Tucumán: la historia de superación de Micaela, fue madre a los 16 años, crió a su hijo sola y vendió pan casero durante años para recibirse de pedagoga

Tucumán: la historia de superación de Micaela, fue madre a los 16 años, crió a su hijo sola y vendió pan casero durante años para recibirse de pedagoga
19 Agosto, 2021 a las 09:05 hs.

Desde chiquita soñaba con convertirse en “maestra”. Tiene su puesto en la “Plaza Evita”, cerca del centro de la capital de Tucumán.

En Tucumán al pan casero le decimos “bollo” y saber hacer la masa, amasar y hornearla para que salga rico es un arte que sólo unos pocos, con mucho esmero y algún secreto, logran conseguir. Micaela Ricci conoce ese secreto, tiene 25 años y un hijo de 8, se crio en un barrio llamado Obispo Piedrabuena muy cerca del parque 9 de Julio en la capital tucumana. Para ella, no es extraño que su casa esté llena de bolsas de harina, grasa, chicharrón (ingrediente que algunos clientes exigen para un buen bollo tucumano) y levadura. Siendo la mayor de cuatro hermanos, hija de un empleado de comercio y una artesana, el trabajo siempre fue parte de su día a día.

La vida nunca fue fácil para Mica, a los 16 años se convirtió en madre soltera y a cualquier sueño que ella tenía para su futuro sumó un compañero de ruta y mayores responsabilidades que podrían acobardar a cualquier viajero. Sin embargo retroceder jamás estuvo en sus planes. Soñaba desde muy pequeña convertirse en “maestra”, una especialista en enseñar. “A mí siempre me gustó todo lo que tiene que ver con la educación, desde chica jugaba a la escuela, a enseñar. Cuando terminé el secundario busqué estudiar como maestra de grado pero como ya tenía un hijo y no quería dejarlo solo, me puse a averiguar alguna carrera que se adaptara a mis tiempos. Decidí cursar en la facultad de Filosofía y Letras, ‘Ciencias de la Educación’ para Pedagoga”, cuenta mientras las masas para el pan casero comienzan a leudar.

La joven tiene un puesto de venta de pan casero en “Plaza Evita”. (Foto: TN.com.ar).

Siempre con la ayuda de su familia, emprendió un camino que parecía imposible para cualquiera, sumado al hecho de ser madre soltera desde muy joven la situación económica no era la mejor. “En ese momento accedí a la Beca Bicentenario y me pagaban unos $700 al mes que me servían para comprar algunos libros. Me acuerdo que vendía cosméticos, trabajé en el comercio, alguna vez en un boliche como cajera, como empleada doméstica en casas y en un call center, pero estaba agotadísima mentalmente. Así que decidí vender pan casero en la esquina de una plaza para poder manejar mis tiempos y costear la facultad, hasta que nos alcanzó la pandemia”, relata. Micaela hace un punto en la entrevista, mira fijo con sus ojos verdes penetrantes, “paró la pelota” -como diría cualquier argentino- y lejos de acobardarse ante la adversidad, decidió que iba a recibirse de pedagoga solo con la venta de bollos, tortillas rellenas y rosquetes o como se diría en cualquier parte de la argentina, ofreciendo pan casero.

“En realidad siempre estuve acostumbrada a trabajar, vender bollos (pan casero) para mí es un trabajo normal, mi madre fue la que comenzó con el negocio y vendía. Al principio me costaba un montón, fui aprendiendo a amasar, a hacer una tortilla rellena a la parrilla, fue duro, pero mi meta siempre fue llegar a recibirme de Ciencias de la Educación, Pedagoga”, detalló.

Micaela fue madre de Mateo cuando tenía 16 años. (Foto: TN.com.ar).

Mientras Mateo, cómo ella bautizó a su hijo, abraza a su madre y juega alrededor de una inmensa mesa repleta de masa cruda, lista para hornear, Micaela cuenta sin pausa cuáles eran las tentaciones con las que se encontró en el camino.

“Me pasó que en un tiempo vendía muchos bollos todos los días, estaba en la disyuntiva si seguir vendiendo a gran escala o terminar la carrera, pero no, estudiar y lograr ser una profesional de lo que siempre soñé, estaba primero”.

La joven madre tiene un puesto de venta de pan casero en “Plaza Evita”, que queda en la avenida Juan B Justo al 1000, al borde del centro de Tucumán. Sus bollos, las brasas, la carpa y los libros son parte del paisaje. “Ya tengo mis clientes fijos y otros que van y vienen, me acuerdo que un chico se acercó y se sorprendió de verme estudiando. Fue como impactante para él, se puso contento, noto esto de que es sorprendente ver a alguien que vende bollos y generalmente se cree que no les queda otra, no se piensa que podría estar estudiando, haciendo una carrera”, dice.

Finalmente la “bollera de Plaza Evita” como algunos clientes la identifican, desde su experiencia deja un mensaje: “Siempre que uno quiere se puede, y yo quisiera decirle a las madres solteras, a las que desde la adolescencia enfrentaron esa situación, quiero que sepan que siempre se puede elegir, con esfuerzo y sacrificio, se puede. Es importante poder elegir lo que a uno le gusta. No importa el tiempo que uno se demore. Yo amo enseñar, hoy me convertí en pedagoga y todavía no caigo. Quisiera investigar, adoro el ámbito de lo no formal y poder dedicarme a eso. Colaborar con la Ciencia de la Educación”, concluye Micaela mientras el aroma a pan casero comienza a invadir el ambiente.

Fuente: tn.com.ar

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