Por Norberto G. Asquini
No hay nada como una crisis para que afloren las tensiones que estaban disimuladas o a punto de estallar. Los incendios que devastaron el sur y oeste de La Pampa fueron un desastre ecológico y económico que tuvo repercusión nacional. No es que no hubiera habido focos en los días previos, porque los brigadistas y bomberos habían estado trabajando en varios puntos. Pero la tormenta eléctrica que pasó por buena parte de La Pampa el 31 de diciembre desató con sus rayos muchos otros incendios y en el mismo momento. A partir de allí, con las condiciones imperantes, tanto climáticas por falta de lluvias como en los campos cargados de pasturas y en muchos casos sin las picadas correspondientes, las llamas fueron incontrolables. Defensa Civil, los bomberos u otros organismos están preparados para combatir el fuego en las zonas rurales, pero lo ocurrido los superó por factores que escapan a lo humano.
El resto es política. Todo es política, a pesar de que Mirtha Legrand intente en su mesa dominguera imponer el discurso de que “la política” ensucia lo que toca. Porque cuando ocurre una crisis lo que se discute sobre ella no son solo las soluciones que se deben adoptar, sino también el papel de los Estados, la respuesta de los gobiernos, la eficiencia de una gestión y la calidad de las políticas públicas. Todo, desde anuncios de paliativos y acciones hasta el reparto de culpas y acusaciones, son parte de ese gran paquete a discutir. Los pampeanos lo hicieron mientras observaron los incendios devorando campos y los medios nacionales reproduciendo las imágenes que se sucedían de lenguas de fuego y bomberos trabajando.
Ese fue el núcleo central de los cruces ocurridos entre Nación y Provincia en el marco de la crisis de los incendios. La relación entre la gestión del presidente Mauricio Macri y la del gobernador Carlos Verna ha sido compleja y hasta confrontativa. Como ya habíamos indicado en esta columna, el conflicto fue in crescendo durante el primer año de gobierno de ambos, llegando a diciembre a su punto más alto cuando se discutió las reformas al Impuesto a las Ganancias. De hecho, el viceministro del Interior, Sebastián García De Luca, dijo directamente en declaraciones periodísticas que “es difícil” la convivencia política con Verna. En ese marco de tirantez, es que se sucedieron las acusaciones de unos y otros.
Esta vez el conflicto fue directo porque implicó discutir no solo fondos o los rumbos de determinadas decisiones políticas, sino una crisis que afectó directamente al territorio y a sus habitantes. Ante las proporciones que habían tomado los incendios que arrasaban con todo a su paso, la Provincia afirmó que Nación se había enterado tarde de su magnitud y que no se había preocupado. Lo cierto es que cuando las fotos del drama pampeano llegaron al diario La Nación, recién entonces se levantaron algunos teléfonos con mayor premura en Buenos Aires. Desde Nación se justificaron que Provincia era quien debía convocar al Plan Nacional de Manejo del Fuego, y que no lo había hecho cuando debía. Provincia se quejaba de la falta de atención, Nación contraatacaba con los equipos que había enviado. Para la oposición pampeana, la improvisación de las autoridades provinciales y la falta de control hacia quienes debían hacer las tareas de prevención, los mismos productores, fueron factores que ayudaron a que se magnificara la problemática. Para el gobierno, los incendios son propios del paisaje pampeano, pero esta vez fueron superados por la naturaleza.
Todo es política, y eso se vio reflejado en cada postura tomada frente a la crisis. Como la fallida llegada del ministro de Ambiente nacional, Sergio Bergman, su “profecía apocalíptica” y su falta de definiciones. A su llegada fue rodeado por funcionarios provinciales que le reclamaron soluciones, sin obtener mucho más que algunas palabras. En esta oportunidad, no se pudieron justificar las falencias hablando de la “herencia recibida”. La subejecución del presupuesto de Ambiente, uno de los argumentos que recayeron sobre Bergman, no es culpa de la anterior gestión.
Mientras tanto, y para dar cuenta de la dimensión política que tuvo esta crisis, en los medios se iba multiplicando el conflicto entre ambos gobiernos. El diputado del PJ, Ariel Rauschenberger, no muy afecto a declaraciones altisonantes, acusó directamente a Nación de no hacer nada. Fue el primero de varios del oficialismo pampeano que endurecieron su discurso. Del otro lado, salieron a defender al gobierno nacional todos los referentes del macrismo en La Pampa, desde el secretario de Deporte, Javier “Colo” Mac Allister, los tres diputados provinciales de Cambiemos y el presidente del PRO pampeano. La presencia de intendentes del PJ respaldando a su par de La Adela, la localidad más afectada por los focos del sureste, fue otra muestra de poder territorial del PJ.
También las medidas que se tomaron para paliar la situación del sur pampeano mostraron el papel de cada gobierno, y de cada Estado. Verna llamó a los ministros del Interior y de Agroindustria para apurar el envío de fondos. Mientras tanto, desde provincia se declaraba el “estado de desastre agropecuario”. Es la tercera declaración que se hace, una fue de emergencia a comienzos de 2016 y otra similar en octubre por las inundaciones que se sufrieron en el norte provincial. En ambas, la homologación de Nación se realizó mucho tiempo después y los fondos que debían ser destinados a La Pampa, aún hoy, no llegaron. Del otro lado, hubo anuncios de Mac Allister de envíos de ATN para los municipios y de otros beneficios por parte del Ministerio de Agroindustrias.
Lo que dejó en evidencia esta crisis de los incendios, aún más que los cruces mediáticos, es la tensa relación entre el gobierno de Verna y Nación que no parece tener por ahora una salida. El escenario político quedó abonado con este nuevo conflicto entre La Pampa y Nación para que en 2017 los votantes definan en las legislativas nacionales de qué lado están.