El 29 de noviembre de 1958, hace 62 años, se producía una de las detenciones masivas más importantes en la historia de la provincia: 83 trabajadores de Ferrocarriles Argentinos fueron detenidos en General Pico por negarse a trabajar y una vez condenados por la Justicia Militar estuvieron presos por el Ejército en la Isla Martín García.
La protesta
Ocurrió a fines de 1958, cuando varios gremios comenzaron a reclamar frente a la situación económica y política durante la presidencia de Arturo Frondizi, y el Ejército comenzó a aplicar medidas represivas en el marco de la resistencia peronista.
En los días previos los obreros ferroviarios fueron “movilizados” por el Ejército en el país, como también en General Pico. Esto implicaba considerar a los trabajadores como parte de las Fuerzas Armadas y obligarlos a prestar el servicio. Para entonces había huelgas de varios gremios, entre ellos bancarios y de los empleados del comercio.
Ese sábado 29 (el Día Provincial del Trabajador Ferroviario se festeja el 28, el día anterior, por este motivo), al conocerse el decreto nacional los trabajadores de Pico se concentraron en los depósitos. Los que hablaron esa tarde en la asamblea fueron militantes comunistas muy activos dentro del sindicato: Aníbal Telechea y Victorio Marcero.
Y se definió marchar hasta el Cuartel para presentarse como movilizados, pero no trabaja en protesta. Enfrentaban el Código de Justicia Militar en vigencia, pero en otros puntos del país no se había aplicado.
Unos sesenta trabajadores se dirigieron a pie o en bicicleta por la calle 19, recorrieron el centro y al pasar por la calle 20 frente al diario La Reforma fueron fotografiados. A las 21 horas llegaron todos al cuartel en las afueras de la ciudad.
En el Regimiento el teniente coronel Enrique Rottjer los exhortó tres veces a volver a sus puestos, pero los obreros mantuvieron su decisión de no presentarse al trabajo y finalmente fueron arrestados. Se les inició un sumario y se dio aviso a los Consejos de Guerra de la Capital. Las acusaciones de acuerdo al decreto ley de movilización del personal ferroviario eran “por motín e insubordinación”.
Camino a Capital
En su momento entrevisté a dos de los protagonistas de esas jornadas, Adolfo Fernández y Hugo Somoza, ambos trabajadores del Ferrocarril Sarmiento. Fernández tenía 21 años y Somoza 22.
Relataron: “Llegamos al cuartel, nos pusieron en fila, y tuvimos la visita de un antipático para nosotros que era el presidente de la Unión Ferroviaria, Ofelio Cayre, y con otro muchacho que era vecino nuestro decíamos ‘ahora nos van a sacar, nos van a llevar’. Teníamos miedo y las únicas palabras que yo escuché fueron ‘muchachos, que cagada se mandaron’. Y nosotros, que éramos jóvenes, más miedo tuvimos todavía”.
“Pasamos la noche en el cuartel y nos decían algunos que no salíamos más, que nos iban a llevar. Y Mareque, que había tenido una triste historia con el servicio militar con las revoluciones de los ’50, decía ‘Acá nos pegan un tiro y listo’”, contó Somoza.
El domingo, a las 6 de la madrugada, subieron a los 83 en dos camiones de las casas comerciales Fons y Constantino, y los llevaron hasta Capital Federal. Viajaron hacinados en camiones jaulas y vigilados por hombres armados que los seguían en un vehículo militar.
Al llegar a la Capital quedaron detenidos ese día en Pichincha y Garay, donde funcionaba el Consejo de Guerra. Estuvieron dos días más en Campo de Mayo -allí se les dio ropa de fajina y se los rasuró a la manera militar- y luego fueron llevados hasta la Escuela de Mecánica del Ejército, la EME.
Fernández recordó: “Lo que fue antipático fue la llegada allá. Nos daban mate cocido en un jarro de aluminio que apenas nos lo dejaban tomar porque te lo sacaban enseguida. Había que llenar los forros de las colchonetas y nos daban 15 segundos para hacer la cama. A las 6 de la mañana el silbato de un guardia nos hacía levantar, nos hacían numerar contra la pared y circulaba la versión que querían fusilarlos. Y el ‘julepe’ grande fue cuando llegamos hasta el portón de Pichincha para irnos y vino una contraorden y nos hicieron quedar. Se agigantaron las dudas, la incertidumbre. ‘Viste que nos iban a matar’, decíamos”.
Juzgados y condenados
El 10 de diciembre fueron juzgados sumarísimamente en la Escuela de Mecánica del Ejército por un Consejo Militar por motín y abandono de servicio. Las penas de prisión fueron de seis meses a diez días. El único atenuante que tuvieron, fue que no se les informó sobre lo que implicaba violar las leyes militar.
Los “cabecillas” fueron los que más recibieron: Telechea 6 meses, Santiago Pepa y Marcero 5 y Alberto Garavaglia 4. A tres meses fueron condenados 47 huelguistas, a dos meses unos 20 y el resto a un mes y a 45 días. Uno solo fue penalizado con 10 días, por su edad. Fernández y Somoza, los entrevistados, recibieron tres meses.
Además de los mencionados, entre los que fueron condenados estuvieron: Vicente Astiz, Angel Vigovich, Raúl Martellono, Manuel Vaquero, Víctor Tolosa, Delfín Viera, Enrique Stagnaro, Luis Perdomo, Juan Alisandroni, Emilio Pedehontáa, Juan Carlos Montero, Osvaldo Labbarriel, Marcelino Pérez, Antonio Pérez, Labrador Pérez, Angel Collado, Alfredo Somoza, Carlos Dalmasso, Alberto Morales, Juan Angel Viola, Héctor Pirchio, Alberto Vassarotto, Aurelio Chajo, Abel Novillo, Reynaldo Vázquez, Abel Tachino, Leandro Caro, Angel Somaruga, Fernando Baroni, Ubaldo Córdoba, Gaspar Hernández, Carlos Hernández, Luis Iglesias, Obdulio Telechea, Eduardo Rodríguez, Orlando Cabrera, Simeón Blanco, Juan Garavaglia, Saúl Fernández, Gerónimo Fernández, José María Trovatto, Omar Goñi, Pedro Agustín Bravo, Anastasio Torres, Agustín Pérez, Pedro Testa, Antonio Acosta, Alfredo Prieto, Silverio González, Antonio Mata, Eduardo Bastarrica, Carlos Argüello, Héctor Tosello, Carlos Vola, Raúl Rojas, Raúl Saavedra, Ricardo Betelu, Felipe Mareque, Santos Barzola, Rubén Piccini, Gregorio Collado, José Borgna, Angel Lacasa, Luis Tellería, Ambrosio Sola, Alejandro Sola, Martín Lobos, Juan Estigarría, Sixto Martelini, Mario Reucci, Néstor Sabaris, Arnoldo Arsenillas, Carlos Del Sol, José Pascual, Roberto García, Ramón García y José García.
Con el temor de ser confinados en un buque de guerra, cerca de 80 ferroviarios fueron subidos a una barcaza y tapados con una lona fueron trasladados hasta la isla Martín García, el lugar de su prisión. Uno, el de más edad, fue liberado y tres fueron enviados a Magdalena. “Entre tanta incertidumbre, más miedo nos dio eso. Pensamos que a los otros los iban a matar”, afirmaron.
Prisión en la Isla
Los pampeanos fueron trasladados hasta la isla Martín García donde cumplieron la condena militar. Allí sólo compartieron las dos cuadras que ocupaban con unos detenidos tucumanos. En la isla tuvieron que trabajar y hacer actividades bajo la mirada de los militares: barrían las calles, cortaban tepes de césped para la pileta de natación, cocinaban, pintaban y reacomodaban las tumbas del cementerio. Pero también fue un espacio de esparcimiento mientras pasaban los días, ya que al estar en la isla no tenían custodia.
En los ratos libres los pampeanos paseaban entre la espesa forestación o nadaban frente a la costa uruguaya. Conocieron el edificio donde fueron alojados el ex presidente Hipólito Yrigoyen y el ex Secretario de Trabajo, Juan Domingo Perón. Y en el que algunos años después sería cárcel de Arturo Frondizi. También el capellán los invitaba a los oficios religiosos y los jóvenes iban para poder tomar mate. Hasta llegaron a ganarle 13 a 0 al equipo conformado por los militares.
“Los ‘sublevados’ fuimos una verdadera familia, pasamos las fiestas de fin de año en un clima hostil, triste, lejos de los hogares, pero enriquecidos al cumplir el mandato de la solidaridad y el compañerismo”, indicó Fernández. El grupo condenado a tres meses fue liberado el 10 de febrero de 1959.