Por Norberto G. Asquini
Nueve de las más de cincuenta víctimas pampeanas que perdieron la vida en el marco del Terrorismo de Estado durante los años 70 en distintos puntos del país, fueron enterradas en La Pampa durante esos años. En la mayoría de los casos, sus despedidas fueron casi en secreto frente a la represión que se vivía en esos momentos, y sus trágicos finales fueron acompañados por el silencio frente a la condena social imperante en la época.
El piquense Oscar Alfredo Ponteprimo tenía 22 años, vivía en la zona de Ituzaingó, militaba en el PRT y se encontraba en pareja con una compañera de la organización, Amalia García. A comienzos del ’75 ella había quedado embarazada y decidieron casarse.
El viernes 20 de febrero de 1975 la Bonaerense lo sorprendió mientras repartía panfletos durante una tarea de propaganda frente a una fábrica de Villa Tesei, en Morón, junto a dos compañeros. De acuerdo a la crónica, cuando los agentes de la bonaerense trataron de “interrogarlos”, los perretistas habrían intentado escapar del lugar cubriéndose a balazos y allí fue muerto Ponteprimo y una compañera, mientras el otro logró escapar.
Entre sus ropas encontraron la documentación de los trámites para el casamiento y eso permitió hallar a la hermana de Ponteprimo, que iba a ser testigo, cuya casa fue allanada. Su familia fue posteriormente a reconocer el cuerpo a la comisaría de Villa Tesei. Los restos del joven fueron trasladados a General Pico y enterrados casi en secreto. Un familiar recordó que entre las cosas que dejó, había un cassette con una grabación suya cantando acompañado de la guitarra.
Roberto Loscertales era de General Pico, estudiaba en La Plata y militaba en el PST. El 4 de septiembre de 1975 iba en auto a una huelga junto a su pareja Adriana Zaldúa y otros tres militantes cuando fueron interceptados en pleno centro de La Plata por hombres uniformados de la bonaerense. Fueron llevados a la seccional de la calle 56 donde los golpearon brutalmente. Poco después fueron masacrados en un descampado de Berisso, a 15 kilómetros de la ciudad. Al día siguiente, otros tres militantes corrieron la misma suerte. Según relatos, habría sido golpeado y masacrado con tanta saña que “no se lo pudo velar con el cajón abierto porque tenía destrozada la cara”.
Una llamada avisó al padre de Loscertales en Pico que viajó a La Plata. A pesar del peligro, se realizó en esa ciudad el velatorio de los ocho militantes asesinados. Al padre no le habrían permitido ver el cuerpo de su hijo por el estado en que había quedado. Sus restos fueron trasladados a General Pico y enterrados.
Carlos Davit era de Guatraché y se radicó en Bahía Blanca para seguir sus estudios de contador público. Militaba en la JP. El 19 de noviembre de 1975 a la 1 de la madrugada fue secuestrado por un grupo paramilitar cuando llegó a su pensión. Horas después su cuerpo fue encontrado acribillado y colgado de un puente en las afueras de la ciudad.
Su familia se enteró de la muerte varios días después al escucharlo por radio y confirmarlo por La Nueva Provincia. Cuando su hermana, junto a dos familiares, fue a recoger sus restos al Hospital Municipal, lo encontró irreconocible por los disparos de Itaka.
Los restos de Davit fueron llevados hasta su pueblo natal y allí fueron sepultados. Circuló entonces una negra anécdota referida por una persona cercana a la familia y que habría estado en el velatorio realizado en Guatraché. Mientras amigos y parientes lloraban al joven militante, hasta allí habría llegado una corona de flores con la firma de la Triple A. Sus familiares cercanos negaron el hecho.
Salvador “Pampa” De Laturi nació en Luán Toro y vivió en General Pico. Militó en el comunismo y se trasladó a La Plata donde trabajó en la fábrica Propulsora Siderúrgica. Era sindicalista y militaba en el PRT. En la noche del 13 de enero de 1976 un comando integrado por una quincena de matones de la Triple A y uniformados del Ejército lo secuestró. Al día siguiente, en un descampado cerca del cruce de rutas hacia City Bell sus restos y el de otro sindicalista aparecieron acribillados y volados con una granada.
Conocida la trágica noticia, los obreros de Propulsora hicieron una colecta para las viudas y lo velaron en Ensenada. El cuerpo fue trasladado a General Pico y allí también se lo despidió. Un grupo de compañeros del PRT llegó a General Pico en tres autos para acompañar los restos. Rodearon la cuadra donde estaba ubicada la sala velatoria y uno se parapetó en un techo. La mujer de De Laturi, con sus dos pequeños hijos, se quedó a vivir en General Pico. Allí enterraron al sindicalista.
El 18 de enero de 1976 una comando parapolicial secuestró al castense Sergio García, estudiante universitario y militante de la JP en una pensión en La Plata. Sergio era hijo del senador pampeano peronista Justino García. Su cuerpo fue hallado a la tarde del día siguiente en un descampado, cerca del frigorífico Armour de Berisso, con más de 40 disparos.
El lunes 19 de enero, su padre fue a buscar el cuerpo a La Plata y lo trasladó por avión hasta Santa Rosa. De allí se dirigió hasta Eduardo Castex donde lo velaron ante gran cantidad de personas, entre ellos varios integrantes de la JP pampeana, que se acercaron para despedir el ataúd cerrado.
Su hermano, Miguel García, afirmó: “Cuando matan a Sergio mi padre se hace cargo de que el asesinato había sido una reacción contra él. Esto fue un cargo de conciencia terrible del que no se sobrepuso. A esto se le sumó mi encarcelamiento. Después, a los pocos años, se enfermó y murió. Nunca se repuso de la culpa”.
El piquense Raúl Uhalde estudiaba Abogacía en la UBA y militaba en una organización de la izquierda revolucionaria. El 18 de febrero de 1976 viajaba en un Fiat 125 con tres compañeros cuando fue interceptado en el barrio de Flores, por una patrulla de la Federal. Trataron de escapar y fueron encerrados por los patrulleros en la esquina de Rivadavia y Azul. Los cuatro militantes quedaron atrapados entre las balas de los policías.
Su madre Inés Siri y la hermana de Uhalde, Inés, fueron hasta Capital Federal para buscar los restos. Fue velado en Pico a cajón cerrado. Los más cercanos a la familia que estuvieron en el sepelio recordaron que cuando llegó el vehículo de la cochería y se lo cambió de ataúd se pudo observar que tenía tres tiros a simple vista: uno en la frente, otro en la nuca y otro en el pecho. Habría sido “ajusticiado”, como era el eufemismo de la época. Un testigo recordó: “Me quedó clavado para siempre el desgarrador grito de su madre, la noche que le dieron sepultura”.
El 22 a la medianoche los restos de Uhalde fueron enterrados en Pico, en un clima de temor tanto de sus parientes como de sus amigos. Fue un ceremonia casi en secreto y en medio de grandes movimientos de tropas que rodearon el cementerio, indicó La Reforma. Su hermana, Inés, sería desaparecida meses después en Córdoba.
Mario y Analía Urquizú eran hermanos, habían nacido en Alpachiri y estudiaban y militaban en el peronismo revolucionario en Rosario. Mario, al que le decían Negro, tenía 26 años, estudiaba medicina en Rosario y trabajaba en la Caja de Ahorros. Analía, de 22 años, estudiaba Psicología. Estaba casada con Daniel Rocche, de 20 años. El 15 de enero de 1977 Daniel fue acribillado en la ciudad de Rosario por una patrulla militar. Mario Urquizú fue muerto un día después que su cuñado y Analía fue ejecutada el 26 de enero también en esa ciudad. Habría estado embarazada. Las autoridades alegaron que los tres habían muerto en un mismo enfrentamiento. Sin embargo, habían sido secuestrados días antes de sus muertes. Sus restos fueron trasladados en silencio a Alpachiri donde fueron sepultados.
Carlos Mario Frigerio, de Santa Rosa, fue un militante de la izquierda peronista revolucionaria y estaba encuadrado en Montoneros. Había estudiado en Buenos Aires y con la dictadura se trasladó a Santa Fe. El 19 de enero de 1977 cayó abatido en esa ciudad por el Ejército cuando se resistió a los militares que lo habían rodeado. Días antes habían acribillado a su mujer, María Josefina Mujica, “Lía”, y el hijo de ambos, Guido, de seis meses de edad, pudo ser recuperado por su familia materna.
Frigerio estaba en una vivienda junto a tres compañeros y conociendo el destino que le deparaba de ser tomados prisioneros, se preparó para resistir. Todos fueron acribillados.
Según el testimonio de un familiar, su cuerpo tenía 32 balazos en el pecho. El cuerpo se encuentra actualmente en el cementerio de Santa Rosa.
La piquense Cristina Barbeito fue a estudiar a La Plata y se enroló en el peronismo revolucionario junto a su pareja, Juan Carlos Follonier, también de General Pico. Tuvieron un hijo, Pedro, que nació en julio de 1977, al que Juan Carlos no llegó a conocer porque fue desaparecido.
El 17 de octubre de 1977, Montoneros produjo varios operativos de propaganda en el Conurbano, y Cristina y un compañero participaron. Con ella iba Pedro, de tres meses. Algunos testigos consultados afirman que su automóvil fue acribillado. Datos oficiales, recopilados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, precisan que al ser sorprendida por un grupo de militares, dejó en el piso a Pedro y alcanzó a separarse de él. Allí fue acribillada. Su padre viajó entonces hasta Buenos Aires y logró recuperar a su nieto y el cuerpo de su hija que fue sepultado en General Pico.