La deuda millonaria que el Gobierno Nacional mantiene con la provincia de La Pampa en concepto de coparticipación expone con crudeza el impacto de un ajuste económico regresivo que castiga especialmente a los territorios del interior. No se trata solo de cifras: detrás de ese número se esconde una visión política que margina, ignora y degrada el federalismo.
El presidente Javier Milei ha encabezado una campaña sistemática de desprestigio hacia los partidos políticos y las instituciones representativas. En ese contexto, sectores de la sociedad han sido arrastrados a celebrar lo que en realidad es una política de hambre y exclusión, disfrazada bajo el ropaje de la “antipolítica”.
Desde las dirigencias partidarias y de las entidades intermedias, no debe haber lugar para la culpa ni el repliegue. La legitimidad del trabajo político no debe ser puesta en duda. Por el contrario, es fundamental revalorizar el rol de las cámaras legislativas —nacionales y provinciales— como espacios esenciales para sostener un modelo de desarrollo que ha dado resultados concretos en lo comunitario, cultural y laboral. Muchas de las estructuras que aún funcionan en el país existen gracias a ese entramado institucional.
En ese marco, La Pampa sostiene un rumbo que busca equilibrio real. Resulta paradójico que, mientras el presidente reivindica un supuesto equilibrio fiscal, desfinancia a una de las provincias que históricamente ha demostrado orden y responsabilidad en la administración pública.
El riesgo no es menor: si no se abren instancias de debate político que limiten los excesos del Ejecutivo nacional, el país puede ingresar en una crisis profunda. Incluso podrían verse amenazadas conquistas fundamentales como la paritaria permanente del sector público.
La dirigencia pampeana no está dispuesta a resignar los espacios ganados. Muy por el contrario, reafirma la necesidad de ejercer la política con compromiso y determinación, como única vía para sostener los derechos conquistados y proyectar un país más justo.
No se trata de resistir desde la queja, sino de actuar con convicción. Porque la militancia y el trabajo territorial son las herramientas más efectivas para revalidar liderazgos, recuperar legitimidad y volver a enamorar con una propuesta ideológica clara.
Frente a un contexto adverso, la esperanza no es una ingenuidad: es un motor esencial para seguir construyendo desarrollo, bienestar y trabajo digno. La Pampa —como tantas otras provincias— tiene historia, capacidad y convicción para no dejarse avasallar. Y también para liderar el camino hacia una Argentina más equitativa.