Interna radical: ¿el vaso medio lleno o medio vacío?

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23 Diciembre, 2016 a las 14:43 hs.

Por Norberto Asquini.



La UCR pampeana definió su conducción provincial. Fue una confrontación sorpresiva y que presagia debates que llegarán en 2017 en torno a conformar o no el Cambiemos pampeano junto con el macrismo. Ese fue uno de los condimentos de la interna radical, pero no fue el único, ni fue definitivo para una postura o para otra. Hagamos un balance de lo que dejó esa elección, porque según sea el sector, se puede analizar el resultado viendo el vaso medio lleno o medio vacío. 

La política, ¿se cocina fuera del comité?: La cantidad de votantes fue de unos 3 mil (1.620 apoyos para la lista de Hipólito Altolaguirre y 1.420 para Daniel Kroneberger). Una cifra regular, si se la compara con la última interna partidaria en 2004 en la que participaron 3.300 personas, y la depuración de los padrones en ese lapso. Floja, si vamos a los porcentajes de afiliados y a los escasos votantes que hubo en varias localidades. El nuevo titular de la UCR pampeana se molestó porque el autor de esta columna habló de “apatía” entre los afiliados.

Los números mostraron que no hubo motivación. “Fue una elección de dirigentes”, se consoló el lado derrotado; “la interna estaba instalada solo entre algunos dirigentes, pero las bases no se sentían parte”, dice uno que apoyó al ganador. Las treinta personas aplaudiendo a Poli Altolaguirre en la ventana del comité provincial mostraron esa realidad. Hasta los números se intentaron disimular lo más que se pudo.

El senador Juan Carlos Marino había planteado la inconveniencia de la interna y vaticinó lo que finalmente ocurrió, dicen los de su lado. En una intendencia que recién lleva su primer año de gestión y cuyo jefe comunal, Leandro Altolaguirre -que también fue candidato- llegó al cargo con más del 50% de los apoyos, en su partido fue votado por 422 afiliados. Esto sirvió a Espartaco Marín para chicanear sobre la baja participación, al recordar cuando hace dos años el PJ eligió en la ciudad cargos partidarios y tuvo un promedio de votantes del 35%, porcentaje que se consideró bajo. Sin embargo, vamos al vaso lleno: la crisis de los partidos y de las representaciones ha golpeado a todas las fuerzas, no es un cuestión solo del radicalismo. 

La era de los personalismos: las adhesiones políticas de la gente pasan en la actualidad por los personalismos. Leandro Altolaguirre, líder de su sector, tiene más apoyos en la sociedad que lo que representaron los votos conseguidos en la interna. Lo mismo ocurre con Francisco Torroba, que sin una estructura de peso propia dentro de la UCR, está instalado como referencia electoral. O el caso de Marino. Las líneas ya no son colores, son “ismos”. Y en muchos pueblos pesan más los dirigentes locales que los provinciales. Esto hizo notar, salvo en algún caso puntual como Guatraché, el poder territorial de los jefes comunales volcando las urnas para el sector que ellos apoyaban. 

Un partido “territorializado”: la política argentina se ha ido territorializando. La UCR se ha convertido, como también ocurre con el PJ, en una federación de partidos provinciales. Y puertas adentro de La Pampa se proyecta algo similar. Los Altolaguirre, sin presencia en el interior, se aliaron con los de Ulises Forte en General Pico, con algunos dirigentes locales como la intendenta Roxana Lercari de Realicó y también allí aportó Marino, que se volcó por uno de los lados cuando la interna era ya inevitable. Mientras Kroneberger se recostó en Torroba.

La fragmentación se observó pueblo por pueblo y estuvo bien marcada. Signos de esto: Kroneberger se impuso en Colonia Baron, Parera, Trenel, Anguil, Larroudé, Embajador Martini, Caleufú; el torrobismo en Catriló, Alpachiri; Marino en General Acha, Intendente Alvear, Ingeniero Luiggi, Quemú Quemú, Miguel Riglos; y los “locales”, como Lercari en Realicó o Chiquilito y Pregno en Eduardo Castex, en ambos para los Altolaguirre. En el interior cuando ganaba una de las listas, lo hacía por mucha diferencia sobre la otra, llegando hasta el 90% de apoyos. “El internismo radical puede ser tomado como una virtud democrática o una confrontación interna permanente no aconsejable”, dice resignado sobre este panorama uno de los dirigentes consultados. Vaso medio lleno o medio vacío. 

Desdramaticemos: esta elección fue solo un aperitivo de lo que vendrá. Los Altolaguirre dominan ahora el partido, y seguirán promocionando Cambiemos más por conveniencia que por convicción. Para su sector, le tiene que ir bien al presidente Mauricio Macri para que le vaya bien en su gestión, y para los radicales es central que le vaya bien al gobierno de Santa Rosa. Para los que perdieron fue un duro trance, pero no está todo dicho. Hay que ver qué definen en 2017 los órganos de la UCR que toman las decisiones políticas: si la Convención nacional impulsa las listas comunes con el PRO o da libertad a cada distrito, y ver qué dice la Convención provincial sobre la posibilidad de esa alianza.

Para los ganadores, fue la ratificación de los Altolaguirre como dirigentes con peso propio -Hipólito condujo el comité capital y ahora pasa al provincial- y el recambio de “viejos dirigentes”. Para los perdedores, la poca afluencia de afiliados santarroseños mostraría que el capital político de los hermanos no tiene el brillo que se pretende. ¿Hay una reconfiguración interna en la UCR después de 2015? ¿Fue parte esta elección de esa tendencia? Eso parecen mostrar los números, en un escenario que ha cambiado en pocos meses, sobre todo con la llegada del PRO al poder. Hubo ganadores y perdedores, pero todavía hacer un balance definitivo de cómo van a quedar parados a futuro es prematuro. En lo que parecen coincidir todos es en algo: “hay que desdramatizar, solo fue una interna para cargos partidarios”.