En las páginas doradas del automovilismo

El gran legado de Hernando Gallo, su huella en General Pico y un diploma que finalmente llegará

El gran legado de Hernando Gallo, su huella en General Pico y un diploma que finalmente llegará
6 Julio, 2020 a las 10:13 hs.

Un reconocimiento de la Cámara de Diputados de la Nación para Hernando Arnaldo Gallo, una gloria del automovilismo que vivió en General Pico y que tuvo una gran trayectoria en el automovilismo, llegará a manos de su familia luego de doce años.

Se trata de un diploma otorgado en 2008, a sesenta años de la competencia conocida como “La Buenos Aires-Caracas”, en la que participó como copiloto de Juan Marchini.

Por entonces, no pudieron ubicar a familiares y la entrega quedó pendiente, hasta que hace pocas semanas, el periodista Ricardo Flaquer finalmente contactó a Elena Gallo, su hija, quien reside en Tres Arroyos.

Hernando falleció en 1994 en Tres Arroyos, donde se había radicado en la década del ’70. Formó una dupla destacada con Marchini en una época inolvidable del automovilismo nacional.

Elena es la mayor de las dos hijas que tuvieron Hernando y María Magdalena “Cuca” Beato. Su hermana María Susana, “debido a un problema de falta de oxígeno al nacer, sufrió una lesión en el cerebro”, que le ocasionó una discapacidad. Cuca, como llamaban a su madre, era docente y se desempeñó en distintos establecimientos escolares de La Pampa como maestra jardinera.

Elena Gallo y su esposo Rubén Benaventa.

Nació en General Pico, provincia de La Pampa, en febrero de 1948, el mismo año que se corrió “La Buenos Aires-Caracas”.

Su padre era empleado de la agencia Ford y allí conoció a Juan Marchini, uno de los dueños. Corrieron juntos entre 1932 y 1962, durante tres décadas; ganaron la Vuelta al Norte de La Pampa en 1936 y la Vuelta a La Pampa en 1951; mientras que en “La Buenos Aires-Caracas” clasificaron en el puesto undécimo en la general y quinto en rendimientos con motores standard. El primer lugar fue para el piloto argentino Domingo Marimón.

Al regreso de la última carrera mencionada, que se concretó en 14 etapas y abarcó poco menos de 15.000 kilómetros, los protagonistas fueron recibidos por Eva Perón. Entre ellos se encontraban Juan Manuel Fangio, Juan y Oscar Galvez.

Buena parte de la vida de Elena transcurrió vinculada al automovilismo. Recuerda que “cuando Marchini y mi padre salían en una competencia hacia el sur iban por la ruta 5. Desde Pico hasta la ruta 5 tenemos cien kilómetros, en aquel tiempo había caminos de tierra; mis padres tenían un Ford 40, mi madre manejaba, por ahí nos tocaban unas lluvias bravas, pero íbamos y los veíamos cuando pasaban por la ruta”.

Elena en brazos de su padre y Juan Marchini, con uno de sus hijos.

Las cupecitas contaban con cubiertas angostas, “como de las motos”. Comenta que “una vez que ganaron en La Pampa el promedio fue de 120 kilómetros, en esa época era una locura”. Sobre la carrera hacia Caracas, cuenta que “yo tenía meses de vida, pero después supe que ellos se fueron en octubre, dos o tres meses ¡Con esos cachirulos!”.

Las participaciones de Marchini-Gallo se extendieron hasta 1962, cuando a raíz de un accidente que tuvieron en San Antonio Oeste, provincia de Río Negro, decidieron dejar de correr.

El accidente en San Antonio Oeste, en 1962. Un hecho por el que decidieron dejar de competir.

Un período que requería que los pilotos y acompañantes tuvieran mucho conocimiento de mecánica, así como la capacidad de resolver imprevistos. Menciona un dato que refleja las habilidades: “Tuvieron el récord en cambiar una goma en camino de tierra, aproximadamente tres minutos. Mi padre se bajaba del auto cuando todavía no se había detenido la marcha y aflojaba las tuercas muy rápido, mientras Marchini buscaba la goma de auxilio. Tenían un cricke que habían fabricado ellos, con un movimiento levantaban el auto”.

En tiempos de la adolescencia de Elena, se mudaron a la ciudad de Buenos Aires. Querían brindar la mayor atención posible a María Susana por parte de profesionales médicos, ante dificultades de salud relacionadas con su discapacidad.

Terminó el colegio secundario y comenzó la carrera de Ciencias Económicas, pero poco después la interrumpió debido a que consiguió su primer empleo en la agencia de Juan Manuel Fangio, donde trabajaba su padre en el área de repuestos. Estaba ubicada en el Barrio de Constitución; “con 18 años la plata era para mí sola, dejé el estudio, estoy arrepentida mil veces pero ya está”, observa.

En forma previa, Hernando Gallo fue colaborador de Ernesto Bessone, quien tenía una empresa con las heladeras y lavarropas Drean, así como comercializaba las motos DKW.

Por su parte, Cuca siguió con su labor docente como maestra jardinera, luego vicedirectora y directora de un colegio.

“El médico que la atendía a mi hermana en Buenos Aires era el doctor San Martín -señala Elena-. Le recomienda a mi madre traerla a Claromecó, porque la arena tenía mucho hierro”. Conocieron la localidad en la primera mitad de la década del ’50, cuando todavía residían en General Pico, y “nunca dejamos de venir. Nos gustó mucho”.

En Claromecó. Hernando Arnaldo Gallo, su mujer María Magdalena “Cuca” Beato y las hijas María Elena y María Susana.

Sonriendo y con muy buen humor, hace referencia a su esposo, Rubén Benavente. “Así fue que empezamos a venir todos los veranos, con tanta mala suerte que -en enero de 1967- nos conocimos con mi marido en Claromecó. Hace 48 años que estamos casados. Es el tiempo que llevo viviendo acá”, indica.

Tiene muy presente el día en que inició su trabajo en la agencia de Fangio, el 28 de junio de 1966. Es que fue la jornada en que derrocaron a Arturo Illia de la presidencia y asumió Juan Carlos Onganía. El 8 de abril de 1971 se radicó con su esposo en Tres Arroyos.

Hernando Arnaldo Gallo junto a Juan Manuel Fangio.

Elena relata que “a Fangio lo veía casi todos los días. La empresa era de él y dos socios. Siempre me decía ‘vos que sos tuerca, vení que te voy a contar algo’. Y conversaba, hablaba de sus vivencias”.

Hernando y Cuca continuaban residiendo en Buenos Aires, junto a María Susana. Pero cuando nació Dina Benavente, la hija mayor de Elena y primera nieta de ellos, Tres Arroyos pasó a ser su lugar en el mundo. Luego la vida les regaló otro hijo a Elena y Rubén, David Benavente.

“Vinieron mis papás, mi hermana y mi abuela, porque mi madre era hija única, entonces mi abuela vivió siempre con nosotros”, afirma.

Aunque el apellido Beato es reconocido en nuestra comunidad, Cuca no había estado antes en la ciudad. Hernando, si bien se destacó en el automovilismo, también disfrutaba con otros deportes; en Claromecó resultaba habitual verlo jugar al fútbol; “se empezó a juntar con gente más joven que él, entre ellos estaba el periodista Nelson Mouhapé y le contaba sus historias de carreras. Le encantaba todo eso”. También jugó a la paleta en Club de Pelota.

En la competencia “La Buenos Aires-Caracas” clasificaron en el puesto undécimo en la general y quinto en rendimientos con motores standard

Conserva Elena una nota a su padre publicada por La Voz del Pueblo el 29 de enero de 1977. “Es una entrevista de Nelson Mouhapé”, puntualiza.

Lo describe como “medio calladito, después cuando entraba en conversación se entusiasmaba. Si no te conocía estaba quieto, luego se integraba”. Rubén agrega que su suegro “tenía un carácter tímido, pero al conocerlo percibías que era una persona extraordinaria”.

Curiosamente, aunque General Pico es donde se conocieron, formaron una sociedad deportiva y se consagraron en el automovilismo, Marchini nació en Carlos Casares y Gallo en Olavarría. Elena explica que “mi abuelo era andariego, recorría buscando trabajo. A los cinco años se fue a vivir a Pico”.

El 11 de mayo de 1951, El Gráfico le destinó la tapa a Marchini-Gallo, luego del triunfo que obtuvieron en el Tercer Premio Territorio de La Pampa.

Marchini falleció en 1978 y Hernando y Cuca viajaron en familia a acompañar su despedida. Forman parte de la historia grande del automovilismo nacional. La calle 107 de General Pico lleva el nombre del piloto, mientras que posteriormente le dieron un similar reconocimiento a Gallo.

Elena, junto a sus seres queridos, despidió a su hermana en 2010 y a su madre Cuca en 2014. Llegó la nueva generación, tres nietos, hijos de Dina y su marido Mariano.

En un pequeño cofre, tiene muchas fotos de aquellos años en La Pampa, las cupecitas, las carreras por lo general en caminos complicados y de encuentros en los que coincidían reconocidos corredores. Una tapa de El Gráfico, con la dupla ganadora, entre otras imágenes y documentos.

El cofre se abrió por la visita de La Voz del Pueblo. Elena, generosa, lo puso a disposición mientras su testimonio permitía hilvanar distintos acontecimientos, nombres y datos.

El diploma para Hernando Gallo, de la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados, expresa: “Mención especial por su trayectoria”.

Gracias a Jorge Bonomo, del Museo del Automóvil de Buenos Aires, y a Ricardo Flaquer, llegará a manos de Elena. “Es un diploma que me anduvo buscando no sé cuántos años”, sostiene Elena y vuelve a sonreír.

Detrás de esta distinción, hay una historia con capítulos memorables del automovilismo. Que incluye también a Claromecó y Tres Arroyos, donde hace más de 48 años Elena formó su familia.

El nexo que facilitó el encuentro

Carlos Castelli fue el nexo entre Ricardo Flaquer y Elena Gallo. “Me conecto con el señor Ricardo, periodista e integrante de la Asociación de Cupecitas de Turismo Carretera del ayer por intermedio de Fabiana Guillamón”, señala.

Puntualiza además que Flaquer “llama a CRESTA creyendo que es una empresa nacional que apoya mucho al turismo carretera actual. Cuando se da cuenta que es un centro de estudios, le comenta a esta señora que necesitaba contactarse con la familia Gallo”.

Le pasaron su teléfono a Castelli, porque “Fabiana Guillamón sabe que somos integrantes del Museo de Quilmes y que nos gustan mucho los autos”.

Por tal motivo, lo llama y conversan sobre el diploma para Hernando Arnaldo Gallo. “En General Pico le dijeron que creían que se había trasladado a Tres Arroyos. La coincidencia es que yo anduve en la época comercial mía en negocios con Gallo y la señora, posteriormente con la hija Elena, con el yerno Rubén. Tal es así que le di el teléfono, se comunicó y comenzó la relación entre ellos”, afirma.

Como miembro de la subcomisión de Automovilismo de Quilmes, invitó a Elena a que “si no va a poner el diploma en la casa o quiere tener un lugar en la institución, está disponible. Me dijo que tenía copas y trofeos, lo definirá la familia en su momento”.

En su análisis, Castelli subraya que el diploma es un reconocimiento a 60 años de la carrera que tuvo el trayecto Buenos Aires-Caracas-Lima-Buenos Aires, unos 15.000 kilómetros. Eran coches que mucha gente los preparaba muy estándar, para que duraran. Se usaba en esa época”, sostiene.

Hace referencia a la relación con Jorge Bonomo, a quien “conocemos desde hace muchos años”. Enumera anécdotas en las carreras de cupecitas, una plaqueta entregada a Bonomo en la ruta 3 y además menciona “las mil millas históricas, carrera en la que corrieron y ganaron Alfredito García y Raúl Campaña”.

En el Museo del Automóvil de Quilmes “hay un espacio para corredores de todas las épocas. Tenemos el auto de Taraborelli original, de Larriestra que es original con trofeos. Un lugar para Diego Vassolo, Angel Di Nezio, los hermanos De la Penna”, dentro de una nómina más amplia que también incluye elementos de Eduardo Marcos. De igual manera, tienen su lugar “los más nuevos como Carlos Herrero con el auto de rally, Marcelo González, la gente de las motos con campeones regionales y otros referentes”.

Dentro de una historia rica, un aspecto destacado es La Vuelta de Tres Arroyos, con 17 competencias seguidas entre 1950 y 1967. Fue muy importante. Acá vinieron todos los corredores, dormían en casas de familia y ahí guardaban los coches”, concluye Castelli.

Fuente: Alejandro Vis para La Voz del Pueblo (Tres Arroyos).

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