de la mañana. Todo se veía quieto, sin movimiento, sin gente… Vimos a lo lejos un señor que venía caminando, con botas de goma, parecía pescador. Nos acercamos para preguntar a qué hora se comenzaba a trabajar y nos respondió que a las cinco de la mañana, pero que no había movimiento porque hacía tres días que había una huelga por tiempo indefinido.

Eso me puso muy mal, porque no sabía qué hacer, entonces el hombre me dijo que él tenía algo de pescado en su cámara, que lo podrían acondicionar  y llegaría sin problemas a La Pampa. Pero…  al ver el camión, este hombre nos dice que lamentablemente  tenía que embargarlo, porque el dueño anterior le había entregado tres cheques sin fondo.

La situación volvía otra vez a foja cero y encima a ochocientos kilómetros de Pico. Afortunadamente di con un ser humano cabal, alguien que comprendió la situación, una persona de trabajo. Ese hombre se llama Pedro Moscuzza, alguien a quien jamás dejé de apreciar y alguien que siempre estuvo conmigo. Al momento de escribir esto han pasado, *Treinta años de amistad, treinta años amigos de verdad*.

A las 14 horas emprendimos el viaje de regreso, llegando a Pico a las 19 horas del día siguiente, donde me esperaban mi familia, mis penas, mis deudas, análisis y esperanzas. Llegaba con mis pescados, único sostén de ahí en adelante. Lo que nunca pensé, lo que nunca siquiera llegué a imaginarme, pasó a ser esperanza y solución. Así pasé la noche, contando el viaje, y esperando que llegara el nuevo día para empezar a vender.

¡Y llegó la hora de la verdad! Y la verdad fue que a nadie le interesaba el pescado, salvo a unos pocos. Unos pocos, tal vez poquitos. Entonces salí a hacer una gira, fui a Santa Rosa, luego otras localidades, siempre por caminos de tierra donde encontré muchos clientes pero pocas ventas. Terminé y fui al basural de Próspero y Gervasio Cena, y sólo me quedó divertirme al ver cómo los chanchos comían lo que tanto me había costado. Lavé el camión y fui de inmediato a lo de Belfiore, Charette para devolverlo. ¡No lo quería más, esto es para los locos! Se habían juntado el hambre con las ganas de comer, había perdido en lugar de ganar y me preguntaba por mi destino, ¡Dónde está, por favor!

Pero ya estaba metido en el fango; a las deudas documentadas en el estudio del doctor Ortíz, se sumaba la deuda contraída con los dos usureros que me cobraban intereses por semana, la deuda con Belfiore y en lo familiar se agregaba la llegada de otra hija, Silvana.

Meses terribles exprimiendo mi cabeza al máximo. Hasta llegamos a traer merluza entera para poder ganar un poco más. Al llegar de viaje,  por el patio del vecino Angiono, descargaba los cajones por sobre el tapial, luego a la cocina, donde Aurora en compañía de doña Clara, evisceraban hasta 500 kilos en la noche. Al levantarme volvía los cajones por sobre el tapial, al igual que las latas con las tripas y luego de tirar estas, salía a vender la merluza.

Me gustan relatos cortos, pero el de Ricardo Actis Giorgetto es de 17 hojas sin desperdicio,  que se pueden leer completas en la página de la Junta de Historia Regional, quienes lo tipearon para que lo pudiésemos conocer. Las fotos me fueron enviadas muy gentilmente por su hijo Héctor Actis Giorgetto. 

Y a modo de cierre quiero resaltar que esta empresa, emblema  de lucha, esfuerzo, constancia, honestidad y trabajo nos muestra una familia no sólo comprometida con su negocio y sus clientes sino también con el bien común.

Personas que donaron gran cantidad de tiempo a instituciones formando parte del directorio de  CICAR, la Cooperativa Eléctrica y  del  directorio de Vialidad  Provincial en representación de CICAR  ad honorem.

Y sobre todo nos cuenta toda una historia de agradecimiento, que fue más allá de la palabra y se concretó en hechos y ejemplos.

Y seguimos con el relato de Ricardo….

VIRGEN de la LOMA: En el kilómetro 305 de la ruta 226, se levantó para ella un santuario aún existente, yo le hice una promesa en una noche de lluvia intensa. Le pedí protección en mis viajes, y dije, que si me fuera bien haría un viaje al Vaticano para agradecer. Ese lugar se convirtió en una posta de ida y de vuelta, parada obligada; allí descansábamos, comíamos, dormíamos etc. La promesa se concretó 14 años después y estando sobre la cúpula de San Pedro, allá arriba, al agradecer trataba de orientarme y mirando hacia el cielo, buscaba encontrar a la Virgen de la Loma, en nuestra querida Argentina. Allí mismo, volví a hacer una nueva promesa, ya a nuestro señor: Seguiré con mi trabajo, con mi rutina, con mi esfuerzo y mis conductas; y trataré de volver. Y esa segunda vuelta tuvo lugar 8 años después, en octubre de 1985. Imborrable.

“…En el 2011, con 50 años uniendo La Pampa con el mar, se realizó una fiesta con 520 comensales, con la presencia de la Reina Nacional del Mar. Proveedores, clientes, amigos, colaboradores, personal, Intendente, Concejales, vecinos, familiares y también quienes confiaron y confían en nosotros.
Se colocó otra placa, la 4ª, en la Virgen de La Loma, nuestra protectora y debemos destacar que también cumplieron cincuenta años, los que siempre confiaron.

Y qué píquense no recuerda cuando Picomar trajo el pez espada más grande pescado en aguas Argentinas. El barco que lo pescó se llamaba FOCA, de la firma Macchiavella. Pesaba 522 kilos y medía 4,40 metros de largo. Picomar lo exhibió en casi toda la provincia, pueblo por pueblo. Se anunciaba la llegada y se invitaba a las escuelas.

En 1996 trajo un tiburón para ser exhibido, de 188 kilos y 2,80 metros de largo Historias y más historias de piquenses que seguiremos comentando en la próxima columna.

En esta nota hablamos de:

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