- Inés Amuchástegui es una joven cordobesa, segunda generación de productores, que sigue el legado de su padre y su tío.
- Intrepidez emprendedora, avidez por la innovación y siempre apuntando a calidad premium.
- Hoy lleva adelante la cabaña de la empresa, así como la producción de commodities y especialidades.
“Papá y mi tío no son viejos conservadores, son innovadores y siempre hicieron todo para jugar en las altas ligas… quizás por eso nunca dudé que quería ser agrónoma, y trabajar en el campo con mi familia, que es una de las cosas que más disfruto de lo que hago”.
Menuda carta de presentación (y halago… no por lo de viejos, sino por lo de innovadores) la de María Inés “Mané” Amuchástegui, ingeniera agrónoma, hija de Fernando y sobrina de Javier Amuchástegui, dos hermanos que en 1992 crearon Tecnocampo no sólo con espíritu innovador, también con diversificación productiva y una propuesta de agregado de valor. A diferencia de muchas otras empresas familiares, los Amuchástegui no heredaron el negocio de sus padres, por eso, cada ladrillo apilado o cada semilla sembrada se valora más aún.
Hoy, ya con 60 y tantos y 50 y tantos años (se llevan 8), los hermanos Amuchástegui ya tienen a la segunda generación ya presta para aportar ideas y compartir desafíos.
“Nunca dudé que iba a ser agrónoma”, disparó Inés. Y agregó, a modo de justificación irrefutable: “Papá empezó arriba de las maquinas y para verlo los fines de semana nos íbamos todos al campo, subíamos a la cosechadora y lo acompañábamos, desde chica me gustaba todo esto”.
Cuando Inés dice “nos íbamos todos” se refiere su madre y sus tres hermanos/as: “La mayor, Mercedes, es licenciada en administración de empresas y en Tecnocampo se dedica a la exportación de especialidades; yo soy la segunda; el tercero que es Fernandito, ingeniero agrónomo que se está incorporando ahora; y la mas chiquita, María Luz, de 23 años, que es arquitecta y tiene emprendimientos de cueros”.
Amuchástegui es ingeniera agrónoma recibida en la Universidad Católica de Córdoba. En aquellos años de estudiante, se pasó algunos veranos como pasante en un semillero multinacional haciendo y aprendiendo sobre mejoramiento de maíz. Casi terminando la carrera se fue a Estados Unidos, a la Universidad del Estado de Iowa “para salir al mundo, reforzar el idioma y convivir con gente de distintos países”.
Cuando se recibió en 2013 le ofrecieron de ese semillero donde ya había trabajado para irse a Estados Unidos. “Estuve en desarrollo y mejoramiento de maíz y soja, al año terminé la pasantía y me vine a la empresa familiar”, contó Amuchástegui.
Hoy, dentro de Tecnocampo, Inés tiene a su cargo 3000 hectáreas (de las 40.000 que siembra la empresa) en Alta Gracia, donde producen commodities y especialidades. Allí vive. Un dato llamativo es que alrededor del 70% de lo que siembran en la empresa son especialidades como garbanzo, poroto, maíz pisingallo, maíz Flint y soja no GMO (no transgénica).
Además de la parte agrícola, Amuchástegui es Responsable de Operaciones de la cabaña, manejando los destinos de unas 350 madres angus. “Hace 5 años empezamos con “Los Cerrillos”, y está bueno porque la ganadería es una actividad que nos apasiona a todos, no lo vemos como trabajo sino como un hobbie familiar profesionalizado, del que participa, cuando viene, hasta mi hermana María Luz, la arquitecta”, contó Amuchástegui.
Trabajo en equipo
“Lo que más me gusta de lo que hago es trabajar en equipo, en familia y con la gente, que sea una actividad familiar, en nuestro caso, se disfruta mucho”, confesó Amuchástegui. Y agregó: “Lo que me apasiona también es que mezcla oficina con actividades al aire libre y que hay muchísimo para hacer”.
“Estoy orgullosa de lo que han logrado mi papá y mi tío, nosotros, los de la segunda generación, tenemos la responsabilidad de tomar ese legado y potenciarlo, haciendo crecer la empresa de distintas formas, diversificando más el negocio y agregando valor”, compartió Amuchástegui.
La joven ingeniera agrónoma, también aportó que, en el trabajo en equipo, no hay que olvidar “la humildad cuando no se sabe de algo, y los fundamentos cuando se cree que se sabe”.
Emprender: Cerveza propia
En esa búsqueda por agregar valor, ampliar el negocio, probar e innovar, desde 2016 Inés Amuchástegui puso en marcha un emprendimiento para producir cerveza artesanal.
“Empezamos -con un amigo y actual socio, Andrés Basso, a quien conoció mientras estudiaba en EE.UU.- haciendo un curso de producción de cerveza artesanal en la Fundación Empresarial para Emprendedores (E+E) pero apuntando a calidad premium”, relató. Y agregó: nos sirvió mucho porque nos dieron una idea de números, carpetas de presentación, financiación, también escuchamos a otros emprendedores y con todo eso conseguimos el apoyo de algunas empresas”.
Todo empezó en Jesús María y, como casi todo aquel que empieza a producir cerveza (diría, a emprender), empezaron en el quincho de la casa de Basso. Cocinaban, embotellaban, etiquetaban y repartían.
Justo antes de la pandemia pudieron comprar un galpón en Montecristo, también equipos en Estados Unidos, China, Alemania, algunos de Argentina, para dar el salto y acrecentar el sueño. Así, para septiembre de este año el objetivo es alcanzar una producción de 24.000 litros mensuales de siete estilos de Träumer Bier, que en alemán significa “soñador”.
Y sí, sueñan y trabajan para, en 2025, llegar a los 100.000 litros mensuales.
Pero el desafío mayor va más allá de comprar insumos, cocinar y vender cerveza. Ellos quieren ir del campo a la copa. “La idea es intentar ocupar toda la cadena, hoy es cerveza, pero queremos hacer la siembra de cebada, probar distintos malteados, estamos haciendo ensayos de lúpulo en La Cumbre, estamos midiendo adaptación, calidad, etc”, contó Amuchástegui, entusiasmada.
La comunicación en el agro
“El agro siempre se enfocó en lo suyo, mucho tranqueras adentro, por eso, a pesar de que a nivel mundial somos top ten en lo que hacemos, dentro de Argentina nunca hicimos una buena comunicación como la que, por ejemplo, se ve con los farmers americanos”, reconoció Amuchástegui.
“Tenemos que hacer un mea culpa, si, pero también es verdad que el Estado no promueve que haya un entendimiento como sí sucede en otros países, en realidad, todo lo contrario”, espetó la joven ingeniera.
Amuchástegui cree que “un punto a favor que favorece el acercamiento entre campo y ciudad” es que los de su generación “la mayoría viven en la ciudad y trabajan en el campo a diferencia de padres o abuelos que vivían en el campo, y hacían que todo estuviera más separado, hoy está todo más vinculado”.
La conectividad y las redes también ayudan, no sólo a los más jóvenes, sino también a los más grandes que han sabido aggiornarse subiéndose a la era tecnológica, a contar qué hacen y cómo lo hacen. “Comunicar con las redes es más fácil, pero queda muchísimo trabajar”, sentenció.
Amuchástegui participa en Aapresid, también en un grupo de mujeres rurales y en Angus Centro, donde hoy es presidente del ateneo. “Somos un equipo de jóvenes con ganas de capacitarnos, aprender y difundir sobre la raza, y también, por qué no, formando los próximos líderes de la ganadería argentina”, contó Amuchástegui.
Los desafíos
Consultada sobre los desafíos que cree tienen por delante ella y sus hermanos (también los primos) dentro de la empresa, Amuchástegui insistió con “poder potenciar lo que está ya, hacer crecer lo que recibimos con la misma filosofía con la que vienen trabajando mi padre y mi tío, apuntando a calidad premium, innovando, sabiendo que la familia está antes que la empresa y saliendo al mundo con todo lo que se pueda”.
En lo personal, “Mané” sueña con seguir trabajando con la familia y, por qué no, ver crecer la suya en el campo. En definitiva, de allí surgió todo lo que más la apasiona hoy.
Fuente: Clarín