En sus 20 años como contratista –de los 47 que tiene de vida-, Héctor Álvarez no recuerda una granizada como la que vivió (y sufrió) anoche en la finca donde trabaja como contratista, en la calle Oratorio, entre Medrano y Tres Esquinas, en el límite entre Rivadavia y Junín; en el este de Mendoza. Son, en total, 7 las hectáreas las que tiene a su cargo, y son 7 hectáreas en las que no quedó absolutamente nada.
“Estoy matado, esto ha sido catastrófico. Algo nunca visto…”, piensa –con dolor- y con una voz apenas perceptible, que escapa de la misma boca en la que mantiene una mueca de angustia y desolación. “Esto es lo que trabajo todo el año y no me ha quedado nada. Nada de nada”, agrega.
Cuando comenzó a caer el granizo anoche en el lugar, Héctor y su familia –su esposa, Gabriela, y sus hijos, Mauricio y Lorena– estaban dentro de la casa en que viven dentro de la finca. En el lugar, el temporal duró entre 15 y 18 minutos, suficientes no solo para destruir toda su producción, sino, además, para que la piedra rompa uno de los vidrios de la ventana de Lorena y le produzca un corte en su pierna.
“Las pérdidas han sido totales, pero no de 100%. Acá decimos que han sido de 130%, por lo menos, porque no solo perdimos la cosecha de este año, sino también la del año que viene. Acá había viñedos, cerezos, olivos, durazno. Y no quedó nada”, repasa y lamenta Héctor. Y, una vez más, se queda callado.
La mañana después de la catástrofe se ven las hojas molidas sobre la tierra, las aceitunas desgajadas, los duraznos destruidos. Incluso, aquí y en otras fincas –e inmediaciones-, se ven hasta pajaritos que fallecieron como consecuencia del impacto de las piedras. “Tengo 20 años como contratista y, sinceramente, es la primera vez que veo esto”, confiesa Héctor.
Fuente: Diario Los Andes.