4 años sin Sofía: El ataque a la Comisaría Cuarta y Tribunales

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5 Noviembre, 2016 a las 11:06 hs.

Luego del hallazgo del cuerpo de la niña se produjo una pueblada que terminó con destrozos y saqueos en dichas dependencias.



La noche de aquel lunes 5 noviembre la ciudad vivió uno de los episodios más caóticos de su historia. Anoticiados del hallazgo del cuerpo de Sofía Viale en la casa de calle 29 entre 40 y 42, cientos de vecinos comenzaron a congregarse frente al inmueble.

Mientras efectivos policiales y funcionarios judiciales trabajaban en el patio de la vivienda, en las afueras se desató la locura. Insultos, lluvia de piedras, destrozos de vehículos y agresiones a efectivos policiales, solo algunas de las demostraciones tangibles de lo intangible, el sentimiento de profundo dolor y bronca que tenían los piquenses en su interior.

Lo locura pudo más que la cordura, no había razón que pudiera primar sobre lo instintivo. Si hasta el propio papá de Sofía, Marcelo Viale, tuvo que salir en medio de la tragedia que vivía a pedir por favor que no atacaran más la casa del asesino Juan José Janssen para poder preservar las pruebas.

Los incidentes no se dieron únicamente en el mencionado lugar, sino que a los pocos minutos se trasladaron al edificio que comparten en calles 25 y 40 la Comisaría Cuarta del Menor y la Unidad Funcional de Género, Niñez y Adolescencia.

Nuevamente destrozos, intento de incendio de la dependencia, una furgoneta policial quemada, además de robo de armas y otros elementos, fueron postales de un General Pico “en llamas”, como pocas veces se lo vio.

Por si fuera poco, grupos de revoltosos aprovecharon la ocasión para dirimir otras cuestiones, pasar facturas y cobrarse deudas que nada tenían que ver con el caso Sofía. Esa misma noche vándalos fueron al Palacio de Tribunales, en calles 22 y 9, donde rompieron vidrios y pretendieron generar un incendio, ante la poca resistencia que pudo ofrecer un grupo de policías que estaba en el edificio.

¿Las consecuencias de lo ocurrido? Daños materiales con costos siderales, uniformados y vecinos heridos, además de policías que no pudieron volver a trabajar. ¿Los responsables? Solo uno, Adrian “Boquita” Reynoso, condenado en 2013.