A 38 años del hundimiento del Crucero General Belgrano, el recuerdo de Abel Novillo: “Si teníamos que morir en ese momento, lo íbamos a hacer por la Patria”

A 38 años del hundimiento del Crucero General Belgrano, el recuerdo de Abel Novillo: “Si teníamos que morir en ese momento, lo íbamos a hacer por la Patria”
Abel Novillo (remera blanca) junto a un compañero
2 Mayo, 2020 a las 09:35 hs.

Este sábado 2 de mayo se cumplen 38 años del hundimiento del Crucero General Belgrano a manos de Gran Bretaña durante la Guerra de Malvinas.

Lamentablemente, un total de 323 argentinos -la mitad de todos los caídos durante la guerra- fallecieron esa tarde.

En este caso, se fijó al 2 de mayo como “Día de los Tripulantes del Crucero A.R.A. General Belgrano”, en conmemoración a quienes ofrendaron su vida en defensa de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur.

Durante el hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano había cuatro jóvenes pampeanos desaparecidos en él: Alberto Edgardo Amesgaray (nacido el 13/10/1962 en General Pico), Hugo Ramón Gatica (nacido el 11/11/1962 en Limay Mahuida), Daniel Enrique Lagos, (nacido el 21/08/1962 en Telén) y Jorge Delfino Pardou, (nacido el 05/11/1962 en Jacinto Arauz); perdieron sus vidas junto a otros 319 argentinos.

Para rememorar esta fecha, infopico.com dialogó con uno de los sobrevivientes, Abel Novillo quien aseguró: “como son las cosas, pasaron 38 años y todo sigue tan vigente en mí y en cada uno de los que estuvimos en el Crucero General Belgrano. Tiene la misma fuerza de espíritu de los recuerdos, de los sentimientos y de poder sentirse tocado como el primer día que volvimos de allá”.

En esta línea, Abel Novillo explicó que “me pasaron dos cosas este año cuando he ido a dar charlas, inclusive fuera de General Pico, que me gusta hacerlo. La última vez fui a una Escuela en Utracán y siempre me viene a la memoria lo que me pasó a mí dentro de la balsa, donde hubo muchas cosas anecdóticas”.

El honor de ayudar

De este modo, contó que “una de las cosas que me ha pasado en este último tiempo y que siempre contaba es que conmigo venía un muchacho en el Crucero General Belgrano que tenía toda la espalda quemada, y ese hombre me contactó y me dijo: yo te debo mucho porque vos me protegiste esos dos días que estuvimos en la balsa. Pero yo no lo debía nada, era simplemente el honor de ayudar y los códigos que teníamos en ese momento de que todos tratábamos de ayudar a todos. Estábamos en una situación límite ya que el barco se estaba hundiendo, pero hubo un orden terrible. Él vino a visitarme exclusivamente desde Lago Puelo con su señora y compartimos un día entero acá. Como son las cosas…”.

Volviendo a recordar ciertos momentos de aquel 2 de mayo, Novillo relató que “otra de las cosas que me ocurrió en el momento que explotaron los torpedos (yo estaba en la Torre II saliendo de la guardia cuando estalla el torpedo) es que fui el primero que cargó la escotilla porque estaba justo ahí. Enseguida vino otro torpedo y no hubo más comunicación. Había un hombre que yo había dado por muerto y luego de muchos años me llamó, así que también rememoramos un montón de cosas”.

En aquella dramática situación vivida hace casi cuatro décadas ya, recordó que “tuvimos que saltar al agua y nadar para donde podíamos ya que el barco se nos venía encima porque se está hundiendo. El viento nos llevaba para el barco y los del otro lado ataban la balsa, sino el viento se la llevaba y la perdían”.

Abel Novillo recién llegado de sobrevivir al naufragio

Asimismo, Novillo señaló que “son recuerdos que no se borran y están muy frescos en la memoria. Pasaron 38 años ya. El barco se hundió y se murió muchísima gente tratando de salvarnos a nosotros. Había una condición que había que cumplir dentro del barco que era que el último qué pasaba por las escotillas y veían que el agua estaba cerca había que cerrar para que el agua no siguiera avanzando. Todo eso hizo que mucha gente muriera abajo ahogada. Por eso siempre hablamos de la pasión y el orgullo que tenemos de haber estado cerca de esa gente que dio la vida. Se escuchaban los gritos ya que sabían que iban a morir. Estabamos orgullosos de que sí teníamos que morir en ese momento lo ibamos a hacer por la patria”.

Por otro lado, respecto a cómo se vivieron esos días, expresó que “las sensaciones de miedo eran constantes y en distintas situaciones. Como cuando miras la inmensidad del océano, que lo único que uno quiere ver es tierra y ves que los otros barcos que vienen detrás tuyo se van. La segunda vez que me agarró mucho miedo fue cuando la balsa mía no se abrió pero eso lo pensas después, en ese momento es muy rápido todo. Cuando el barco se hunde, cuando pinchás la balsa, cuando pasa el avión y nos ven que eran las dos o tres de la tarde, se hizo de noche y nadie venía a buscarnos”.

En este punto, Novillo comentó que “fueron constantemente choques psicológicos pensando que era el fin. Estuve casi dos días naufragando. Cuando nos encontraron teníamos la cara violeta del frío, cada vez que venía una ola nos mojaba y ver a los quemados que se estaban muriendo. Todo eso pasa muy rápido. Había cuatro quemados que estaban en medio de la balsa. Uno de ellos, lamentablemente, al otro día de que lo rescatan murió dentro de un baño. Hay que dar las gracias a Dios de que los familiares lo pudieron enterrar y tener un lugar donde ir a ponerle flores”.

Un pequeño museo que posee Abel Novillo con recuerdos de la época

La balsa que nunca apareció

Cerca del final del reportaje, Novillo contó otra historia de aquel día: “cuando estábamos haciendo nuestra balsa éramos tres, al rato pasó una balsa diciendonos que fueramos para allá y que nos tiraramos en esa balsa porque la nuestra no se abría. Entonces le hicimos señas de que no, de que nos quedábamos porque estabamos tratando de abrir la nuestra y nunca más apareció esa balsa. Reitero: nunca más apareció” explicando cómo de alguna forma salvaron sus vidas.

Posteriormente, añadió que “una vez, me encuentro en la casa de los padres del Vasco Amesgaray y les cuento esta historia. Ellos conocían a la madre que vivía de uno de ellos (de los que se encontraban en la balsa que nunca apareció) que vivía en Capital Federal y ellos me dijeron que les cuente que les íbamos a devolver años de vida, en vez de quitarselos. Ellos mismos desde su casa la llamaron y me hicieron hablar con ella”.

Finalmente, Novillo subrayó que “ella me agradecía constantemente ya que yo les conté toda la historia de que él había saltado vivo del Crucero General Belgrano y lamentablemente nunca apareció. Pero ellos me agradecieron toda la vida por haberles contado eso. Cuando conté esto me vino una paz muy grande” concluyó.

Dos medallas: una de Abel en Malvinas y otra que perteneció a su abuelo (se la entregó antes de morir en la Primera Guerra Mundial)
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