En defensa de la Agricultura Familiar, “productores y productoras del Oeste Pampeano decimos ¡presente!”

En defensa de la Agricultura Familiar, “productores y productoras del Oeste Pampeano decimos ¡presente!”
27 Enero, 2020 a las 15:00 hs.

Somos más de 80 familias rurales de los Departamentos de Chical Có, Limay Mahuida, Puelén, Curacó, y Loventué que nos dedicamos a la cría de chivas con producción de derivados lácteos y conservas, la apicultura y la hortícultura.

El día 8 de febrero en la localidad de Santa Isabel nos encontraremos para seguir construyendo colectivamente la defensa y crecimiento de la Agricultura Familiar.

Los ejes de trabajo serán Economía Popular, Soberanía Alimentaria, Producción, Comercialización y Valor Agregado.

Construir una #ArgentinaSinHambre requiere del rol protagónico de la Agricultura Familiar. Es necesario apoyar la producción de alimentos frescos, sanos y a precios justos, desarrollar la economía popular y fortalecer las economías regionales ante la concentración del consumo en el supermercadismo y la concentración de la tierra en pocas manos.

¡Defender el Atuel también es defender a los y las productoras del Oeste Pampeano! ¡Por una agricultura con agricultores y agricultoras, sin más desarraigo!

¿Por qué nos organizamos?

En nuestro país, y en varios lugares del mundo, durante la aplicación de las políticas neoliberales de los 90, los agricultores familiares fueron los que se vieron más afectados con el alejamiento de muchos del campo, lo que implicó el desarraigo y un deterioro creciente en su calidad de vida. Así las grandes cadenas agroalimentarias dominadas por las grandes empresas trasnacionales restringieron, la emergencia de actividades alternativas de las explotaciones familiares más chicas, enfrentándolas a la adopción de tecnologías de última generación, con alto requerimiento de capital, limitando al mismo tiempo estrategias diversificadas basadas en la flexibilidad que tradicionalmente proveía el trabajo familiar, permitiendo actividades que aportaban financiación para la realización de otras.

Esto se ve reflejado en el último Censo Nacional Agropecuario: entre 1988 (fecha del anterior relevamiento) y 2002 el número total de explotaciones agropecuarias disminuyó en cerca de un 21%, a la vez que se incrementó el tamaño medio de las que continúan en actividad. En la región pampeana, la pérdida de unidades productivas alcanzó niveles todavía más altos (25.6%). Si se consideran los distintos tamaños de explotaciones, se observa que la disminución adquiere su mayor expresión (26%) entre las unidades de hasta 200 hectáreas. En total, estos estratos – en los que comúnmente se ubican las explotaciones de tipo familiar – registran 75.293 unidades menos que en 1988, lo cual representa cerca del 93% de la disminución total de explotaciones, indicando que el desplazamiento se condensa principalmente en las unidades de menor superficie.

Para este modelo no cuenta el pequeño y mediano agricultor, aquel que aún está afianzado a su terreno, con una cultura propia y para el que el desarrollo incluye no solo una mejora de su necesaria estabilidad económica, sino el respeto y consolidación de pautas culturales, familiares, sociales, ecológicas y de arraigo a un entorno que el modelo industrial desatiende o directamente amenaza.

Frente al actual modelo de los agro negocios que promueve la concentración de la tierra, la producción y las riquezas, que arroja al desarraigo de miles de familias agricultoras, que encarece el precio de los productos agropecuarios, cobra vigencia el rol de la Agricultura Familiar como promotor de un mejor nivel de vida, generadora de empleos, que ponga freno al éxodo permanente de los pobres del campo a las ciudades y que apunte a garantizar la soberanía alimentaria.

Frente al predominio de los agro negocios, que promueve una agricultura sin agricultores, sin familias y sin cultura rural, que arrojan a las sociedades a hambrunas que están dando lugar a sublevaciones en varias ciudades del mundo frente a los gobiernos subordinados al dominio exclusivo de los mercados se hace necesario revalorizar la importancia de la agricultura familiar como un tema de primer orden en la agenda.

Existen rigurosos estudios que demuestran que las naciones que alcanzaron elevados niveles educacionales, mejoraron sus condiciones de salud, calidad y esperanza de vida y lograron una elevada renta per capita optaron por la reforma agraria y fortalecieron una agricultura basada en el trabajo familiar mientras que las naciones con los mas bajos índices de desarrollo humano presentan un fuerte predominio de su agricultura terrateniente y utilización del latifundio en el marco de una agricultura cada día mas intensiva y especulativa.

Ante una estructura actual del campo argentino con 35.000.000 de hectáreas que están en manos de 936 dueños (35.000 hectáreas cada uno); mientras que 2.300.000 hectáreas están en manos de 137.000 propietarios, a un promedio de 16 hectáreas cada uno. Y frente a la “patria sojera”, que en su avidez de máxima rentabilidad, mentalidad propia del capitalista, además de explotar el sacrificio de la peonada a su servicio, daña seriamente la tierra con toda una serie de agroquímicos y por falta de rotación de los cultivos, se erige como alternativa la agricultura familiar, campesina, que genera 35 puestos de trabajo genuinos por cada 100 hectáreas, que garantiza la diversidad productiva, el abastecimiento de mercados locales, el desarrollo de la identidad cultural y la protección y el uso sustentable de los bienes naturales.

Esta es una oportunidad para redefinir las estrategias de desarrollo en función de la agricultura campesina indígena, el pequeño agricultor que vive en su predio, el trabajador rural. Esa estrategia debe contar como actores fundamentales a las organizaciones campesinas, destinar recursos a créditos y subsidios que mejoren la infraestructura comunitaria, productiva y de servicios sociales en el campo profundo, detener los desalojos de familias campesinas e indígenas, planificar la redistribución de la tierra y el repoblamiento del campo, garantizar la producción de alimentos sanos para la población y centralizar en el gobierno las exportaciones para regular los precios internos y redistribuir los ingresos.

Esto significará que el Estado debe reconocer a la Agricultura Familiar como sujeto indispensable del desarrollo agrario, y por tanto de llevar adelante políticas activas en su beneficio. Estas políticas, que como decíamos más arriba deben partir de garantizar el acceso a la tierra a los agricultores familiares deberán tener como norte estricto la preservación de los recursos naturales y del medio ambiente.

Contactos: 2302-664769 (Jesús) / 2954-228274 (Alejandra) / 2302-604959 (Carlos)

Cooperativa La Comunitaria – MTE Rural Regional La Pampa – UTEP (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular).