- Se trata de Leyla Bechara, quien tiene 24 años, vive en Capital Federal donde trabaja como community manager y estudia Ciencias Políticas en la UBA.
- La villeguense es una de las tantas personas que decidieron someterse a las pruebas de los laboratorios que trabajan contrarreloj para frenar el virus.
Miles de personas participan como voluntarias en los testeos que desarrollan diferentes farmacéuticas para poder dar finalmente con una vacuna que frene el COVID-19.
Entre los laboratorios que llevan adelante las pruebas en la Argentina se encuentran la farmacéutica estadounidense Pfizer y la empresa alemana BioNTech; la compañía farmacéutica Janssen de Johnson & Johnson, representada por IQVIARDS Argentina S.R.L, y donde interviene el Centro de Estudios Infectológicos a cargo de Daniel Stamboulian; y la farmacéutica China Sinopharm en alianza con el laboratorio argentino Elea-Phoenix y la Fundación Huésped, que dirige el infectólogo Pedro Cahn.
Esta última farmacéutica desarrolla una vacuna que ya se encuentra en Fase 3, por lo que busca comprobar en los nuevos testeos lo que ya se vio en las fases anteriores: que la vacuna es segura y que es efectiva a la hora de producir anticuerpos contra el COVID-19. En esta vacuna, en estudio, el virus está muerto y está adyuvado con un compuesto químico que aumenta la respuesta inmune.
Leyla Bechara (24) es de General Villegas, pero vive en Capital Federal donde trabaja como community manager. La joven estudiante de Ciencias Políticas (UBA) fue una de las 3.000 participantes del ensayo clínico que realiza Sinopharm. Dice que cuando se enteró de la convocatoria “no lo pensó mucho” porque “tenía ganas de poder aportar a la búsqueda de una solución”.
En diálogo con Contraeditorial, Bechara explica que la cuarentena no representó un gran cambio en su vida, pero que es consciente de las dificultades que le trajo al resto de la sociedad. “La cuarentena no significó un deterioro de mi calidad de vida material porque tengo techo, comida y abrigo. Pero quería poder hacer mi aporte para salir más rápido de esta situación, que si bien a mí no me afecta directamente, sí está matando a millones en todo el mundo y empeoró la calidad de otros millones más. No tenía que pensarlo demasiado y me anoté”, expresó.
Con relación a cómo reaccionó su familia, Bechara cuenta que “desde el minuto cero” sus padres la respaldaron y que su hermano también participa del voluntariado. “Mis viejos me apoyaron. Ellos son profesionales de la salud así que nos sacamos las dudas que teníamos, pero siempre con mucha confianza en la ciencia”, manifiesta y agrega que sus amigas también terminaron anotándose.
Bechara se aplicó la primera dosis el 10 de octubre y no sintió ningún malestar más que “un ardor” al momento del pinchazo. La segunda dosis la recibirá el próximo 2 de noviembre y luego deberá tener otros tres encuentros donde le harán extracciones de sangre y le controlarán los anticuerpos que genera. Mientras dure la prueba Leyla puede continuar con todas sus rutinas. “Puedo viajar y hacer vida normal, con todos los cuidados de COVID que cumple todo el mundo, lo que no puedo es quedar embarazada, porque si eso sucede se suspendería el estudio”, detalla.
Fuente: Contra Editorial