Una triste historia: Se quedaron sin trabajo y pasaron las fiestas al reparo de un Caldén

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1 Enero, 2019 a las 23:44 hs.

Viajan a dedo desde San Luis hacia Neuquén. En Telén quedaron varados y allí, a la intemperie, pasaron el Fin de Año y Año Nuevo



Un joven junto a su pareja y un bebé de un mes, pasaron fin de año en uno de los accesos a Telén. Se quedó sin trabajo en San Luis y decidió regresar a dedo a la casa de su madre en Centenario, Neuquén, pero el fin de año, junto al año nuevo, lo pasó en la localidad oesteña, al reparo de un caldén.

Como si se tratase de un partido de mundial, las horas previas a recibir un año nuevo- el de anoche fue el 2019 – nos encuentra a casi todos acomodados y las calles y rutas, sin importar la hora, todas desiertas. Cada uno busca reencontrarse con familiares para comulgar esos segundos en cuenta regresiva que suele mostrar la pantalla de Crónica TV para esperar que esta vez el reloj nos muestre esa hora redonda de las 12 de la noche y deje atrás un año par para iniciar uno impar que, siempre, o casi siempre, queremos que sea un poquito mejor.

Faltaban apenas minutos y un caldencito, en uno de los accesos a Telén, cobijaba – la noche refresca y el viento lo hace sentir – a una pareja: ella tiene unos 18 y el unos 25. No están solos, o no tan solos, entre unas frazadas, está Pedro, prendido a la teta, con su apenas mes de vida.

“Estaba en Buenos Aires trabajando en un circo y hace un tiempo me fui a probar suerte a Merlo, San Luis. Trabajaba en una constructora y vivíamos en unos container. Me echaron como rata y desde hace tres días que ando a dedo, no tengo celular”, contó Alexander Astete a InfoHuella.

El reloj no sabe de treguas y mientras los minutos pasan, Centenario, Neuquén, el lugar de destino, queda cada vez más lejos, cada vez más inalcanzable.
Llegaron a dedo hasta Telén y allí no les quedó otra que pasar el año nuevo abajo de un caldén, esperando que el 2019 venga con aires de suerte para que alguien los arrime hasta el pueblo donde vive la madre de Alexander.

Arriba de una dura mesa de cemento, que está junto a unas dos o tres parrillas, la chica estaba acostada, y tapada con las frazadas que envuelven a Pedro Leonardo, de apenas un mes. Sentado, también a la par, estaba Alexander, con una campera y un jeans roto. Una de sus piernas cuelga de la mesa, sin tocar el piso y, pese a que habla lo justo y lo necesario, la mueve insistentemente, como intranquilo. “Hace tres días que venimos a dedo. Unos pastores evangélicos nos han ayudado, nos llevaron a dormir a su casa y nos compraron pañales para el bebé”, dice.

Ya no hay nada que hacer, el 2019 transita sus primeros minutos y luego del chín chín, parecen activarse algunas células vivas que tiene eso que llamamos el Estado. Llegó un móvil policial y los cargó. Luego de la identificación de la pareja – el bebé no tiene documento y lo único que tienen encima es una constancia de la cesárea – los esperaba una vivienda de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen para pasar la noche.

Esperemos que el arranque de 2019 quizá les traiga bajo el brazo un buen comienzo para continuar el viaje.