“No voy a sacar los pies del plato de la UCR”, aseguró el intendente de General Acha, el radical Abel Sabarots, al portal Letra P, y dio un mensaje al peronismo y a la propia tropa de la UCR. La frase dejó un metamensaje aún más contundente: confirmó que en La Pampa la política provincial sigue siendo un baile entre dos. Dos campos bien separados e identificables: el peronismo y el antiperonismo. Una frontera que separa dos mundos bien definidos a pesar de la reciente y abrupta irrupción de los libertarios a nivel nacional. Puertas adentro de La Pampa, se está en un bando o en otro.
Las palabras de Sabarots, en pleno enero cuando no pasa mucho, fue además un mensaje a los intendentes, y dirigentes del radicalismo del norte que veían con desconfianza los coqueteos entre el jefe comunal y el gobernador Sergio Ziliotto. Era evidente la buena relación entre el mandatario respaldando con obras la gestión local y el intendente apoyando el concepto del Estado presente.
Para el peronismo, que Sabarots haya blanqueado su postura, sirvió para enterrar la idea sugerida en su momento por Ziliotto, y tomada por otros sectores, como el marinismo, de conformar una amplia alianza anti-Milei que mechara, a la manera del oficialismo de Córdoba y de otras provincias, el Justicialismo pampeano con dirigentes radicales (no la UCR) críticos al presidente.
La política provincial, la que disputará los cargos ejecutivos del 2027, tiene una configuración; y las adhesiones nacionales, las que se jugarán este año en las legislativas, otra. Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. En la legislativa nacional se da un escenario de tres tercios (peronismo, libertarios y radicales) que juegan los cargos a diputados nacionales. Pero en las provinciales, pasamos al viejo esquema bipartidista, o bicoalicional. El tercio libertario y el tercio radical no suman entre si. En esta dos más dos no es cuatro. La política en La Pampa es moderada y conservadora en términos políticos y si bien da para aventuras, tampoco se permite cualquier cosa.
La ratificación de esa baile de dos queda ratificada cuando dirigentes radicales como “Poli” Altolaguirre o del Pro, como Martín Maquieyra, hablan de esa “gran alianza opositora” en la que estén todos adentro. La novedad ahora es el plan de sumar todo lo que no sea afín al PJ. Aunque termine por mezclar el agua y el aceite. O la UCR crítica a Milei termine atragantada con los libertarios adentro. El objetivo es ganarle como sea al peronismo.
En este escenario, no está permitido sacar los pies del plato tanto para la dirigencia del peronismo como del radicalismo, siempre hablando de primeras y segundas líneas. Hasta se le hace difícil al Pro, ya tentado en hacerlo, sumarse a las filas de Milei. Si es difícil pasarse de un partido a otro, peor es de un campo al otro.
Por supuesto que hay casos puntuales, marginales o periféricos de quienes migran o transmutan políticamente. Tenemos pymes familiares como la de Tierno (pasando de ministro del peronismo a aliarse con radicales y macristas a los que defenestró en su momento), oportunistas como Juan Carlos Passo (de senador radical a un partido vecinal, trabajar luego para el GEN y volver a la UCR) y calculadores, el caso de Martín Matzkin (operador del Pro, y de algún sector peronista, y ahora funcionario de Milei).
Pero es difícil saltar de un campo a otro y salir indemne. De ahí que los cambios sean siempre moderados.
La política pampeana está cada vez más está definida entre peronistas y antiperonistas. Sobre todo este segunda campo antes atomizado y ahora dispuesto a todo. Por lo que parece, saltando cualquier resultado en las legislativas de este año, todo va encaminado a que en 2027 esos dos planetas terminen chocando.