Carnavales sangrientos: tiros, cuchillazos y tres muertes en General Pico

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27 Febrero, 2019 a las 13:07 hs.

En el verano de 1928 en General Pico los carnavales, esas fiestas populares y multitudinarias que eran toda una institución en la época, se suspendieron. En febrero estalló la violencia contenida entre grupos políticos antagónicos en una localidad en la que se respiraba tensión. Tiros y cuchillazos se sucedieron en medio de un baile y en plena calle para dejar tres muertos, heridos y detenidos durante varios días de violencia.



Los extremos y la tensión 

Vamos a situarnos en el escenario de General Pico de la época, un pueblo en crecimiento, donde convergían el cruce de ferrocarriles, los productores de una amplia zona y comercios importantes. En esa localidad que sería denominada popularmente “General Milonga” por las fiestas y los espacios de recreación, hervía la violencia a fines de los años ’20.

En 1926 el Partido Socialista había ganado el Concejo y la municipalidad, desplazando al radicalismo conservador. Candidatos del sector laboral se habían impuesto a grandes productores rurales de la zona. Ya 1927 había sido un año complejo, con enfrentamientos, golpes y heridos entre ambos bandos.

La política se tensaba cada vez más. Por entonces, en un extremo estaba la Federación Obrera Local con el socialismo a la cabeza en la que confluían varios sindicatos y a la que se sumaban los anarquistas agrupados en torno al periódico “Pampa Libre“, como rescató el historiador Jorge Etchenique en su libro. En el otro extremo, se estaba creando la delegación local de la Liga Patriótica Argentina, nacionalista y temerosa de las expresiones de izquierda. Allí se agruparon conservadores y radicales. La presencia de unos provocaba la reacción de los otros.

Ante la creación de la LPA, la Federación Obrera declaró un boicot contra los comercios de sus dirigentes y contra el diario La Reforma por apoyarlos. Durante trece días, el medio no pudo salir a la calle.

La situación sumaba presión: en esos días la Liga denunciaba “soviets” en pleno General Pico y llegaron miembros nacionales y con ellos rompehuelgas para ocupar puestos en el diario. Del otro lado, hablaban del “fascismo pampeano” y se empezó a ver a varios anarquistas de Capital Federal. Demasiada tensión para no explotar. 

Los bandos se van midiendo 

Rubén Wiggenhauser es arquitecto de General Pico y un investigador de su historia. Fue el que rescató los detalles de los hechos de sangre que se iban a suceder por esos días. “Entre 1989 y 1991 me dediqué a reunir material de esta historia, que se conocía por relatos, pero si no se escribía se iba a perder. Así entrevisté a José Matilla, dueño de La Reforma que estuvo activamente involucrada en todo lo que pasó, a Juan Carlos ‘Chilo’ Rizzi y a Domingo Pelizzari, todos testigos de los hechos. Todos ya fallecidos”.

En esos tiempos, fines de la década de 1920, encontramos varios caudillos radicales y los matones de comité que eran su fuerza de choque. Uno de los caudillos era el médico Jorge Cigorraga (en la foto el primero de la izquierda abajo), siempre acompañado por su hermano, Oscar “El Loco” Cigorraga, un pistolero y “fiolo”, persona del bajo mundo, como se le decía.

Ante la presencia de los brigadistas de la LPA, la Federación Obrera realizó el 4 de febrero una asamblea para confirmar el boicot en la calle 20 y 17, frente al Baratillo Colombo. Mientras los oradores hablaban, apareció Jorge Cigorraga con una Smith y Wesson y su hermano Oscar con una Colt 38, y se pudrió todo. Tiros y golpes entre el público, conformado por trabajadores, socialistas y anarquistas, y el grupo de choque radical. Quedaron varios heridos, entre ellos el famoso maestro francés Miguel de Fougeres de 74 años que recibió un tiro, y los hermanos Cigorraga golpeados. 

Tiros y muerte en la romería 

El clima de festejo de ese febrero se iba a empañar aún más unos días más tarde con nuevos hechos, y más sangrientos. El domingo 12 había baile en el Prado Español, en la calle 20 y 3. Quienes se miraba de reojo, con odio, no pudieron contenerse. Anarquistas y radicales volvieron a enfrentarse y esta vez hubo más tiros.

“Ese día había unas 2.000 personas presentes, las romerías eran muy populares”, relata Wiggenhauser. En el lugar se cruzaron los brigadistas Arturo Delfino, José A. Mapelli y un conocido de todos, Oscar Cigorraga. Y del otro bando Jesús Villarías, trabajador de imprenta, Cayetano Bizzozero, y Juan Niell, estibador de Caleufú.

Ricci, en su testimonio grabado años después, rememoró: “Recuerdo unos bancos de madera, como esos de las plazas, para que se sentaran los hombres y las mujeres grandes, la muchachada caminaba. Se tocaba una pieza y paraban, no como ahora que se tocan varias piezas juntas. Unos caminaban para allá y otros para acá, daban la vuelta al revés del palco”.

“Estaba Cigorraga, con un muchacho que había venido de Trenque Lauquen, un bolsero, se ve que era un tipo malandra también. Tenía una bombacha negra, con paja adentro como usaban los bolseros, y ahí en la paja tenía un cuchillo”.

“Entonces los otros los empezaron a cargar (gente provocadora, al pedo) y le dicen: ¿Llenará con esas bombachas semejantes bolsas? Y seguían, y seguían, y seguían, y el hombre se llenó.

Entonces fue cuando ahí lo mataron. Cigorraga iba a sacar el revólver, vio la cosa mal parada, y quiso disparar, pero ya estaba la gente encima”.

El diario La Autonomía relatará la sucesión de hechos: “Siendo provocados por el estibador Niell, se inició el incidente a golpes de puño, Mapelli desenfundó un revólver, pero fue tomado de la mano por un agente de policía, en el forcejeo, el anarquista Bizzozero le aplicó a Mapelli dos puñaladas. Enseguida, Arturo Delfino, amigo y compañero de Mapelli, hizo fuego hiriendo de muerte a Bizzozero, pero uno de los disparos hirió a un menor que se encontraba en las proximidades”.

Bizzozero cayó muerto en el acto de varios balazos y Mapelli fue llevado al hospital herido de dos puñaladas. “No estaba muerto enseguida, la policía lo agarró al malhechor. Cigorraga se quedó quieto, pero con la sangre en el ojo, no sacaba el revólver porque había gente que le tiraba si hacía algo, que le tenían pica”, recordó Ricci.

La policía hizo redadas en la zona del Prado Español y en varios domicilios persiguiendo a los anarquistas y hablando de un “complot foráneo”. Niell y Delfino fueron detenidos. 

Muerte en la calle 

Pero el odio ya impregnaba las calles. Al día siguiente del incidente, el 13 de febrero, en plena calle, iba a ocurrir otro crimen. La misma mañana que moría Mapelli en el hospital.

Pelizzari relató a Wiggenhauser: “A Mapelli lo llevaron herido al Hospital Centeno (que se encontraba en la calle 10 entre 1 y 3), y en ese hospital, estaba en ese tiempo el doctor Cigorraga. Su hermano Oscar, que era medio peligroso, de pocas pulgas, pocas palabras, aseguró ante el herido, en la cama, que al primer socialista que encontrara en la calle lo iba a hacer sonar”.

Completa Ricci: “Cuando llegó Cigorraga fue cuando dijo: Al primer socialista que encuentre lo mato. Pero, todos se reían”.

Ese lunes, el empleado Marcos Zapata, socialista, subió al camión regador de la municipalidad y salió a hacer su trabajo. Cuando lo vio, Oscar Cigorraga, lo fue a buscar revólver en mano. Ya lo había amenazado en varias oportunidades.

Pelizzari relata: “Y así fue, encontró ahí en la calle 13 al camionero regador, en un Ford-T, con un tanquecito que regaba un poco las calles, ahí da la casualidad que lo encontró a Zapata, y como era socialista y fue el primero que encontró, ahí nomás lo sacudió y lo liquidó”.

Ricci completa: “Ahí donde estaba la Agencia Ford, ahí estaba Zapata, con un chico, dándole manija al camión. Cuando le estaba dando manija, ahí nomás tres tiros le encajó, y el chico le gritaba: ¡No me mates a papá!, delante de toda la gente”. El empleado cayó en la calle muerto. Los hijos de Zapata tenían 10 y 8 años.

“Vino la policía, lo llevaron (a Cigorraga), y a los dos días ya estaba suelto, para colmo el otro era un hombre pobre…”, recordarán los entrevistados. El “Loco” Cigorraga iría a la cárcel pero sería liberado por el gobierno radical antes de 1930.

Los hechos de violencia tuvieron que ser calmados con la presencia de las máximas autoridades. Arribó a Pico el gobernador Eraña, el juez del Crimen Rafael Ruzo y el jefe de Policía, Pedro Basualdo. Poco después, los hechos de sangre ocurridos en la localidad provocaron la clausura inmediata de una institución: el carnaval, a pedido de la Justicia, recordará Etchenique.

 

Por Norberto Asquini