Una pampeana entre el 2% de la población mundial con más alto coeficiente intelectual

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31 Diciembre, 2018 a las 14:45 hs.

Se trata de Roxana Díaz Conte, socia de Mensa, un club internacional de superdotados que en el país tiene 350 miembros. En qué la ayudó y en qué la perjudicó disponer de un intelecto por encima del promedio.

Roxana Díaz Conte (Foto: infobae.com)

Roxana Díaz Conte (Foto: infobae.com)

No parece haber un patrón. Hay miembros con más de un doctorado, pero también algunos que no terminaron la secundaria. Hay miembros de 16 años y, en el otro extremo, de 78. También hay miembros de clase alta, media y baja, sin distinción. Hay mujeres y hombres. No parece haber un patrón, pero sí hay un punto que los une: su alto coeficiente intelectual (CI) los ubica dentro de un selecto 2% de la población mundial.

Mensa se fundó en 1946, en Oxford, para identificarlos y ponerlos en contacto. Formar una suerte de club de mentes brillantes o, más bien, superdotados. A nivel global son más de 120 mil miembros procedentes de un centenar de países. Algunos ilustres como el cineasta Quentin Tarantino, la actriz Geena Davis, el escritor Isaac Asimov o el creador del videojuego Minecraft, Markus Persson.

En Argentina, a principios de los 2000, ya había una cantidad considerable de miembros en la organización internacional. Ellos fueron los que elevaron el pedido de fundar la Mensa local. Hoy esa entidad tiene unos 350 socios repartidos en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, Mendoza, Rosario, Córdoba y La Pampa.

El diario digital infobae.com, contó tres historias. Entre ellas la de la pampeana Roxana Díaz Conte de 47 años, oriunda de Ralicó e hija del fundador del Museo “Patria Chica” Mohamed Díaz. En marzo de 2004, Roxana se acercó a Mensa. Iba con poca expectativa de aprobar el test. Lo que en realidad la movilizaba era conocer cuál era su coeficiente intelectual que sospechaba alto. Claro que no sabía que la organización había dejado de informar el valor numérico de las pruebas a partir de ese año. “Nunca pude saberlo, pero a cambio me encontré con la sorpresa de haberlo aprobado”, dice desde Córdoba Capital, donde vive.

Durante su adolescencia, Roxana debió lidiar con el mote de “traga”, pese a no haberle dedicado nunca demasiado tiempo al estudio. Hoy el trato cambió. Son pocos los que, cuando se enteran de que pertenece a Mensa, le plantean desafíos intelectuales. Muchos otros, aún sin proponérselo, la consideran una “solucionadora serial de problemas”. “Para ellos soy la que sabe todo”, bromea.

El primer indicio de su talento atípico fue a los 4 años. En el jardín les pidieron que dibujaran una persona. Ella, a diferencia de sus compañeros que la hicieron con los clásicos palitos, la dibujó con todos los detalles, cejas y pestañas incluidas. “La psicóloga le dijo entonces a mi mamá que seguramente tenía una inteligencia superior a la media, y que cuidara de no adelantarme conocimientos porque me iba a aburrir en primer grado. Igualmente, en mi familia no podían negarse a responderme cuando yo preguntaba qué era cada letra, así que aprendí a leer a esa edad”, recuerda.

Roxana se recibió de Bioquímica y Farmacéutica y se desempeña en el rubro de la química cosmética. El balance de cuánto le dio y cuánto le quitó el alto CI a ella le da positivo: “Creo que me aportó herramientas, así como también me trajo algunos malos tragos. El tener una actitud tan analítica me hace, muchas veces, tener una visión algo pesimista de las cosas, dudar mucho al tomar decisiones e incluso dejar pasar algunas oportunidades. Pero también me facilitó muchas cosas en diferentes ámbitos, sobre todo en lo académico y profesional”.

En Mensa, dice, encontró el placer de “encajar”, de interactuar con gente con sus mismos intereses, de compartir “rarezas”; compañeros que después, incluso, se convirtieron en sus amigos más cercanos.