La oposición al peronismo en La Pampa, como en gran parte del país, festejó el resultado de las PASO y la nueva “ola amarilla” y ahora esperan al 14N la gran final de este año electoral. “La oposición huele sangre”, se suele decir, ante la catástrofe electoral del peronismo. Sus dirigentes están exultantes con lo que piensan podría ser una victoria histórica en el mano a mano. Igualmente habrá que esperar: ha sido un error recurrente dar por herido al peronismo, una fuerza persistente y de renacimientos continuos. El 2017 y la remontada histórica en esas elecciones todavía está muy presente.
Ya lo dijimos brevemente en otra columna. La fórmula ganadora, el radical Daniel Kroneberger y el pro Martín Maquieyra, supieron condensar lo que quería el votante opositor al peronismo en La Pampa. El analista José Natanson indica que “aunque la principal explicación de la derrota del gobierno radica en la dificultad para lograr una recuperación socioeconómica, la oposición tuvo la inteligencia de mantener la unidad, logró ampliar su coalición e interpretar el clima de malestar”. Con eso fue suficiente en un país que vota más por rechazo que por adhesión. El rechazo en 2019 lo sacó a Macri de la presidencia, el rechazo ahora le pegó duro al presidente Alberto Fernández en las PASO.
Kroneberger-Maquieyra construyeron una lista amplia, de apertura. Complementaron perfiles. Demostraron que la marca de Juntos por el Cambio es más fuerte en el país de las coaliciones electorales y la polarización, que el escudo radical. Quienes apostaron al voto identitario perdieron. No es que ya no existan las identidades políticas, pero hoy el electorado busca otra cosa. El voto de la gente superó al de la estructura. Triunfó la lógica de las PASO.
Kroneberger tuvo la destreza de saltar la barrera impuesta por el recelo del radicalismo para frenar al PRO en La Pampa. Fue un hecho disruptivo el hacer una alianza con Maquieyra. Inesperado y apurado por el cierre interno entre líneas radicales que quería dejarlo afuera. Lo habían jubilado antes de tiempo. El dirigente al que los propios podían subestimar en la previa tuvo sentido común, constancia (fue un eterno candidato al cargo y tuvo varios renunciamientos) y moderación en su estilo. Si algunos dirigentes radicales ponen algún reparo porque tiene diálogo con el peronismo, también lo tiene con todos los sectores del radicalismo y con el PRO.
Maquieyra por su parte es una nueva generación de dirigentes. Consiguió con una jugada generosa la posibilidad de una oposición unida, lo que pregonaba Mac Allister en el desierto ante la cerrazón radical que no terminó de digerirlo. Ambos sectores resignaron un poco para ganar más de lo que se tiene. Porque si les sale bien, el radicalismo se quedaría con un senador y una diputada, y el PRO con una senadora y un diputado. Negocio para los dos.
Kroneberger y Maquieyra acertaron también en un discurso hacia afuera más acorde al clima de esta campaña (votar en contra del gobierno nacional y del kirchnerismo) que uno que le hablaba al púbico interno. Maximizó los errores del presidente, minimizó los desaciertos en todo sentido de Macri y se enfocó en el público antiperonista.
Ahora, el radicalismo demuestra su respaldo a JxC y todos se sacan la foto de los consensos para intentar derrotar al peronismo. Por supuesto, esa unidad detrás de un objetivo, sigue escondiendo diferencias. Entre quienes piensan que deben mantener una oposición clara y dura contra el Frente de Todos, y algunos radicales que al estilo Manes quieren una postura más moderada.
¿Se rompe así el síndrome del eterno segundo y el internismo radical? Habrá que ver con el desarrollo de la campaña y lo que queda hasta 2023. ¿Acompañarán los otros sectores esta campaña con un espíritu de amplitud o nuevamente se cerrarán en apoyar solo al candidato propio? ¿Tomaron nota de lo ocurrido el domingo de las PASO?
La oposición busca revalidar el resultado conseguido en las PASO el 14N. Pero todavía no está nada dicho. Enfrente tiene al peronismo.
