Por Norberto G. Asquini
El gobernador Carlos Verna dio su discurso de apertura del período legislativo 2018 y volvió a disparar, aunque con un tono levemente diferente a años anteriores, sobre el gobierno macrista. No hubo temas nuevos a los ya conocidos, pero otra vez remarcó las distancias políticas que lo alejan del presidente Macri y sus obsesiones, y mostró que es un buen tiempista del humor social.
Nuevo tiempo para hablar
El discurso de Verna fue contundente en definiciones y cifras, pero ¿hubo en el fondo algo diferente al año pasado? No en los temas. Si en el tono. Luego de replegarse tras las elecciones de 2017 a una posición más cauta frente a la fortaleza que mostraba el macrismo, ahora pareció retomar su ofensiva. Pasó del silencio de los últimos meses a un discurso categórico. El humor social para con la gestión de Macri ha cambiado y hay un nuevo tiempo para la oposición. El freno al pacto fiscal firmado con Nación en diciembre por incumplimientos por parte de la Casa Rosada fue toda una señal. ¿Vuelve Verna “el duro”?
Hay que reconocer que el tono del discurso fue diferente al de años anteriores. En 2016 se lo había observado enojado con la herencia recibida y la nueva relación con Macri. Fue un tono amargo. En 2017 directamente fue de confrontación, vehemente, llegando a disparar directamente sobre la injerencia de Casa de Gobierno en los municipios pampeanos. Esta vez volvió a remarcar sus distancias políticas, y hasta con agudeza, pero en un tono mesurado al hablar, que no significó para nada ser conciliador. No es un discurso radicalizado, pero si contundente. A lo Verna. No es necesario levantar la voz para golpear.
Más que atacar, resalta la cuestión de cómo su gestión, y La Pampa, son víctimas de un gobierno y de sus políticas. La categoría de “discriminación conceptual” es toda una definición en sí misma. El nuevo eje es muy sutil, pero muestra un cambio de discurso en momento en que Macri parece tambalear luego de los costos políticos generados por la aprobación de la ley de reforma previsional, el caso de Triaca y el de Chocobar, las cuentas offshore de Guilligan y el acto de Moyano en la 9 de Julio. Los cantos en los estadios que preocupan al gobierno nacional parecen marcar un humor social que, aunque difuso, parece ir en un sentido. Es el mismo que se observa en los últimos sondeos y que los tiene para paladear en solitario sobre su escritorio. En 2017 el mandatario pensó que se daba la misma situación y lo sorprendió la ola electoral amarilla. Ahora parece estar preparado.
Obsesiones y gestión
El discurso dejó de manifiesto, más allá del racconto de hechos y cifras, de algunas de sus obsesiones. La catarata de argumentos en contra del gobierno nacional no es nueva aunque sumó capítulo. La misma novela: inflación y endeudamiento creciente, defensa del sistema previsional pampeano, promoción del empleo, sostenimiento de la asistencia social en tiempos de crisis, política salarial con estatales y docentes con clausula gatillo, etcétera. La comparación permanente con la gestión macrista fue el hilo conductor de ese mensaje.
¿Cuáles son esas obsesiones? Por un lado, defender su perfil de gestionador en momentos donde la economía no arranca. Mostrar la obra pública encarada por el gobierno provincial, cuando desde la oposición se lo acusa de la falta de estas y de tapar la situación con otros temas. La cascada de datos y cifras concretas, una característica de Verna, fue para apuntalar su discurso en ese sentido de una, como la llamó, “gestión sólida”. Muy diferente al discurso que horas antes dio Macri en el Congreso sin datos duros de la economía.
Y por supuesto su pampeanismo, su defensa de los intereses provinciales frente a la “discriminación” de Nación y su política que afecta los ríos pampeanos. Esta última problemática, convertida en política de Estado, cerró como tema central su mensaje. Verna ha creado un mito de gobierno con los ríos pampeanos y la lucha por sus derechos, una bandera, una causa para todos los pampeanos y que blinda su gestión.
Golpes y caricias
Verna acorraló otra vez en su discurso a la oposición. Hubo golpes, y algunas caricias para matizar. Los primeros se centraron directamente en Cambiemos-Pro, y en el intendente santarroseño, Leandro Altolaguirre.
Santa Rosa es otra de las obsesiones del gobernador. Es una disputa simbólica y territorial. No lo ve a Altolaguirre como un enemigo, pero si como quien ha perdido el rumbo. Y el nuevo reto fue público, como hizo en otras oportunidades. Le enrostró sus cambios de discurso, sus reclamos y las trabas a proyectos. Después directamente le dijo que va a hacer más cuadras de asfalto de las que pedía el jefe comunal, pero con plata y administración de la provincia. El 2019 se acerca y ya no hay tiempo para juegos de escritorio y peleas en los medios. El humor social de los santarroseños es un termómetro que no todos saben leer. “Verna te desparrama y después te peina”, fue el comentario posterior de un diputado opositor tras la revolcada del intendente capitalino. Las únicas caricias, las felicitaciones, fueron puntuales para los radicales. Los golpes fueron solo para Cambiemos-Pro. Otra forma de mostrar, e intentar ahondar, la cuña entre ambos socios electorales.