Una amistad que nace en Queso y Dulce

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20 Julio, 2017 a las 19:45 hs.

Una tradición argentina que hoy se celebra también en España, Brasil y Uruguay.



Vemos a Aldo Iranzo y Hugo de Dios que se saludan afectuosamente por el día y damos por sentado que su amistad nace en Queso y Dulce.

Aldo nos muestra una foto de tercer grado Escuela 66  y nos comenta que la primera vez que se vieron tenían cinco años y fue en  Jardín de Infantes. Y se ríen cuando sacan cuentas que ya han pasado más de 45 años y se viene a su mente una imagen de chicos muy linda, éramos nuevos nos mirábamos con miedo. Aldo el más alto y Hugo el más chiquito.

 Surgen nombres y recuerdos, Carlitos San Martin, Pablo Falcón, Pepino, Eduardo Cufre, Esteban, Roxana, Kelly y tantos otros.

La magia del patio de la escuela a la hora de los recreos, donde había mucha tierra y poco cemento, muchos árboles ideales para jugar al zorro. Los dos cero deportistas  pero coinciden en las plantas de mora y en la calidad del tiempo compartido.

Hugo por ser el más pequeño, le usaban el guardapolvo para guardar las moras y era el último en tomar la leche porque como las tazas eran de aluminio se quemaba. Por eso era el único que iba con vasito de plástico para poder tomar la merienda con sus amigos.

Aldo recuerda con mucho cariño a los ángeles de la escuela los queridos  porteros, Pirincho Nogueira, Olga Córdoba y Don Enrique, siempre los compara con ángeles que los cuidaban y les tapaban las macanas que se mandaban, había mucha inocencia siempre con buen humor y buen trato. A veces se ponían a jugar cuando faltaba uno.

Gracias a su no muy buena conducta y sus notas no muy brillantes , Aldo no termina la escuela primaria en la 66,  su mama Amelia Rodríguez, docente de la escuela  lo cambia a La Capilla, con el padre Hugo Izurieta del cual considera que ha sido una de las personas que le marco la vida.

Después de la primera formación de Queso y Dulce formada por  Daniel González, Mochi Ribeiro, Sebastián Gonzales, y Aldo Iranzo,  por motivos personales Mochila se aleja y entra Hugo. Se vive una época muy linda con Antu Piñen  un bar famoso por los chicos de veterinaria y todos los  universitarios donde  los fin de de semana tocaban antes y después del boliche.

En aquel tiempo Hugo tenia una de las primeras canelitas que arrancaban a pedal y junto a otra zanella que les prestaba Alejandra , esposa hoy de Aldo , transportaban los instrumentos desde la casa de la abuela Coca en la calle 104 y 25 hasta la 15 y 18.  Y las carcajadas surgen cuando recuerdan a Sebastián que llevaba su bata de cinco cuerpos  (los bombos de pie, los dos tones, la chancha, redoblante, palillos, la alfombra) todo en su bicicleta musetta. 

Recuerdan las ganas de tocar y el sacrificio y la gente que los ayudaba, como Marcos Cabrino y Tony Vitale que les prestaban los equipos para tocar en sus primeras actuaciones.

Se compartía todo, tenían épocas buenas como malas, y viene a la memoria una noche de invierno  mucho frio donde llegan a casa de Hugo y encuentran a toda la familia llorando. Y nadie decía nada, era un llanto de alegría pues Hugo se había ganado un 0 km.  Así que queso y dulce formaba parte de esas alegrías.

Hugo reconoce que en las épocas malas se había atrasado en ese plan, y si te retrasabas perdías todo el plan, y con las actuaciones de los quesos pagaron las cuotas. Por eso el 147 del negro también es un poco Dulce.

Cuando se le pregunta a Hugo sobre Aldo piensa en él  como un hermano, un grande físicamente y del alma y no se hace la idea y no quiere tampoco pensar su vida sin ese compañero que le regalo la vida. Además de ser buena persona, Aldo es renegador, insistidor, se aferra a algo y hay que hacerlo y por sobre todas las cosas es un creativo y sabe escuchar que es lo mas importante en un músico y amigo.

En palabras de Aldo, Hugo tiene un corazón gigante, vos lo miras a la cara y decís este tipo es bueno, más allá de las cosas vividas yo creo que cada experiencia  que me toco vivir con él fueron únicas, ya sea por el barrio que nos toco compartir, una hermandad con Hugo. El como músico un virtuoso, el a veces se conformaba con tan poco que creo que hubiera logrado más si se hubiera soltado.

Con él ha compartido desde un cigarrillo, un trago, la música, los amigos como Daniel González y Carlitos Ruiz.

Agradecidos por la amistad, hoy que han pisado los 50 nuevamente la vida los encuentra soñando con la vuelta a los escenarios. Cuando se les pregunta qué momento les gustaría revivir los dos no lo dudan.

Ensayos en el Viejo Galpón, con las luces apagadas a las 3 de la mañana.

Un barco frágil de papel, 
parece a veces la amistad 
pero jamás puede con él 
la más violenta tempestad 
porque ese barco de papel, 
tiene aferrado a su timón 
por capitán y timonel: 
un corazón. 

Y se van como vinieron, caminando, abrazados, recordando y soñando.