Nació en Burzaco en 1910, es fanática de los mandalas y siempre se muestra preocupada por su familia. Hablamos con su nieta, que fue quien siguió de cerca su tratamiento. ¡Una genia!
Si uno busca las efemérides de 1910 se encuentra con el inicio de la Revolución mexicana, la proclamación de Portugal, con que el artista Kandinsky hizo su primera acuarela abstracta y con el paso del cometa Halley, por poner algunos ejemplos. Y si vamos al 12 de octubre de ese año nos topamos con el día en que Roque Sáenz Peña asumió la presidencia del país y, obviamente, con el nacimiento de Yolanda Gugliotti.
La familia de la Yoli -así le dicen sus queridos- es enorme. Bordadora profesional y tremenda cocinera, es la segunda de ocho hermanos y tiene un hijo de 85 (Tato), dos nietos, cinco bisnietos y ocho tataranietos. Nació en Burzaco, se mudó a Longchamps y ahora vive en un hogar para adultos mayores de su barrio natal. Se casó con Armando Mellerio, que era su vecino, pero él falleció cuando tenía 36. Desde ese entonces se convirtió en la tía adorable que todos querían un rato en su casa. “Es lo más dulce que vi en persona“, la define Daniel, uno de sus sobrinos que ama sus macarrones caseros.
A días de cumplir 110, Yolanda tuvo que atravesar una complicada: se contagió coronavirus en el hogar en donde vive. En la mitad de agosto notaron que tenía febrícula, resfrío y decaimiento. En ese momento, algunos de sus compañeros del geriátrico se sentían igual y esto coincidía con que una empleada dio positivo. Fue ahí cuando hisoparon a Yolanda y a todos los que viven el lugar.
El resultado del testeo fue positivo, pero cuando se enteraron Yoli venía hacía 10 días contagiada y sin muchos inconvenientes. A fin de mes la notaron más fatigada y la doctora que la trató le diagnosticó neumonía. El dueño del hogar llamó a su familia y su nieta Roxana tuvo que decidir si internarla o dejarla allí donde, por su diagnóstico, tenían todos los recursos necesarios para tratarla. “La decisión la tomé basada en la parte emocional. Está en su lugar con la gente que siempre la rodea, la cuida y la mima“, comentó Roxana en diálogo con Pronto.
A comienzos de este mes empeoró, necesitó más oxígeno, pero a los pocos días se levantó “re pila” y queriendo salir de la cama. Esa semana, que fue la primera de septiembre, la cosa fue distinta. La doctora volvió a tratarla y por como la vio le dio el alta.
¿Se enteró Yoli que estuvo contagiada? No mientras lo pasó, pero estuvo al tanto todo este tiempo de la pandemia porque le gusta informarse y porque, claro, no pudo ver más a sus cercanos y perdió la chance -por lo menos al principio- de seguir haciendo algunos pasatiempos que practicaba. Pasados los primeros días de confinamiento, Roxana pudo acercarle pintura para que hiciera mandalas y lana para que tejiera una mantilla a la nueva bebé de la familia.
Ni la pandemia pudo frenar las charlas entre Yolanda y su nieta. Desde que no admitieron más visitas, Roxana habló con ella por videollamadas y a veces la vio desde la vereda. Yoli, siempre atenta, le preguntó siempre por sus seres queridos, encima sin saber que para los 110 su familia planea acercarse hasta el hogar y verla a la distancia con globos y algo rico.
“Es una mujer fuerte, con un espíritu envidiable. Su cabeza tiene un poder terrible. Es una hacedora continua y a veces se encuentra con limitaciones de su cuerpo“, reflexiona Roxana, quien entiende que además hay una canción que define a la perfección a Yolanda: Honrar la vida: “Es eso, el deseo de vivir y la honra“.
Fuente: pronto.com.ar