Cada noche a las 21, todo el país sale a sus balcones, ventanas y terrazas a aplaudir al sistema de salud por su trabajo para combatir la pandemia del coronavirus. Sin embargo, ese gesto no llega a todos los médicos por igual. Algunos están cansados por otras miserias que deben enfrentar, y se se enojan y entristecen ante la realidad que deben vivir -cada día- ellos y sus colegas en sus puestos de trabajo.
Ese ese el caso de Laura Cortés, médica dermatóloga del Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú y de Flemes, un centro de Flebología y Médicina Estética ubicado en el barrio de Villa Urquiza.
En una carta que difundió la profesional dice: “No necesito, no quiero más aplausos, me enojan”. Según enfatiza, quiere que se cuide y respete a los médicos más allá de los discursos o propaganda y que se les brinden los elementos de seguridad necesarios para trabajar. Además, si bien remarca que algunos hablan de una “curva aplanada” y tratan esta pandemia con aires triunfalistas, lanza: “Los de la primera línea empezamos a caer”.
Tal como describe, entre sus colegas hay miedo, soledad y desesperación. Y retruca: “Para nosotros no hay piedad, somos esclavos desnudos expuestos en la arena de un circo romano. Los políticos, dueños de una verba y una soberbia única hoy se atreven a hacernos responsables de los contagios en nuestra población. Qué triste y pobre papel, qué mirada abyecta y miserable”.
Laura Cortés concluye su carta diciendo que no quiere ser “una heroína ni ser veterana de una guerra” a la que se los mandó “sin pertrechos”. “Solo quiero volver a mi casa y abrazar a los míos”, dice, y sostiene que para eso es necesario que alguien la cuide y le brinde “toda la seguridad posible” para que pueda cumplir su rol como médica.
Esta no es la primera carta que escribe una médica al sistema político en medio de la crisis del coronavirus. La semana pasada, Estefanía Mazza Diez, una médica cirujana del Hospital Materno Infantil de Mar del Plata, difundió una carta dirigida al presidente Alberto Fernánez en la que pidió aumentos de salarios para el personal de salud, y resaltó: “Amar lo que hacemos no es sinónimo de caridad”
La carta completa
La falta de respeto por nuestra integridad y dignidad es inconcebible. Los políticos, ministros, asesores, gremialistas hablan, hablan, hablan.
Mientras tanto nosotros, los trabajadores de salud, sufrimos, nos enfermamos, tenemos miedo, empezamos a morir. No quiero más aplausos, no los quiero. Quiero que me respeten, que me cuiden, que me valoren. Carteles, propagandas televisivas y radiales, volantes por doquier. Hablan, opinan, nos señalan, nos culpan.
Mientras tanto nosotros, los de la primera línea, empezamos a caer. Para algunos el brote está dominado, la curva aplanada, “estamos ganando”. Para nosotros no hay barbijos, no hay camisolines, no hay máscaras, no hay escenarios seguros de trabajo, no hay test, no hay paz. Para nosotros no hay piedad, somos esclavos desnudos expuestos en la arena de un circo romano. Los políticos, dueños de una verba y una soberbia única hoy se atreven a hacernos responsables de los contagios en nuestra población. Qué triste y pobre papel, qué mirada abyecta y miserable.
Dejen de hablarle a la población, acérquense a nosotros, vean en qué condiciones trabajamos, en que soledad y desesperación. Escribo estas líneas y se me oprime el pecho, se me anuda la garganta. Escucho y leo la inmensa desesperación de mis compañeros, veo el miedo en sus rostros, escucho el temblor en sus voces.
No necesito, no quiero más aplausos, me enojan.
No quiero más comunicados de mi gremio. No quiero más declaraciones ni discursos. No quiero una placa que diga aquí descansa una heroína ni ser veterana de una guerra a la nos mandaron sin pertrechos, no quiero ver sufrir a mis compañeros de todos los días, no quiero llorarlos. Soy tan simple, tan sencilla que sólo quiero volver a mi casa y abrazar a los míos, sabiendo que lo puedo hacer porque alguien decidió ser digno del cargo que enarbola y se puso a mi lado y me cuidó y se ocupó de darme toda la seguridad posible para que hiciera lo único que sé hacer, lo único que elegí, lo único que amo: ser médica.