Por Norberto G. Asquini

9 de junio del 56: los que se salvaron por poco de ser fusilados

9 de junio del 56: los que se salvaron por poco de ser fusilados
9 Junio, 2021 a las 18:30 hs.

La Pampa pudo haber sufrido un baño de sangre en la llamada Revolución de Valle, ocurrida el 9 de junio de 1956, cuando varios de quienes participaron estuvieron a punto de ser fusilados. Los detenidos por ese hecho, que quedaron en la mira de la dictadura militar, pudieron salvar sus vidas, aunque nunca quedó bien en claro gracias a quién.

Cuando se produjo el movimiento peronista para que se terminara la proscripción y se convocará a elecciones libres, la dictadura puso en marcha la ley marcial por la que fueron fusilados varios de quienes participaron. En total la represión ilegal tuvo como saldo los crímenes de 32 personas (16 asesinados durante los hechos, entre ellos 9 civiles detenidos ilegalmente como fue el caso de los ejecutados en los basurales de José León Suárez, y 16 fueron fusilados posteriormente una vez detenidos). Entre los ejecutados estuvo el teniente primero Jorge Noriega, nacido en Ingeniero Luiggi.

El levantamiento estalló en Buenos Aires, Rosario, La Plata y La Pampa, pero solo en Santa Rosa triunfó durante 10 horas. Cuando las tropas leales al gobierno avanzaron desde Toay y los aviones bombardearon Radio Nacional el domingo 10 a la mañana, y sabiendo por la radio que estaban fusilando, quienes encabezaban el levantamiento escaparon o se ocultaron.

El capitán Adolfo Philippeaux y el sargento Nicolás Navarro partieron hacia San Luis en auto. Cerca de Villa Mercedes el vehículo en el que iban fue rodeado y tiroteado hasta que se rindieron. El abogado Agustín Nores Martínez y José Regazzoli buscaron refugio en casas amigas y luego fueron detenidos.

Fake news y condena

El día 11 ya se sabía que habían fusilado a varios de los que habían participado y a Santa Rosa arribaron diez oficiales, que integraban el Tribunal Militar para juzgar a Philippeaux y el resto de los militares rebeldes. El gran temor de los que pasaron esos días en prisión era la posibilidad de que también fueran ejecutados. Y estuvieron cerca.

Un rumor de entonces indicaba que un enviado del general Aramburu, que había llegado a Santa Rosa y se alojaba en el Hotel Pampa, tenía instrucciones de hacer fusilar a los sublevados, pero como eran muchos, a fin de agilizar el trámite, se emplearían ametralladoras para ejecutarlos en grupos de diez hombres.

En una entrevista realizada por Walter Cazenave en los años 80 a Regazzoli, contó aunque sin dar por sentados los hechos: “Una versión que corría era que el jefe del Regimiento fue a verlo al señor Sosa, yerno del propietario de pompas fúnebres, Carlos Campo, y dijo: “Necesito 18 cajones’. Dicen que el que insistía con los fusilamientos era (el interventor Martín) Garmendia”.

La prensa contribuía con la zozobra de los arrestados y sus familiares. El diario La Capital publicó un suelto que afirmaba que una radio de Montevideo, había informado que el día 11 a la noche había sido ejecutado Philippeaux, en Santa Rosa. La noticia resultó falsa (también había fake news entonces) porque, aunque el capitán había sido condenado a la pena capital por su participación en la revolución, la medida finalmente fue conmutada. Quedaría preso (y escaparía del penal donde estaba alojado en Buenos Aires) y le sacarían su grado militar.

Muchos años después, el militar recordaría: “El jurado estaba integrado como por quince tipos del Ejército, la Aeronáutica y la Marina. ¡Quince tipos, y yo el único preso! La principal acusación que los gorilas hacían en mi contra era haberme atrevido a armar al pueblo. Quiero rescatar algo que para mí es muy importante de esos quince oficiales de las tres armas que me condenaron a morir fusilado, a algunos se les caían las lágrimas, ninguno me ofendió o insultó”.

Un cajón preparado para el capitán

Varios se arrogarían haber intercedido ante las autoridades civiles o militares para que no se derramara sangre en la provincia. La historiadora María Sáenz Quesada relata: “El azar contribuyó a salvar al mayor Philippeaux, que fue detenido dos días después de los hechos. Esperaba en prisión que se cumpliera la sentencia que se demoró porque las autoridades locales pretendían, como en los otros casos, una orden escrita del presidente. El 11 de junio, su suegra, Emma Day de Oliva, escritora y dirigente feminista democrática, fue a la presidencia para pedirle a Aramburu por la vida de su yerno. Según Francisco Manrique, entendía la decisión revolucionaria de fusilar, pero pedía por el padre de sus nietos”.

El 11 de junio hubo pedidos de la cúpula de la Iglesia y la Corte Suprema para terminar con los fusilamientos. Ese día se publicó que las sentencias de muerte serían conmutadas, como ocurrió con Philippeaux. Sin embargo no ocurrió así con el general Juan José Valle, que aunque se entregó el día 12, fue juzgado en la Escuela de Mecánica del Ejército y ejecutado ilegalmente durante la noche en la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, en Capital Federal. El 13 se derogó la ley marcial.

Quienes estaban en la intervención de la Provincia también se arrogaron haber logrado que no se fusilara, si bien Garmendia sería señalado como uno de los que sugirió la idea de hacer cumplir la ley marcial durante esas jornadas.

El capitán Philippeaux, por su parte, reconoció que fue ayudado por otros militares para frenar cualquier represalia contra él: “Varios suboficiales de la base de Villa Mercedes, donde me alojaron, no querían que me mataran. Pusieron agua en el tanque del avión que me tenía que llevar a Santa Rosa y el viaje se postergó. Cuando llegué a La Pampa, acababa de ser levantada la ley marcial y eso me salvó, porque hasta el cajón me tenían preparado”, dijo en una entrevista.

Daniel James indica que la ejecución de oficiales peronistas que tomaron parte en la revuelta no tenía precedentes en la historia militar argentina y pasó a constituir parte importante de la cultura popular de la Resistencia peronista. Un cruento hecho que fue parte de los antecedentes que desembocarían en la dictadura cívico militar de 1976.

(Tomado del libro del autor “Días de odio. De la ‘Libertadora’ a la Revolución del 56 en La Pampa”, 2011)

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