Por el profesor Daniel Fornerón.
Es verdad que nada ni nadie nos garantiza la felicidad absoluta, pero el dilema es diferente cuando lo que falla es una parte o elemento del problema que supuestamente tiene la función del cuidado de nuestras vidas o seres queridos; como lo es en este caso la policía.
El viernes próximo pasado y luego de participar activamente en su acto de egresado, mi hijo decide salir a pasear por la ciudad junto a su novia. Seguramente la mezcla de felicidad y excesiva confianza frente al destino –típico de los adolescentes- hizo que no repararan en salir acorde a las normas de tránsito vigente, lo cual lo indujo a cometer una estupidez como lo es tratar de evadir un control de tránsito.
Luego de una breve persecución mi hijo se detiene tratando de solucionar el error cometido, dando comienzo a una pesadilla que nunca olvidaran; ya que es tomado del cuello y arrojado a la acera por el policía del comando radioeléctrico David Silva, produciéndole laceraciones en el tórax y espalda, como así también un enorme hematoma craneal y un fuerte golpe en la última costilla, que según consta en el certificado médico expedido por el hospital local no reviste inconvenientes futuros.
Evidentemente la agresión fue de tal magnitud, que en la justificación de la infracción se aclara que esta fue por falta de documentación, cuando la totalidad de esta se hallaba bajo el asiento de la moto –como consta en el acta de retiro del depósito judicial- lo cual demuestra lo espontaneo e inesperado del ataque con absoluto exceso en el uso de la fuerza pública.
Como docente, mi fuerte apego a las normas hace que me sea impensable justificar el accionar de Nahuel, ni el procedimiento que debe realizarse en estos casos, pero el fin nunca justifica los medios. El jefe del comando radioeléctrico – José Ayala- debería tomar conciencia de la importancia de contar con agentes psicológicamente aptos para lidiar con la idiosincrasia y cosmovisión de nuestros jóvenes, ya que energúmenos incompetentes –como el agente en cuestión- no hacen más que manchar la imagen de una institución que en los últimos tiempos se halla bajo la lupa por numerosas irregularidades, pero que nosotros –como ciudadanos- necesitamos indefectiblemente que esté de nuestro lado.
En este aspecto toma real importancia el proyecto presentado por la diputada Patricia Testa (UCR- Frepan) referido a la realización cada 2 años de un examen psicológico al personal policial. Por otro lado el intendente Juan Rainone –con quien hemos compartido claustros académicos- , debería participar de los polémicos controles de tránsito tratando de inculcarles un poco de empatía a sus agentes, como así también explicarles que concientizar no es lo mismo que recaudar; y que las infracciones no solo la cometen las motos y los automóviles visiblemente deteriorados; ya que sino transmitimos la idea de que las reglas de transito solo son para los pobres; y realmente no creo que ello se condiga con un líder justicialista.
DANIEL FORNERÓN
DNI 16958597
PROFESOR DE GEOGRAFIA