Especial “Historias de Malvinas”, piquenses en primera persona: “El escondernos nos costó más vidas que los propios caídos por el estrés postraumático”

Especial “Historias de Malvinas”, piquenses en primera persona: “El escondernos nos costó más vidas que los propios caídos por el estrés postraumático”
2 Abril, 2022 a las 12:30 hs.

En el marco del 40º aniversario de la Guerra de Malvinas, los piquenses que fueron parte y lucharon para defender a la patria cuentan su historia. Recuerdan detalles, personas, vestimentas y hasta el clima de aquellos días en que con unos pocos años fueron enviados a defender una batalla que ya estaba perdida.

En esta oportunidad fue Diego Morano quien habló sobre todo lo vivido desde aquel 2 de abril de 1982 hasta el final de la guerra en junio del mismo año.

En aquel entonces Diego Morano era un joven de 18 años, oriundo de la provincia de Córdoba, y formaba parte del Regimiento Infantería 25. Su lugar de ubicación era la zona de Darwin, bajo las órdenes del Teniente Estevez durante la Batalla de Pradera del Ganso que se desató el 28 de mayo de 1982.

Recuerda que salió sorteado para hacer el Servicio Militar, y de los 5 que fueron con él, 4 se salvaron, siendo el único elegido por “apto absoluto”. Luego se comunicaron con él por telefono y el 2 de febrero embarcó desde Río Cuarto en tren a Córdoba y desde ahí en avión a Comodoro Rivadavia. 

Tiempo después llegaría a Chubut donde se encontraba el Regimiento de Infantería 25. Dentro de este, Morano formaba parte del grupo C, donde se encontraba los Aspirantes a Oficiales de Reserva (AOR). Posteriormente, embarcaría en el ARA Almirante Irizar, el cual finalmente conduciría a toda la tropa a Malvinas.

En su relato, detalla que en medio de la navegación debieron atravesar una gran tormenta con olas de 8, 9 y hasta 10 metros de altura. “Nuestra misión era llegar a Puerto Argentino, la casa del Gobernador, y en esa tormenta se rompió una de las ligas que sostenía al helicóptero y no pudimos desembarcar primeros. Cuando llegamos al aeropuerto vimos que ya estaba flameando la bandera Argentina“.

Una vez en el lugar, caminaron hasta el lugar donde se embarcarían en el ARA Isla de los Estados que los conduciría hacia su destino final en Darwin o Pradera de Ganso, el lugar donde se desataron los primeros combates de la Guerra de Malvinas.

“Lo primero que hicimos cuando llegamos fue resguardarnos en una escuelita, donde después se dispuso el aeropuerto de los aviones de la Fuerza Aérea. Nuestra misión principal era resguardar ese aeródromo, por lo que empezamos a construir nuestras posiciones donde vivíamos de a dos bajo tierra, eso nos salvó la vida”.

El 1º de mayo se produjo el primer ataque inglés con aviones, y una bomba cayó en la escuelita donde se encontraba. En ese entonces murieron 12 personas y empezó la historia de la Guerra de Malvinas.

Según relató, para el 27 de mayo los ingleses avanzaban y el Regimiento 12 iba retrocediendo. “A mi jefe le ordenaron hacer un contraataque, por lo que nos alistamos, limpiamos el armamento y se agregó el grupo de la sección de José Gómez Centurión. A las 6 de la mañana del día 28 de mayo nos reunieron y nos dijeron que había llegado el momento tan esperado: ahí estábamos, en contraataque, cargando las armas, llenos de pertrechos y municiones, haciendo la marcha”, sostuvo.

Al llegar al frente donde se encontraba la sección del Regimiento 12, Estevez los hizo desplegar y sobre el mar veían “una línea de gente encolumnada que venía retrocediendo”. En principio creyeron que se trataba de tropas propias, pero luego de enviar a dos soldados a investigar descubrieron que se trataba de tropas inglesas, dándole comienzo al “zafarrancho de combate”, el cual agarro a todos fuera de sus posiciones, y duro alrededor de 5 horas en plena noche.

Por su parte, Morano asegura que el combate de Darwin fue una de las 20 batallas más cruentas que libro la Infantería británica. “Perdí a gran parte de mis compañeros, yo hoy escucho una bomba de lejos y me agacho, porque recuerdo a la fragata Arrow, que lanzaba con un cadencia de 3 disparos seguidos“.

“Siempre lo digo, yo estoy vivo porque Estevez murió, si no no se hubiese entregado y quizá hubiésemos llegado al cuerpo a cuerpo. En ese momento el Teniente Peluffo decidió levantar un trapo blanco y rendir la posición, ya que no teníamos más municiones, tampoco se retiraban ni replegaban. Fue un momento confuso porque otras posiciones seguían combatiendo y no sabíamos si seguir o no seguir. En un momento levantaron otro trapo y de a poco nos fuimos asomando desde el pozo, cuando lo hacemos teníamos a un inglés a 5 metros apuntándonos. Ahí empezó otra capítulo, porque no sabíamos lo que iba a pasar“, manifestó Morano.

Una vez capturados, todos los soldados fueron obligados a posicionarse “cuerpo a tierra”, mientras no paraban de preguntar donde estaban los heridos y fallecidos argentinos. “A culatazos y patadas nos enterraron la cabeza en el barro y no nos permitían mirar, eso duro algunas horas y alrededor de las 11 am empezamos a levantar a nuestros caídos y nos refugiamos en las barrancas con los sobrevivientes”.

“Fuimos tomados prisioneros y nos enviaron a Bahía San Carlos a un campo de prisioneros, ya con la Cruz Roja interviniendo donde estaban curando a nuestros heridos y a los heridos ingleses. Estuvimos en el buque Norland Huke dando vueltas hasta el 13 de junio que fuimos hasta Montevideo, Uruguay, cambiamos de barcos y nos fuimos a La Plata. Íbamos a Buenos Aires pero había mucha gente para recibirnos, nos escondieron y nos llevaron de ahí a Campo de Mayo donde nos acomodaron un poquito y al otro día nos enteramos de que habían capitulado en Puerto Argentino”, indicó.

Cuando finalmente pisó suelo argentino, Diego Morano pesaba solo 47 kilos y las bromas entre los sobrevivientes giraban en torno al estado físico en el que se encontraban luego de 73 días sin poder siquiera bañarse. “Al llegar nos ordenaron que corriéramos las cortinas porque estábamos en un Gobierno de facto, el escondernos nos costó más vidas que los propios caídos por el estrés postraumático”.

“Nos hicieron una nota en ATC donde no sé porqué me eligieron y me dijeron que tenía que decir tal cosa. Tuvimos un día de visita, pero mis padres no quisieron ir porque no sabían si estaba vivo, así que se ofreció un amigo y fue. Mis padres se enteraron de que yo estaba vivo, cuando me vieron por televisión no lo podían creer”, expresó.

Posterior a su regreso, los sobrevivientes permanecieron de licencia y al regresar al Regimiento, en agosto, fueron notificados de que contaban con la baja definitiva. “Nos dijeron ‘bueno váyanse a su casa, acá no ha pasado nada’ y por 10 años nos ocultaron y tuvimos más bajas en ese tiempo que durante el conflicto“.

Por último, manifestó “a partir del día en que nos dijeron que íbamos a hacer el contraataque estábamos jugados y al momento del combate eran ellos o yo, entonces no tenía mucho tiempo para pensar. Lo que se me paso en ese preciso instante era el hecho de defenderme con lo que tenía y hacer lo que se podía. Creo que lo hicimos bien, hoy lo digo con orgullo“.

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