Pico en los 80: ¿Vamos al cine de los italianos?

Pico en los 80: ¿Vamos al cine de los italianos?
4 Febrero, 2024 a las 10:00 hs.

Hoy vamos a hablar sobre el cine. Y en General Pico. En los años ochenta, el cine fue la ventana al mundo de muchos jóvenes y un acceso a la cultura pop que predominaba en ese momento con la aparición de tantos íconos. Pero el cine también está ligado a la historia de la ciudad. Tanto que hoy, en una época en que la mayoría de las salas han desaparecido, en el centro piquense dos continúan vigentes dos. Son los “cines de los italianos”.

La mejor sala de todas

Vamos a dividir esta historia en dos: en los cines de la ciudad, en las películas que marcaron nuestra juventud. Fue en los ochenta que la Asociación Italiana XX de Settembre inauguró su segunda sala: la del moderno y flamante Cine Teatro Pico. Para entonces en General Pico había tres salas: el Cine Ideal, el Cine Centenario, muy venido a menos, y el Gran Pampa. Este último, inaugurado el 5 de junio de 1969 es una institución de la ciudad.

A fines de los setenta, el dueño del Ideal, que quedaba en la calle 17 al 937, decidió venderlo a “los italianos”. La Asociación (por entonces estaba como presidente Segundo Bonessi) quería levantar una sala de teatro para espectáculos y eventos culturales, ya que no la había de esas dimensiones en Pico.

Y así nació la idea de la “mejor sala de La Pampa”. No fue de un día para el otro. Se trató de una inversión costosa. En 1979 se compró el Ideal y se lo remodeló completamente. El recinto tenía 640 butacas y cortinados de tonos azules, se puso a nuevo el pulman y el escenario y además le incorporaron un microcine en la planta alta. Los millones que costó solo los italianos lo saben, y hasta tuvieron que poner de su patrimonio como garantía.

Fue una sala de punta para la época. Uno entraba y se quedaba admirado. No es que el Gran Pampa no lo fuera. Lo era. Pero esta era otra cosa. Hasta sentarse en esas butacas, que recuerdo cómodas y lisitas al tacto, era increíble.

El 6 de noviembre de 1980 se inauguró. El diario indicaba que “el hecho se convirtió de por sí en uno de los de máxima trascendencia en los últimos tiempos”. Hasta se tuvo que cortar la calle por la cantidad de gente que asistió. Desde ese momento la sala del teatro se convirtió en lugar destacado para actos y presentaciones. También llegaron obras teatrales nacionales con las que desfilaron Moria Casán, Dario Víttori, Luis Brandoni y Martha Bianchi y Miguel Angel Solá y Soledad Silveyra.

Por supuesto que el Gran Pampa siguió siendo la principal sala. En septiembre de 1988 se le colocó una nueva cartelera luminosa cuando se estrenaron las películas Rambo III y Chatrán.

Las películas que quisimos

Los ochentas fueron si se quiere una época de oro para el cine en General Pico, aunque comenzara la competencia con la televisión por cable y sobre todo a mediados de la década con el VHS y los videoclubes. Pero nada se compara con el cine. Era para muchos la salida de los sábados a la noche o de los domingos a la tarde, sobre todo para los más chicos. Era un ritual sacar la entrada, hacer la cola, elegir entre las pocas golosinas que vendían en el kiosco (los caramelos Mumús, los confites Sugus y el maní con chocolate) y luego ver los adelantos (le llamaban “las colillas”) y los documentales de la UFA.

Era más que una salida. Era también un evento social y sentirse parte del mundo al ver esas películas que estaban dando en Capital Federal. Era el lugar para ir en grupo entre los chicos y adolescentes, el de las primeras salidas, pero también la primera cita. La primera vez que las parejitas se agarraban la mano y se daban un beso furtivo. Después estaban las que buscaban los últimos asientos, más discretos.

El cine era una ventana a esa cultura pop que consumían los jóvenes de la época. Había bandas sonoras que estaban asociadas a las películas. Nueve semanas y media, Top Gun, Dirty Dancing o Mujer bonita son algunas que las recordamos por sus escenas, pero también por sus canciones. Y también se imponían modas, como la bicicleta de carrera y las polainas de Flashdance.

Recuerdo las salas llenas cuando daban las de Minguito y Aníbal o ET El Extraterrestre. Estaban las subidas de tono en las que te podían rebotar en la entrada si no eras mayor de 18 años. Las de adolescentes con Footlose y sobre todo las de John Hughes. Las de tiros y piñas con Stallone, Chuck Norris o Schwarzenegger. Las “chistosas” con Adriano Celentano o Bud Spencer y Terence Hill y más adelante las¿Y dónde está el piloto? o las de Eddie Murphy. Las de miedo con Freddy Krugger o Jason. Fue la época de las películas de ciencia ficción y de aventuras como Regreso al Futuro, Gremlins y la de Indiana Jones. Fue una locura ver Terminator en el Teatro Pico. Estaba además el James Bond glamoroso y naif de Roger Moore. Y también las de rusos y yankees, como cantaba Miguel Mateos. Estábamos en plena Guerra Fría y en la pantalla los norteamericanos se jugaban la supremacía cultural frente a los soviéticos. Siempre ganaban los mismos.

Y estaba el cine argentino. En las nacionales no podían faltar las puteadas y los desnudos. Fue una época en la que volvía la democracia, con todos sus debates, y se disparaba el destape después de años de censura procesista. Recuerdo en la cartelera del Cine Teatro Pico lo que generó el cartel de Flores robadas en los jardines de Quilmes. “Escenas prohibidas” que hoy las encontramos en cualquier película.

Camila fue un escándalo en 1984 para la sociedad, sobre todo la local. Había temas fuertes como La historia oficial, El arreglo (siempre funcionaban Federico Lupi y Julio de Grazia juntos) o Los chicos de la guerra. Pero también las más pasatistas, las que iban a ver todos, con las duplas cómicas como Mingo y Aníbal y sobre todo el gran Alberto Olmedo y Porcel y sus títulos subidos de tono como Atracción peculiar o las de Rambito y Rambón. Y un clásico que nunca va a morir: Esperando la carroza.

Y por supuesto, lo que tenían los cines de Pico, eran las reposiciones. Cuando no llegaba una película, te metían una vieja de Belmondo o Sandro.

Los ochenta nos dejaron cantidad de películas. Algunas han envejecido mal, otras se mantienen como clásicos, joyas del cine. Con la mayoría nos prendemos hoy si las encontramos en algún canal perdido mientras zapineamos, porque nos recuerdan la emoción que nos dieron la primera vez que la vimos. Algunas tienen sus remakes, y la mayoría nos decepcionan, a los que vimos las originales. Pero no todas. Ahí tenemos por ejemplo a Top Gun. Lo volvemos a ver a Tom Cruise sonriéndonos impecable, diciéndonos que como a Maverick, al buen cine no le pasan los años.

(NGA)

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