Esta fue la última nota que infopico le realizó a Carlos Broggi. A pedido de familiares y amigos volvemos a colocarla en el sitio. En ella recordó su carrera de 38 años y varias reflexiones que dejó en aquel momento.
El doctor Carlos Broggi nació en la ciudad de Córdoba, donde se formó como médico y además conoció a su esposa, con quien se radicó en 1969 en General Pico por recomendación de un allegado a la familia que era oriundo de la ciudad pampeana.
Su primera casa y consultorio estuvo sobre la calle 13 y la alquilo gracias a Ramón Suárez, fundador de la tradicional Farmacia Suárez. El año de su llegada, después de una década sin nombramientos, se abrieron los mismos en el hospital “Gobernador Centeno” donde también volvió a trabajar.
“La población era bastante pequeña, no había muchos pacientes y yo era un ilustre desconocido, así que el primer tiempo costó bastante, así que le dedicaba mucho tiempo al hospital, donde me fui haciendo conocido y querido, así que la gente empezó a concurrir más al consultorio y las cosas me fueron bien”, contó el profesional a infopico.com.
“Hubo épocas, durante bastante tiempo, en que yo terminaba como a las 11 de la noche en el consultorio y cuando llegaba a casa mi señora me tenía una lista de visitas a los domicilios, así que volvía a salir. El pueblo era chico, así que me hacia un itinerario y salía a recorrer. Siempre dejaba los más complicado primero. Aún hasta el último tiempo que yo ejercí, seguí yendo a los domicilios, sobre todo a los chicos que tenían fiebre porque me parecía de hereje sacarlos de la cama en pleno invierno, ni hablar de los chicos discapacitados a los que nunca abandone y siempre fui a ver a sus casas. Después el exceso de trabajo hizo que ya no pudiera, no es que no quisiera ir”, recordó.
Afirmó que siente “un profundo respeto y recuerdo por Víctor Vidales, que en parte fue mi maestro”. Como anécdota, dijo que en sus inicios al haber tres pediatras en la ciudad –los doctores Vidales, Irrazabal y Campi- dependía su trabajo de captar a los pacientes de ellos, pero le resultaba “casi imposible sacarle los pacientes a Vidales, porque tenía todas la condiciones, además de las inteligencia, la perseverancia, el conocimiento, no dejaba flanco libre como para que una paciente se tentara a ir conmigo”.
Broggi se consideró un afortunado porque en menos de dos años en la ciudad tenía tres puestos diferentes, el del hospital; uno que mantuvo durante 31 años en la cooperativa eléctrica como médico de control de personal; y uno en una guardería de los telefónicos.
“Habían pasado como dos años y el consultorio no se movía como yo quería”, admitió el pediatra, quien pensó en marcharse pero al ver la realidad de otros compañeros de su camada se dio cuenta que era un afortunado. “Como me costó tanto conseguir mis pacientes fue como los cuide, con vocación, con devoción, con cariño, con entrega. Creo que nadie puede reclamarme que no le di todo lo que podía darle”, afirmó.
“Hay una frase de la madre Teresa que dice que ‘uno tiene que dar hasta que duela’ y creo que dí hasta que me dolía, hice una entrega aún descuidando por momentos a mi familia, que por ahí me lo reclama –reconoció-. No hice bien las cosas como para poder repartirme, era un compromiso tan especial y profundo, lo sentía así y ese fue un motivo de desgaste para mí, yo me retiré antes de jubilarme, un día dije no va más, porque dije que no iba a llegar a conocer lo que era el tiempo libre y disfrutar de no tener obligaciones”.
“Siempre tenía yo algo que me preocupaba, algún internadito o algún chico ambulatorio, uno siempre vivía con la congoja. Demasiado fuerte fue poder llevar esos años sin demasiadas complicaciones, el estrés era permanente pero afortunadamente zafé”, dijo.
Fueron en total 38 años los que Carlos Broggi ejerció la profesión. Si bien empezó como médico de adultos, eligió la pediatría porque “quería cosas más contundentes, la enfermedad del niño comienza y es más rápida, más aguda, en cambio la del adulto es mucho más crónica”. Los chicos “aparecían con el problema difícil, preocupante, pero vos al cabo de unos días sabias que lo habías solucionado, aunque había expresiones. Yo quería la solución rápida y no me equivoque”.
“A veces me preguntan ‘¿extraña la medicina o el consultorio?’ y les digo no extraño la enfermedad, extraño a mis pacientes, la parte social de la medicina. Por eso hay momentos que tengo libres y paso a saludar a fulano de tal, que fue de mis pacientes más queridos o que sus chicos los atendí hasta grandes y eso me llena de placer”, manifestó. Contó con placer que a muchos profesionales médicos él los vio nacer y en el día de hoy han llegado a atenderlos ellos a él.
Por otro lado, el profesional valorizó la entrega desinteresada de “los médicos de antes”, que en muchos casos no cobraban por prestaciones que hoy en día los nuevos profesionales no brindan sino está el dinero garantizado. “Me llena de indignación, es muy triste enfrentar al familiar de un enfermo ante un traslado y hablarle de dinero”, criticó.
“Yo puedo nombrar por los menos 20 pacientes de Pico y la zona que los he llevado a Buenos Aires, a veces en mi vehículo personal, a veces en ambulancia o avión, y jamás les cobre un peso, porque consideraba que había accionares médicos que no tenían costos monetarios, el pago era un agradecimiento y un abrazo”, afirmó y sostuvo que llevar un chico a lugares especializados “era una obligación que tenía, si yo no podía solucionar un problema yo tenía que buscar a otro que si pudiera hacerlo”.
“Yo no hice fortuna con la medicina, vivo cómodo y con el orgullo de que al que pude ayudar lo ayudé”, dijo emocionado el reconocido pediatra, quien comentó que hoy en día les traslada esos valores a sus hijos para que se manejen de la misma forma. También le pide a los médicos jóvenes que “sean amables, sean cariñosos, den un beso, una palmada o un abrazo, eso es trascendente para el paciente, lo reconforta. El médico cura con los remedios, pero más cura con la presencia, con la ascendencia que pueda tener y con el cariño que uno le pueda demostrar al paciente y sus familiares”.
Tras su retiro y posterior jubilación, Broggi se dedicó de lleno a sus dos hijos, Ramiro y Andrés, además de nietos. mantenía ocupado su tiempo en un pequeño taller de su casa, donde realizaba labores en herrería y carpintería, además de cuidar su jardín.