Mussolini en Pico: Cuando los italianos se pelearon por política

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26 Abril, 2019 a las 11:50 hs.

La Asociación Italiana XX de Septiembre de General Pico es una institución señera en la ciudad. Hoy se la conoce por tener los dos cines, pero nació casi con la fundación de Pico y aglutinó en las primeras décadas de su historia a gran parte de la colectividad italiana que encontraba entre sus pares contención y el espíritu de su patria.

Por Norberto Asquini.



El nuevo régimen

Pero una institución que fomentaba lazos, también tuvo disputas en su interior. La política, y sobre todo lo que se vivía en Italia, iba a sacudir en la década de 1920 a la colectividad de inmigrantes, tal vez la segunda más numerosa de Pico en sus primeros años.

Los protagonistas de esta historia son apellidos que todavía son mencionados en el Pico actual, y otros que fueron quedando con los años. Desde 1922 Benito Mussolini y su partido fascista gobernaban Italia, promovidos por la crisis de posguerra. Un régimen nacionalista, expansionista y autoritario que conduciría a ese país a la Segunda Guerra Mundial.

En esa década las actitudes de los migrantes italianos con el régimen fascista fueron muy disímiles. En Argentina solo pequeños grupos militaron por esa ideología, pero hubo distintos tipos de adhesiones, como los identificados con el componente nacionalista de una patria que parecía resurgir. Las adhesiones fueron más bien emocionales frente al mito de una nación próspera y potente. Pero no todos pensaban igual. Hubo también sectores antifascistas en la colectividad, constituidos por exiliados políticos.

Votaciones y diferencias

Este conflicto latente sobre la realidad política de la “madre patria” iba a sacudir a parte de los inmigrantes italianos en General Pico. Eran más fuertes las diferencias por el fascismo que los conflictos políticos locales. De hecho, en el seno de la institución podían convivir radicales y socialistas, que se enfrentaban violentamente y hasta llegaron a los tiros en esos años.

En el libro realizado por el centenario de la Asociación Italiana pude observar cómo la disputa llegó a la misma comisión directiva, y quedó plasmada en las actas, a pesar de que muchas veces eran reservadas y concretas en su contenido.

En la conducción convivían todos, un sector más conservador y los militantes socialistas que eran la minoría. El presidente era José Calderaro. El primer contrapunto dentro de la comisión ocurrió al calor del verano el 11 de enero de 1927. En esa reunión semanal ingresó una nota del agente consultar Juan La Gioiosa en la que pedía un encuentro con los socios para pedir una contribución patriótica a través de la suscripción del empréstito que había lanzado el gobierno italiano. Calderaro pidió se votara el apoyo a la idea, pero le saltó el secretario Sebastián Cappellani que consideró que eso atentaba contra el fin de la asociación que era el mutualismo y no era “el patriotismo”. Se votó entre los seis presentes, y ganaron los cuatro que estaban a favor.

Pero no iba a quedar todo ahí. Días después Angel Constantino y Andrés Pellegrino pidieron por nota tratar nuevamente el asunto y que la asociación hiciera un contribución en dinero. En la reunión Salvador Cianciabella dijo que no había que tomarlo en consideración ya que el escrito tenía que tener tres firmas y que los fondos debían ser destinados a pagar el nuevo salón social.

El vocal Anselmo Rossi respondió que la asociación era ante todo italiana y Cappellani retrucó que sería de mayor beneficio pagar con ese dinero una farmacia social, un médico o tener un botiquín. El uso de la plata escondía la pelea por apoyar o no al gobierno de Mussolini.

El directivo José Maida resaltó que él era un “buen italiano” y que se debía suscribir el empréstito. Nuevamente se votó, y otra vez perdieron los que se oponían.

Se calientan los ánimos

Ya estaba instalado el conflicto, e iba a escalar con las semanas siguientes. En las actas se observa que las tensiones se empezaron a manifestar desde la discusión por el precio del alquiler de El Prado Italiano hasta los pliegos de alguna licitación.
En marzo iban a chocar nuevamente los criterios de los dos grupos que estaban ya definidos. Una mayoría oficialista que seguía al presidente Calderaro y una minoría en el que estaba Cappellani y Cianciabella. El detonante: llegaba en abril a Capital Federal el aviador italiano De Pinedo, un propagandista del régimen, que recorría con su avión Sudamérica.

El presidente Calderaro envió un telegrama a De Pinedo en el que saludaba el “magnífico triunfo” como “símbolo de la nuova Italia”. Se hacía firmar también al secretario Cappellani. El escrito fue reproducido en el diario local y tomó por sorpresa a Cappellani, que se debe haber revuelto en su silla al leer el periódico. Cappellani entonces envió una carta al diario en la que indicaba que esa expresión era “una afirmación que yo condeno, que es la de la Italia que sufre bajo el desgraciado sistema político implantado por el renegado Mussolini”. La rectificación fue publicada y esta vez los que se sacudieron, y mucho, fueron los otros integrantes de la comisión.

El 22 de marzo, la mayoría de los integrantes de la comisión directiva pidió que se aplicase a Cappellani el artículo 20 inciso d del estatuto para pedirle la renuncia por haber hecho públicas divergencias internas entre los socios. Y se convocó a una asamblea.

El encuentro se realizó algunos meses después, el 14 de junio de 1927. Allí cada uno de los directivos expuso su postura y hubo amenazas de renuncias cruzadas. Finalmente, tras los gritos y acusaciones, la comisión en pleno pidió una ratificación de su mandato, ya más calmados los ánimos. Todos votaron por unanimidad que siguieran los directivos y se decidió que no hubiera sanciones para evitar perjudicar a la institución. La sangre, finalmente, no llegó al río. A pesar de las diferencias internas, se prefirió mantener unida a la Asociación Italiana.