Jacinta tiene síndrome de Down y es una súper campeona en nado sincronizado

Jacinta tiene síndrome de Down y es una súper campeona en nado sincronizado
27 Diciembre, 2019 a las 08:30 hs.

Jacinta Martínez Ranceze tiene 17 años y día a día le hace frente al Síndrome de Down. Es múltiple campeona argentina y europea en nado sincronizado, individual y por equipos. Alcanzó las medallas de plata por equipo y dúo, en el Mundial 2018 y en la última edición fue medalla de plata en el solo técnico y libre.

Además, en el Open europeo este año, solo técnico y artístico, se consagró campeona, revalidando el segundo puesto de 2018. Pero para su familia y amigos es, simplemente Jachu. En 2016, Gabriela Vigliano, la vio moverse dentro del agua y la invitó a sumarse a esta nueva disciplina que la terminó por conquistar.

Reunía todos sus gustos: el baile clásico, el cual practicó desde los cuatro años, y la natación, allí en el agua, donde se siente plena. Fue con esta combinación como se abrieron nuevos caminos, nuevos aprendizajes y amigos. Otro abanico de oportunidades donde demostrar que todo es posible.

“Me encanta hacer nado sincronizado. Desde que era pequeña fui a natación. Mi mamá me llevó cuando tenía 4 años, me soltó en la pileta y yo me puse a nadar debajo del agua y ella pensó que me estaba ahogando, pero no: estaba nadando. Eso fue una parte. La otra fue cuando hice baile clásico, donde mi primer baile hice de ‘conejito’ a los 5 años. Y cuando se juntó natación con baile clásico… ‘¡Pum!’. Se formó lo que más me encanta en este mundo, que es el nado sincronizado”, describe Jacinta, quien es campeona del Open argentino 2018 y 2019.

“Un día estábamos en Mar del Plata y escuchó que había una carrera de aguas abiertas de 2000 metros de los que se estaban entrenando para el curso de guardavidas. Me miró y me dijo: ‘Mamá confiá, yo puedo’. Con el papá no sabíamos qué hacer, teníamos unos nervios..Pero cuando ella sabe que puede, puede. Así que la acompañé hasta la primera rompiente y ahí salió. ¡Nadó toda la carrera y no salió última!”, relata emocionada la madre sobre el momento que pinta de cuerpo entero quién es Jacinta. “Es buena persona, tiene buen corazón. Si a alguien le pasa algo es la primera en estar, en acompañar. Es alegre. Y cuando quiere algo, y por dentro sabe que puede, lo hace”.

Su memoria es sorprendente. Recuerda nombre y apellido de cada una de las personas que la marcaron en su vida. Profesores, entrenadores, amigos. Tampoco olvida sus rutinas, las cuales sabe al extremo. La de los entrenamientos, la del colegio, la de sus actividades y las de sus competencia. Todas. Cada canción que ella misma eligió y bailó, cada pose. Y mientras describe todo lo que hace, se ríe y disfruta. Nada tiene sentido si no lo hace. Porque de ahí saca su fuerza, de ahí aprende. Nunca sintió presión, sino confianza. Nunca vio una barrera, sino un desafío.

Tiene una vida en la que siempre encontró el respaldo familiar. Practicó baile, natación, taekwondo y hockey, no sin antes participar de catequesis y de teatro. Tampoco nunca descuidó sus estudios ni las asistencias. En diciembre recibió el título de egresada del colegio Jesús María, el cual alcanzó con un excelente promedio, sin ninguna materia pendiente.

“Estudio muy bien con todo mi esfuerzo. Me encanta estudiar un montón. Me encantan todas las materias, pero si tengo que elegir tres las que más me gustan son matemática, música e informática. Todas estas me gustan, sobre todo por los profesores. Pero también porque en el colegio estoy con mis amigas, con quienes nos queremos mucho y siempre nos apoyamos”, explica la atleta, mientras mira a la mamá y le hace señas para que la deje sola. “No te puedo explicar si está ella”, apunta. La madre ríe y se marcha.

En este momento se encuentra redefiniendo sus nuevas rutinas para el próximo año. Esos nuevos horizontes que no sabe hacían dónde la guiarán, pero sí tiene dos aspectos definidos: su continuidad en el nado sincronizado y el comienzo del Profesorado en catequesis que dura cuatro años, donde también se recibirá de maestra de nivel inicial. Además, tiene en mente estudiar en la Universidad Católica la carrera de “Formación laboral”. No hay nada que la haga dudar: si está convencida, avanza.

La protagonista, junto a Raquel, abre las puertas de su casa a LA NACION e invita a pasar a su mundo. Se muestra a gusto, transparente. Un tanto tímida, pero sincera. Frente a los flashes de la cámara sonríe, se sonroja, pero cuando comienza la sesión se desenvuelve sin temores. Posa, se ríe, sugiere. Mira a la mamá de reojo, busca su apoyo. Se distrae con su perro, lo reta y retoma. Nunca oculta su autenticidad. Si se aburre lo dice, si algo le molesta lo hace saber. Y si algo lo disfruta o un recuerdo le produce alegría, estalla con una sonrisa.

“En el Mundial de Cancún, la medalla de plata fue la que más me encantó ganar. Y también pude conocer los lugares y tocar los delfines. Pero también en el campeonato europeo de este año en Cerdeña, Italia, donde le gané a las italianas que habían sido medallas de oro el año pasado (cuando ella fue plata) y me convertí en campeona europea. Estaba toda mi familia y me vinieron a felicitar, abrazar y dar muchos besos”, recuerda respecto de la competencia en tierras mexicanas, su primer torneo internacional, el cual fue bancado ciento por ciento por sus padres.

“Me encanta todo lo que es irme de gira. Conocer las ciudades, la comida. Me encanta comer ‘muack rico’, la pizza de Italia del último viaje. Me tengo que cuidar con las comidas un poco, pero ahí me dejaban algunos permitidos”, explica, y añade: “Me encanta estar en la ciudad, pero también ir al campo de mi tía, donde hay caballos, o ir a la playa. La arena y el mar me encantan, el agua me gusta mucho. Siempre me gusta meterme en el fondo del mar. Es como mi segundo hogar”.

Haber nacido con Síndrome de Down fue la puerta para ella y toda su familia de emprender un nuevo camino lleno de amor. Fueron rutinas, maneras y proyectos nuevos que tuvieron que construir junto con ella. El deporte fue una de esas puertas que se abrieron y sirvió para dar rienda suelta a su creatividad y disciplina. Pero también para ver el déficit que existe en su desarrollo. Hoy, si no es por el empuje de sus padres, Jacinta no podría competir. Le tocó medirse contra chicas sin capacidades especiales y también con otro tipo de capacidad. Tuvo que viajar sin entrenadora: su madre asumió ese rol. Debieron bancar económicamente sus viajes y torneos. Pagar los implementos deportivos y alquilar piletas dónde poder entrenar. Junto al equipo con el que compite en esa modalidad se entrena a distancia, ya que las otras integrantes viven en Mar del Plata y los viajes se realizan muy de vez en cuando. Pero a ella no le molesta: lo disfruta, aprende y se motiva. Su madre, por su parte, es la que se ocupa de la coordinación y gestión. El trabajo invisible que nunca falta.

“No hay solistas en la Argentina, hay algunas, pero no con el nivel para competir. Es una tristeza que no se le de más foco, mayor desarrollo porque hay chicos, pero no con nivel. No hay muchas personas capacitadas para entrenarlos y seguir ampliando el deporte. Quiero que el deporte crezca, quiero que el deporte vaya para adelante. Soy madre y si bien lo hacemos junto a su padre por el amor que le tenemos a nuestra hija, estamos muy solos para todo el empuje que hay que hacer. Hay clubes que dan clases para chicos con Síndrome de Down, pero nadie que tome la posta y lo haga crecer. Es una lástima porque hay muchos chicos. Además no se le da difusión. Hay mucha competencia”, explica Raquel.

Los Trisome Games, para atletas con Síndrome de Down
El Síndrome de Down es la única capacidad especial que no es incluida dentro de las diez categorías que forman parte del movimiento olímpico. Nunca se los tuvo en cuenta, lo que hizo que en los diferentes países y federaciones en todo el mundo el desarrollo de los diferentes deportes para atletas con el síndrome disminuyera.

En la Argentina esto se advierte al comprobar que no existe una Federación que abarque los deportes. Son los diferentes deportes, fundaciones y familias quienes salen a fomentarlos. Por eso, la llegada de los Trisome Games, que fueron creados en 2016 por Marco Borzacchini, el presidente de la Federación Italiana de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual (FISDIR), llegan para potenciar su desarrollo, su difusión. Gracias a este evento, que tendrá su próxima edición desde el 30 de marzo al 7 de abril en Turquía, es que comenzó a formarse la Federación Argentina, si bien aún está en trámites legales.

A la primera edición de los Trisome en 2016, la Argentina llevó un solo atleta: Juan Ignacio Alarcón, quien alcanzó medallas y actualmente es triple campeón mundial de gimnasia (suelo, barra fija y salto). Para la edición 2020 ya son 28 los atletas confirmados para viajar, aunque los aspectos económicos y legales son una cuesta difícil de sortear.

“Estamos muy complicados económicamente. A esta edición irán con una gran cantidad de atletas, y si bien el Gobierno nos da lugar, justo la inscripción nos llegó con el cambio de mandato y eso nos complicó porque la Organización nos exigía pagar el ciento por ciento antes de fin de año. Y eso fue muy complicado”, cuenta Raquel, quién pagó el ciento por ciento de la inscripción de su hija, pero aún aguarda respuesta por parte del Gobierno.

Los deportes que incluyen los juegos son: atletismo, natación, natación sincronizada, gimnasia rítmica, gimnasia artística, judo, tenis de mesa, tenis y fútbol sala.

“Jacinta está becada, y si bien por suerte está dentro del sistema, es la única. Hay mucho trabajo por hacer, los demás integrantes tienen que también ser tenidos en cuenta. Sobre todo porque al no tener una federación es complicado y con todos los temas legales no se llega para hacerlo antes de los Juegos, si bien desde la Agencia de Deportes siempre siempre se prestaron para atendernos. Hay que seguir empujando”, agrega.

Por Olivia Díaz Ugalde para La Nación.

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