- ¿Es un capricho? ¿Hay un sentimiento de omnipotencia en ellos? Psicólogos nos ayudan a entender este comportamiento.
Hablar de los jóvenes hoy es, para muchos, hablar de una generación perdida, apática, que no piensa en nada más que en el bienestar propio.
Con la pandemia, las restricciones y el incalculable número de fiestas clandestinas que se realizan en diferentes puntos de la provincia, se puso en tela de juicio el actuar de miles de jóvenes que frente al encierro, acuden a reuniones ilegales. Que realizar y asistir a fiestas clandestinas está mal lo sabemos todos.
¿Pero alguna vez nos hemos puesto a pensar qué es lo que sucede en la cabeza de esos adolescentes y jóvenes adultos que no encuentran otra salida más que la ilegalidad? ¿Se trata de un capricho? ¿Hay un sentimiento de omnipotencia en ellos?
Psicólogos nos ayudan a entender el actuar de los jóvenes que acuden a celebraciones dentro de un marco de ilegalidad.
Necesidad de contacto
Francisco Javier Viejobueno se dedica a la psicología clínica. Explica que el joven, como toda persona, es naturalmente social y necesita del contacto con el otro para poder desarrollarse. El problema -dice- es que hoy la posibilidad de encuentro con el otro se ve muy reducida y no sólo por la pandemia.
“Cuando uno le pregunta a un joven ¿dónde pensás encontrar a tu novio o novia? La mayoría responde que en un boliche, en una fiesta”, ejemplifica. “Entonces hoy -continúa- se ha perdido la posibilidad de participar en otros ámbitos, como el club, la parroquia, actividades culturales, y la fiesta se ha vuelto el lugar preponderante de encuentro”.
El psicólogo expone que en esta situación de pandemia se han dictaminado normas generales sin considerar las particularidades de cada una de las etapas del ciclo vital. Considera que los jóvenes rompen las reglas porque no han sido escuchados ni tenidos en cuenta.
Resume en tres los porqués de esta rebeldía: 1) porque están hartos, 2) porque no han sido escuchados y 3) porque tienen necesidad de encuentro con el otro y no conocen que hay otras posibilidades más allá de la fiesta.
El profesional remarca que, en este punto, cuando habla de rebeldía, hace referencia a una “rebeldía saludable”, ya que todo joven tiene que luchar por darse un lugar. “Es necesario que el joven posea algún grado de rebeldía. Hay una rebeldía natural en él, que también se da cuando no es reconocido o no es tenido en cuenta en las normas, quiere que el adulto le dé un lugar en su mundo”, asegura.
Bordear la ley
La psicóloga Cecilia Belén Benito, que se especializa en adolescentes, jóvenes y adultos, considera que transgredir una norma es una característica adolescente.
“El sujeto bordea la ley, de una manera muy impulsiva, ellos no están visibilizando que al otro le puede hacer daño”, agrega. Cuando habla de bordear la ley, Benito hace referencia a la posibilidad de caer o no en algo que puede ser punitivo. “Si yo te digo, ‘no salgás hasta las seis de la mañana’ y caés a las siete, estás bordeando la ley”, ejemplifica.
La profesional difiere con su colega, duda al hablar de rebeldía y prefiere relacionar estas actitudes con cómo se muestra al mundo esta generación. “Creo que esta generación está muy liberal y no ve consecuencias a largo plazo”, añade.
Si bien coincide en que hay un disfrute en estos actos, subraya que es a nivel inconsciente muchas veces y que el sujeto sufre también cuando “se manda una macana”, aunque lo repita más adelante. “Los jóvenes que acuden a fiestas clandestinas -sigue- se sienten libres, llevados por un colectivo social. Sienten que están rompiendo algo, innovando, marcando la diferencia”.
Fuente: La Gaceta.