Esta crónica estaba ya escrita, solo había que reunir los elementos para darle forma. Comienza en 1957 y termina no hace muchos años. Hace 63 años nació la Joven Poesía Pampeana, un grupo de escritores y escritora que reunió a algunos de quienes serían después pilares de las letras pampeanas como Edgar Morisoli, Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Ana María Lassalle.
Reconocidos además por su compromiso social y sus ideas progresistas. Pero también albergó paradójicamente a quien se convertiría en el traidor, José Alejandro Lucero, vinculado en La Rioja al asesinato del obispo Enrique Angelelli.
Los poetas y el compromiso
Hubo algunas coincidencias que llevaron a abordar esta nota en las últimas semanas. Una fue la nueva obra de Lassalle que llegó a mis manos, “Galo y Stalingrado”, recopilación de sus poesías donde entre otros temas habla de la acción militante. Y unas fotografías rescatadas por el Archivo Histórico Provincial y dadas a conocer durante la Feria Provincial del Libro. Son imágenes del grupo La Joven Poesía Pampeana poco y nada difundidas.
Era 1957, Juan Ricardo Nervi se desempeñaba como Director de Cultura de la Provincia y junto a la escritora Rosa Blanca de Morán reunió a quienes parecían ser las promesas de las letras pampeanas. Por orden alfabético estaban Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Arturo Alberto Cestino, Héctor González Herrero, Ana María Lassalle, Abel Osvaldo Lema, los hermanos José Alejandro y Abel Lucero, Edgar Morisoli y Néstor Villegas.
Más allá del aspecto literario, varios de los autores profesaban conciencia y compromiso social. Aunque no estuvieran identificados políticamente. Morisoli, Bustriazo Ortiz y Lassalle tuvieron vínculos con sectores progresistas y promovieron y participaron de distintos grupos literarios y artísticos. También sufrieron por ese motivo persecuciones.
Morisoli, Bustriazo Ortiz y Lema fueron detenidos durante el Plan Conintes en 1960. Lassalle también sufriría a los gobiernos dictatoriales al quedar cesante como docente de la Escuela Normal en los 70 y en su familia con su esposo, el historiador y geógrafo Julio Colombato, que tuvo el mismo destino en la UNLPam.
El traidor del grupo
La contracara de los tres fue José Alejandro Lucero, que vivía en 1957 en La Pampa y se radicaría poco después en San Luis, en los 60 se mudaría a La Rioja y regresaría a la provincia vecina en los 80. Siguió vinculado a La Pampa escribiendo sobre literatura regional y el concepto de la pampeanidad en el diario La Arena.
Su oscuro pasado, oculto por la distancia con nuestra provincia y el olvido que se quiso tender sobre los horrores de la dictadura militar, poco a poco se fue conociendo. En 2001 fue mencionado por Roberto Rojo en su libro “Angelelli: La vida por los pobres”. Después comenzó a ser también nombrado en el juicio en La Rioja por el crimen de Angelelli, el “obispo de los pobres”.
El 4 de agosto de 1976, el sacerdote fue asesinado cerca de Chamical, en La Rioja y la dictadura intentó disfrazar el atentado como un accidente de tránsito. La causa se reabrió en 2009 y se demoró hasta que comenzó el juicio en 2013. En 2014 fueron condenados a perpetua los represores Luciano Benjamín Menéndez y Luis Estrella y el ex comisario Domingo Vera.
Lucero aparece señalado como uno de los ideólogos de la cruzada ultracatólica y derechista que acabó con la vida de Angelelli.
Profesor de Filosofía, en los 60 llegó a La Rioja para impartir clases en el Instituto de Estudios Terciarios. “La naturaleza autoritaria de Lucero se evidenciaba en su tarea docente: era arbitrario, despótico, grosero y se encargó con gran energía de no dejar ni un solo recuerdo bueno en su largo paso por el Instituto”, afirma Rojo en su libro.
Si bien Lucero en su juventud tuvo simpatías con la izquierda, lo que lo acercó a varios integrantes del grupo de la Joven Poesía Pampeana, durante la dictadura del general Onganía cambió radicalmente su postura y “se integró fervorosamente a los sectores más recalcitrantes de la alta sociedad riojana. De repente comenzaron a frecuentar su domicilio de Caja de Ahorro esquina French un grupo de personajes notables de La Rioja, vinculados a las Fuerzas Armadas y también a la política”, se indica.
Fue responsable de la Escuela de Dirigentes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad hasta que llegó Angelelli y puso a todas las instituciones de la diócesis en estado de asamblea para quitarle influencia a los conservadores. Entonces se dedicó a difamar desembozadamente al obispo y a su línea pastoral. El diario El Sol lo incorporó a su staff de periodistas y desde allí fue el principal responsable de una infatigable campaña, describe Rojo.
Creó junto a otros el grupo de extrema derecha “Cruzada Renovadora de Cristiandad” o también llamado “Los Cruzados de la Fe”. “José Alejandro Lucero, Pastor Ávila y el profesor Luis María de La Puente fueron los inspiradores del movimiento. Los cruzados se juramentaron luchar por la verdadera religión y enarbolaron la consigna que Facundo Quiroga había levantado contra Bernardino Rivadavia un siglo y medio antes: Religión o Muerte”, indicó Rojo.
Rojo explica que en 1973 junto a doce “personajes notables” de la provincia, fue declarado interdicto (un paso antes de la excomunión) por Angelelli. Entre los 13 figuraban también tres de apellido Menem: Amado Menem (hermano del entonces gobernador Carlos Saúl Menem) y los primos de éstos Manuel y César Menem.
Lucero era padre de una alumna del Colegio Sagrado Corazón de Jesús al que el obispo lo puso bajo la órbita de la diócesis. Durante las fiestas patronales de Anillaco, con la marcha de San Lorenzo de fondo y la complicidad del jefe de policía, Aroldo Barros, irrumpieron en la iglesia y la casa parroquial pretendiendo el linchamiento de Angelelli y sus sacerdotes, acusándolos de comunistas y subversivos.
Angelelli no los excomulgó y evaluó la posibilidad de presentar su renuncia al cargo. Por decisión del papa Pablo VI se envió al obispo santafesino Vicente Zaspe para observar la situación. Zaspe permaneció cuatro días y recorrió buena parte de La Rioja, pero al llegar a Anjullón se tropezó con el detalle de que el templo se encontraba cerrado por orden de los Cruzados de La Fe, que pretendían otra pueblada.
Lo mismo sucedió en Los Molinos, pero en Anillaco la situación pareció desbordar, dado que los trece habían reunido unas 500 personas que, arengados por Lucero desde un palco con altavoces, reclamaban imparcialidad al obispo Zaspe.
Zaspe cortó abruptamente su gira por La Rioja cuando la custodia policial prometida nunca llegó y una caravana amenazante, organizada por los Cruzados, lo seguía de cerca.
Angelelli además apoyó decididamente el proyecto de ley de expropiación de un latifundio, abandonado hacía 20 años, para dividirlo en parcelas y crear una cooperativa de trabajo con las familias más pobres.
Los trece lanzaron entonces un ataque vandálico en la localidad de Aminga, de donde era el latifundio. Una caravana de 150 vehículos, organizada por los Cruzados y apoyada por terratenientes molestos por el proyecto, fue arrasando y saqueando las viviendas de los misioneros rurales afines a Angelelli.
Un delator
Arturo Pinto Cravero, el sacerdote que conducía la camioneta Fiat 125 el día que el vehículo fue emboscado y sacado de la ruta por otros dos rodados causando la muerte a Angelelli, señaló a Periodistas en la Red que: “El recuerdo que tengo de José Alejandro Lucero es el peor, lo recuerdo como alguien verdaderamente nefasto y que hizo demasiado daño a la causa defendida por Enrique Angelelli, quién no pedía nada para sí mismo, sino que murió defendiendo a los que menos tienen”.
El periodista Gustavo Heredia indicó que durante los años 70 algunas personas que conocieron a Lucero comenzaron a sospechar de las vinculaciones del docente con las Fuerzas Armadas (principalmente con la policía riojana y también con la Federal), sospechas acrecentadas luego con la desaparición de un vecino de Lucero, a cuya casa una de las hijas iba a jugar, como así también de la hermana de la luego Madre de Plaza de Mayo, Alba Lanzillotto de Pereyra.
Quienes conocieron a Lucero en La Rioja aseguran que “éste confeccionaba con su propia máquina de escribir las detalladas fichas de gente conocida que luego enviaba a la policía”, y un grupo de testigos asegura haber presenciado, el 4 de agosto de 1976, el abrazo festivo por la muerte de Angelelli entre Lucero y el ex jefe de la Policía Federal durante el menemismo, comisario Adrián Pelacchi, entonces jefe de la delegación riojana.
El resto de la historia
En los 80, Lucero volvió con la democracia a San Luis donde se refugió. Fue conocido en la Universidad Nacional de San Luis como “El viborón”. Ingresó a la casa de estudios sin que nadie revisara su pasado, como profesor adjunto de Ética el 17 de julio de 1986, se jubiló el 2 de marzo de 2001 y se retiró a vivir a Villa de la Quebrada. Un lugar con poco acceso.
La profesora Mercedes Loizo, coordinadora del Centro de Derechos Humanos de la UNSL recordó: “Cuando los docentes perseguidos por la dictadura volvimos del exilio, en la Universidad los concursos fueron muy estrictos para evaluar nuestros antecedentes. Sin embargo Lucero ganó el cargo que concursó y nadie averiguó nada de su pasado. Nosotros supimos de su participación en la dictadura por el Periódico de Las Madres. Lo que también recuerdo de Lucero fueron las denuncias de acoso sexual en su contra, incluso hubo una que terminó en un sumario cuyo resultado desconozco porque Lucero se jubiló”.
En 2014, la sentencia de la causa por el asesinato de Angelelli allanó el terreno para que se investigara los apoyos de la sociedad civil a la represión ilegal. En el punto 9 del veredicto, indicó una nota de Infojus, el tribunal decidió atender la solicitud de las querellas de remisión de antecedentes al fiscal general para que se investigue la presunta comisión de delitos de 16 civiles: 13 comerciantes y terratenientes de la burguesía de Anillaco y tres periodistas del diario El Sol miembros de los Cruzados de la Fe. Allí se menciona a Lucero como el que preparó el camino de la muerte del obispo socavando su figura.
“El diario El Sol fue baluarte en la tarea de ‘acción psicológica sobre la población’. Allí existía, al menos, una columna diaria destinada a denostar al Obispo Angelelli, a quien se lo denominaba como ‘Satanelli’, ‘Obispo marxista’”, se leyó en el alegato de los abogados querellantes.
“El diario decía que había armas en el campanario, orgías, cualquier cosa. Extrañamente, todo ese archivo se quemó”, contó a Infojus Noticias María Elena Coseano, sobrina de Angelelli y querellante en el juicio.