Paradojas, ratones y Pandoras en las filas de Cambiemos

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13 Noviembre, 2017 a las 13:30 hs.

Por Norberto G. Asquini



Después de las elecciones del 22 de octubre, hay que preguntarse: ¿se ha reconfigurado la oposición pampeana al PJ? A nivel país hay una fuerza nacional que se consolidó legitimada por las urnas, distinta a los partidos tradicionales, con posibilidades ciertas de reelección en dos años y que algunos analistas tildan de “nuevo ciclo político”. Esto impacta en todo el país y en La Pampa ha surgido en ese sentido dentro de esa masa heterogénea y recelosa que llamamos Cambiemos, y que va aglutinando al arco opositor por la inercia de la marcha macrista, una serie de elementos novedosos y a la vez paradójicos. 

El dedo que va adelante 

Cambiemos es una marca política nacional que se impuso en las legislativas 2017, de la mano del presidente Mauricio Macri. En el país, y en La Pampa, está asociada al macrismo más allá de la alianza con otros partidos. Y en nuestro territorio a la figura del “Colo” Mac Allister. Y es la fuerza que tiene la llave para 2019: al peronismo pampeano y su mito de la invencibilidad, solo se lo puede llegar a vencer si se lo encuentra dividido, si hay una profunda crisis económica provincial o si se cuenta con el respaldo de un gobierno nacional. La tercera condición es la única que asoma.

En la alianza Cambiemos, el radicalismo quedó como socio secundario en una coalición en la que el macrismo define cómo, cuándo y por qué se hacen las cosas. Lo hace a nivel nacional, y los radicales temen que llegado el momento esa metodología se traslade a la provincia. Si en 2019 se mantiene el escenario político actual, si Macri va por la reelección, el PRO no solamente tendrá a su favor el antecedente de la primaria ganada en 2017 y la buena elección de octubre, sino también el dedo de Macri de su lado y la propiedad de la marca Cambiemos.

En La Pampa, la UCR puede decir que tiene la “estructura territorial”, pero lo que demostraron los votos de Cambiemos es que la dirigencia se vio sobrepasada por un votante que no la tiene en cuenta. Hubo radicales que le sacaron el cuerpo a la campaña porque no encabezaba uno de ellos, e igualmente los votos se volcaron a Martín Maquieyra, aunque no alcanzaran. 

La ley de hierro te dejó atrapado 

Con el resultado nacional del 22 de octubre, Cambiemos ha moldeado una nueva oposición en La Pampa. Macri cohesionó al no peronismo y fragmentó al peronismo. En La Pampa Cambiemos no es el oponente tradicional no peronista al PJ, sino que puede sumar de desde otros sectores, y con la marca nacional unifica el voto opositor.

El radicalismo puede patalear ante esta situación. Puede haber críticos frente a las reformas macristas o el papel que juega la UCR en la coalición gobernante como los dirigentes reunidos en Setúbal, pero la razón política que prima es la del presidente partidario José Corral: “Los radicales somos Cambiemos”. Aunque relegados, son parte del gobierno nacional. Afuera está la intemperie. Una “ley de hierro” a la que no pueden escapar. Son, en tanto son Cambiemos. La identidad actual de la UCR nacional es ser parte de Cambiemos. ¿Se puede volver a ser UCR en La Pampa, se puede seguir siendo Frepam frente a Cambiemos? “No, si no se quiere salir terceros en 2019, si no se quiere dejar de ser parte de la UCR nacional, que es socia menor del PRO pero con cargos”, me responde uno de sus dirigentes. Pero también aclara: “También el PRO nos necesita para ser competitivo”.

La dirigencia radical puede tener un discurso crítico sobre esta alianza, pero no lo puede manifestar. En La Pampa fue la segunda fuerza y la primera opositora, pero está en duda que siga siéndolo. Hay en esto una crisis de identidad a resolver: se tiene una ropa que es incómoda, pero que no se puede sacar sin sufrir las consecuencias. Diputados que deben debatir si votan a favor o en contra de proyectos contra las medidas de Macri o deben disimular sus posiciones; dirigentes que compartieron campaña con peronistas disidentes que apoyaron la lista como Aragonés en Pico o Bravo en 25 de Mayo; los que todavía se dicen críticos al PRO como Ulises Forte en Pico y que quedaron deslegitimados por los votos de la interna. Y del otro lado, la gente que pide Cambiemos. 

Paradojas y síndrome del ratón 

La UCR provincial, la dirigencia partidaria, vive en un mar de paradojas. Más acostumbrada al internismo crónico, está en la disyuntiva de ser parte de una opción de poder o de mantenerse en su histórico síndrome de “cabeza de ratón”. “Si no son protagonistas, aunque sepan que pierden, no quieren ser parte”, indica un dirigente macrista. Lo local encierra una paradoja nacional: solo podrían volver a ser la principal fuerza de oposición en La Pampa si le va mal a Macri. Resurgir si pierde a su principal aliado, para seguir siendo segundo del PJ. Volvemos a las ratoneadas.

Otra paradoja es la del “comando de la derrota radical”. Se aplicó una estrategia que finalmente llevó a la peor performance de la UCR en una elección legislativa, si vemos sus resultados: se forzó una interna, se la perdió ante el PRO, se dejaron heridas abiertas y por primera vez no pudo ingresar un legislador propio al Congreso. Esas heridas están ardiendo: los intendentes del interior acusaron a los Altolaguirre de llevar al partido a esta situación y subordinarlo aún más al PRO; los Altolaguirre dispararon contra los intendentes. Esos cruces fueron una medida de la frustración actual. El presidente del partido tuvo que salir, a dos años de la elección y todavía perdidoso, a decir que la UCR va a tener un candidato a gobernador. Una excusa para surfear los cuestionamientos a su actuación. Y vamos con una paradoja más: el elegido para ser precandidato es el senador Juan Carlos Marino, que ya probó en 2015 que los números no le dan. Extraña renovación la de los Altolaguirre: le pelearon la interna a Francisco Torroba con la excusa de renovar la dirigencia y ahora impulsan a Marino. Pero además, ¿por qué el votante de Cambiemos que apoyaría la boleta de Macri elegiría una versión devaluada de un candidato macrista? Y Mac Allister es Macri. 

Y finalmente, la fortaleza de Cambiemos 

Mac Allister, guste o no, con resistencias o no, quedó en la actualidad como el dirigente político opositor con mayor proyección en la coalición pampeana. Y a pesar de que el PJ lo frenó en seco, aunque haya sido por 76 votos. Los números no le darían hoy a ningún radical para enfrentarlo. A diferencia del internismo crónico radical, Cambiemos cuenta con una conducción centralizada y sin discusión hacia adentro y con apoyo de la Casa Rosada. El radicalismo es un montón de tendencias que se engarzan y se repelen. El macrismo es un equipo, en el que juega arriba uno solo, pero el resto acompaña. Puede ser un método criticado, pero le ha sido efectivo.

La estrategia de la derrota dejó abierta la caja de Pandora para los dirigentes radicales. La interna y la lista posterior de Cambiemos habilitó a que ahora las alianzas puedan ser transversales entre macristas y radicales. Que haya listas en Cambiemos que no sean solo PRO o solo UCR puras, sino acuerdos que enfrenten a los mismos radicales. El argumento, más de autodefensa que objetivo, de la identidad radical se va desmoronando una vez más como las excusas de un estudiante secundario que no estudió para el examen.

Y abramos otra caja de Pandora política: hasta ahora como segunda fuerza en la provincia, como principal de la oposición, la UCR disimulaba sus desavenencias. Si a nivel nacional les iba mal, la trinchera pampeana lograba unificar posturas hacia adentro, más o menos forzadas. Ahora el juego está abierto.

Las tensiones existen y persistirán entre la UCR y el PRO. Pero el PRO es Cambiemos y la UCR debe serlo. La llave de la marca la tiene el macrismo y a la dirigencia de la UCR le queda persistir en el síndrome de la “cabeza de ratón” o intentar ser parte de una verdadera opción de poder. Con todo lo que ello implica, y aunque se resista. Hoy parece ser así, pero quedan dos largos años.