Tras más de 40 días en el agua, el piquense arribó anoche a San Isidro logrando algo que no registra antecedentes en nuestro país.
Un temple de acero y un espíritu aventurero le permitieron a Portis cumplir con el objetivo, ese que se planteó tres años atrás y que mantuvo en secreto hasta días antes del comienzo de la travesía. Pese a no ser un profesional y que su embarcación no era la ideal para este tipo de prueba, demostró que la fe mueve montañas.
Se lanzó al agua solo, acompañado por algunos libros, algo de abrigo y comida el pasado 8 de enero. Remó en total más de 1.100 kilómetros, en los que se detuvo en diferentes lugares donde obtuvo lo mejor de su viaje, el cariño de personas sin conocerlo le brindaron alimentos, un lugar donde dormir o palabras de aliento.
Finalmente, ayer a las 20:30 horas Portis arribó al puerto de San Isidro, donde fanáticos de las actividades náuticas lo esperaban. Incluso en los últimos kilómetros de recorrido fue acompañado por otras embarcaciones pequeñas, de vela o motor, que le hicieron de escolta de honor ante un logro que no tiene precedentes en la República Argentina y que se analiza si no es el primero en el mundo.
Más de allá de que lo hecho destacable desde lo deportivo, es de remarcar que el propio piquense se embarcó en su kayak con la idea de hacer un viaje de autorrealización, que le aprender durante los días en el agua y el contacto con las personas, lo cual lo lleve a un crecimiento personal y le abra nuevos horizontes. Parece ser que eso también se cumplió para Bruno, que en su llegada tuvo contactos con especialistas en la disciplina, quienes se mostraron sorprendidos y auguraron la aparición de sponsors para que pueda seguir sobre un kayak pero ya como algo profesional, como un modo de vida.