LA HISTORIA DEL DÍA: Vecino de Quemú Quemú se reencontró con su mamá después de 63 años

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26 Enero, 2017 a las 12:50 hs.

Fue el martes en el barrio 1º de Mayo de la ciudad de San Luis, donde Josefina de 100 años, vive con una de sus hermanas. Paulino en 1954 se fue a La Pampa para salir de la pobreza y al querer contactarla no pudo dar con ella. Ambos pensaban que el otro estaba muerto.



Juntos de nuevo. Josefina perdió la vista hace dos años y dejó de caminar hace uno, sin embargo, sigue siendo la mujer fuerte que su hijo mayor recordaba. Foto: Marina Balbo.

El vaso de leche tibia que le daba después de ordeñar las vacas, la paciencia con la que lo trataba a él y a sus hermanos y las risas compartidas cuando les lavaba la cabeza en un balde. Durante más de medio siglo, la mente de Paulino Andrada revivió esos momentos una y otra vez. En todos estaba su mamá Josefina, una mujer de campo que llevó la casa y la crianza de sus cuatro hijos, sin ayuda de nadie. Las épocas difíciles hicieron que Paulino abandonara el hogar en 1954, para trabajar en La Pampa. Tenía 17 años y no alcanzó a despedirse de su mamá que estaba en otro pueblo, pero pensó que ya la volvería a ver. Lo que nunca se imaginó es que tendrían que pasar 63 años y que las redes sociales ayudarían a que eso ocurriera. El reencuentro se produjo ayer, cuando los dos pensaban que el otro estaba muerto. En una habitación del barrio 1º de Mayo, Josefina de 100 años, que perdió la vista y ya no puede caminar, tocó la cara de su hijo mayor que lloraba de alegría.

“Vivíamos en Pozo del Tala. Éramos tres hermanos, José, Raúl y Rosa. Como yo era el mayor y no alcanzaba el dinero para todos, en la adolescencia me fui a la casa de una familia a Pozo del Carril. Allí trabajaba y volvía de vez en cuando para visitar a la familia”, contó Paulino. Josefina, además de cuidar a sus hermanos, trabajaba en un tambo. “Hacía de todo. Andaba a caballo, cortaba la leña, cuidaba la huerta y nos hacía unas tortas buenísimas”, agregó. A los 17 años le apareció una oportunidad salvadora: trabajar con contrato en un vivero de La Pampa. “Cuando fui a despedirme no encontré a nadie. No eran épocas fáciles, costó reubicarme y adaptarme. Hasta que a los 22 años conocí a Hilda y nos casamos. Intenté contactar a mi mamá pero perdí la dirección para escribirle, después mandé a una señora para encontrarla y tampoco hubo novedades, hasta le pedí ayuda a la Policía”.

Como no podía ser de otra manera, la vida de ambos y de toda la familia cambió en esos más de 60 años. Paulino tuvo tres hijos, pasó por varios trabajos, hizo amistades, enviudó y estableció raíces en Quemú Quemú, al noreste de La Pampa. Josefina cambió su domicilio a Toro Negro, tuvo una cuarta hija, Alicia, (Paulino la conocerá en estos días) y contrajo nupcias con Zoilo Sosa, con quien tuvo tres hijos más, Gladis, Gerónimo y Jesús Teresa. Sus hijos (murieron tres) formaron sus propias familias y ahora Josefina tiene 46 nietos.

“Hace 11 años cuando la fui a visitar a Toro Negro, la encontré triste, le pregunté por qué y me dijo que ‘Paulo’, así lo llamaba ella, estaba muerto. Le pregunté cómo lo sabía y me dijo que por rumores. Mamá nunca dejó de mencionarlo, me decía que era el niño más bueno y que me cuidaba. Y es muy loco, porque yo soñaba con que él me tenía en brazos”, contó Rosa una de las hermanas, que a partir de ese momento lo alumbró con una vela para pedir por su alma. “Parece que Dios quería que yo rezara por él”, dijo emocionada. A su lado, y acostada en una cama, Josefina escuchaba todo como en una nube de sueños. Una de las pocas frases que dijo fue: “Yo nunca me olvidé de ninguno de mis hijos”.

Cuando ninguno imaginaba un reencuentro, ocurrió el milagro. La semana pasada Gabriela, la amiga y empleada de Paulino le preguntó por su familia. Cuando él le contó las idas y vueltas, la joven, asidua a las redes sociales, le dijo que lo ayudaría. “Le mandó por Facebook, algo que yo no manejo ni por asomo, mensajes a todos los Andrada de San Luis y una nota para compartir que decía que yo buscaba a mis hermanos”, dijo emocionado. Sólo pasaron dos días, para que lo viera “Anita”, la sobrina de la esposa de Raúl, uno de sus hermanos, que ya falleció.

“Mi cuñada le escribió y le pidió una foto. Cuando me la mostraron me largué a llorar. Es el calco de otro hermano. No lo podía creer, yo que le prendía velas a tres fallecidos, había recuperado a uno”, dijo Rosa. “Cuando hablé con él por teléfono, lo primero que hizo fue preguntarme ‘¿Mamita está viva?’, cuando le respondí que sí, escuché su llanto”.

Finalmente Paulino volvió a pisar San Luis ayer a las 7. Su familia fue a buscarlo a la terminal para llevarlo directamente al barrio 1º de Mayo, donde Josefina vive con una de las hijas del segundo matrimonio que la cuida.

“No puedo explicar lo que sentí cuando la vi, cuando ella reconoció mi voz y me tocó la cara. Lloramos los dos y hablamos de las épocas del tambo. Mi mamá me esperaba, sólo que yo no podía encontrarla”, finalizó Paulino. (eldiariodelarepublica.com)