Mientras comparte unos mates con infopico.com describe esta nueva pasión: Los Cactus.
Cuando hablamos o pensamos en Rosana Ramos inmediatamente la relacionamos con el mundo del deporte.
Según sus propias palabras su carrera deportiva comienza a los 8, 9 años en el Club Sportivo Independiente donde estaba el recordado “Gordo” Jaeckel, Irene Adrove y otra gente tan querida de Pico.
Su hermana Mónica, las lleva junto a su otra hermana, Silvia, que eran más chicas e ingresan de esa manera al mundo del cesto.
Después más grande se va a jugar a Ferro. Comienza una gran etapa con Pepa Ingaramo, con el equipo de veteranas estuvo hasta los 42 años. Luego por una cirugía tuvo que dejar 3 años y pensó que nunca más iba a agarrar el deporte hasta que un día la invitan a jugar al hockey con 45 años. No tenía idea de la mecánica del juego pero estuvo participando hasta los 54 años. Distintos motivos y circunstancias la llevan a alejarse de las canchas. “Era tiempo de colgar el palo y dejar que la bocha me pegue” según su relato.
Con el síndrome del nido vacío, cuando sus hijas se van a estudiar, las plantas fueron una terapia. Según Rosana hay un montón de razones por las que las plantas siempre encabezan las listas de los pasatiempos preferidos en casi todo el mundo. La cara se le ilumina cuando habla de la alegría de la conexión con la naturaleza, ser capaz de hacer crecer su propias y más deliciosas hierbas y por supuesto la relajación, “el desenchufe” como ella misma lo llama.
En el lugar que ahora vive empezó a poner frutales, enredaderas, todo tipo de plantas hasta hace dos años que descubrió los cactus.
Empezó como un hobby hasta convertirse en un microemprendimiento que le apasiona y está dispuesta a toda hora del día.
Los primeros cactus se los compró a Sebastián Acosta en su vivero, él le explicaba como los tenía que cuidar, pero ella sintió la necesidad de hacerlos ella misma y ya no de comprar y tener.
Sebastián le explica, “con un gajito, de la flor se saca la semilla” al principio de 10 tiraba 9 y le quedaba una. Hasta que vio que la tierra que le ponía no era la adecuada, vio la importancia en el riego “los cactus en invierno no se riegan” así estuvo dos años y al principio los regalaba. “Prueba y error”, así define su experiencia.
Al principio era intercambio con otras “cactuseras”, con las cuales vende e intercambia, pero esto le sirve para aprender de sus experiencias y las ajenas.
Cuando llega a los doscientos cactus decide hacer una feria en su casa con un resultado altamente positivo. Aprende las ventajas de ese pasatiempo que puede transformarse en un negocio.
Termina la charla y la recorrida. Disfrutamos de este encuentro. Roxana se queda en el jardín de su casa, cuidando, mimando sus cactus, su nueva pasión.