Por Norberto G. Asquini
Un experimentado dirigente justicialista, marinista para mayores datos, afirma que la consecuencia más grave de una interna en el PJ provincial que enfrenta a dos listas son las huellas que deja en cada pueblo. A partir de ahí, las divisiones, heridas y resentimientos entre sectores del justicialismo, que se trasladan al plano de las relaciones personales, quedan latentes tras la votación y la dinámica de esa rivalidad lleva hasta perder localidades gobernadas por el oficialismo. El análisis no es errado.
Si bien luego de la interna del PJ que enfrentó en 2015 al vernismo-marinismo con el jorgismo hubo muchas localidades en las que las relaciones entre esos sectores se compusieron, en otras el conflicto, más soterrado o más explícito, ha persistido. Donde la fractura es evidente se han dado casos de “concejos rebeldes”, Concejo Deliberantes en los que justicialistas disidentes al intendente se han hecho cargo de la presidencia mediante acuerdos con la oposición. Esas maniobras, inéditas hasta entonces, rompieron con el tradicional alineamiento “automático” de los cuerpos deliberativos locales con el ejecutivo local. Esto ha provocado que el municipio justicialista pierda gobernabilidad y que desde el CD se gane en control y transparencia al ponerle coto al poder y los manejos de los jefes comunales.
La pérdida del control oficialista de los Concejos mediante estos acuerdos ya se había dado en localidades grandes y con cuerpos deliberativos numerosos como Santa Rosa y 25 de Mayo. Ocurrió con los justicialistas Néstor Alcala y Luis Larrañaga en la capital y con David Bravo en el oeste. Ahora, aunque no son muchos los ejemplos, esto se ha replicado en otras localidades.
Uno de los casos es Eduardo Castex, donde lo padece el intendente Julio González. En la elección de 2015 el cuerpo deliberante quedó conformado por cuatro ediles del PJ y cuatro del Frepam, una paridad que mostró los rastros de la interna. En la sesión preparatoria, Marina Baigorria, que había ingresado en la lista oficialista por la minoría de Compromiso Peronista, conformó sorpresivamente el bloque Frente Castense. Y fue apoyada por el bloque del Frepam para convertirse en presidenta del concejo por cinco votos a tres. A partir de ahí estalló el conflicto entre los ediles con fuertes cruces en los debates y un mayor control por parte del concejo sobre los manejos del intendente y de las cuentas públicas.
Se desaprobaron balances y cuentas de inversión considerados “desprolijos” y hubo pedidos de informes por cheques emitidos sin orden de previsión antes de las elecciones, se hicieron modificaciones al Presupuesto y se votaron proyectos como la presentación de declaraciones juradas para autoridades comunales o de acceso a la información pública y se controló el destino de los fondos de las regalías hidrocarburíferas. Si bien el jefe comunal vetó total o parcialmente algunas de estas iniciativas, desde el CD se afirma que esta situación ha llevado a que el ejecutivo se haya visto obligado a presentar los balances de forma más ordenada y a medirse en sus atribuciones. Mientras, el intendente González trata de mostrar públicamente un consenso inexistente con el deliberativo.
Pero no solamente un jefe comunal vernista sufrió las secuelas de la interna. En La Maruja se dio el mismo escenario. Allí la interna del PJ la ganó el entonces intendente, Gustavo Cein, del jorgismo. Las elecciones fueron conflictivas, llegando al enfrentamiento con piedras y palos entre una patota del oficialismo y militantes del Frepam. Hasta tuvo que intervenir en la localidad el Grupo Especial de Operaciones de la Policía provincial. Cein fue reelecto y el CD quedó integrado por tres representantes del PJ y dos del Frepam. En esta oportunidad, la representante que ingresó por la minoría del vernismo, Virginia Sava, acordó con los dos ediles de la oposición y fue designada presidenta del cuerpo.
Desde entonces el concejo comenzó a tener una dinámica muy distinta a períodos anteriores, contrastando con la pasividad previa, y de hecho, sus integrantes empezaron a reunirse todas las semanas cuando antes eso no era habitual. Se desaprobaron varios balances con irregularidades, se sancionó a un funcionario municipal y se puso el ojo sobre los gastos.
Si en los casos de Eduardo Castex y La Maruja el resultado de la división del justicialismo llevó a que un sector disidente se hiciera del control del concejo deliberante con el acuerdo de la oposición, hay otros espacios en los que sin llegar a esos extremos las diferencias existen, aunque se disimulen. En Catriló el intendente Ricardo Delfino tuvo un revés cuando todos los concejales le cambiaron el nombre al SUM local. En General Pico, que siempre mostró un bloque del PJ alineado al intendente y sin fisuras, una de los siete concejales de esa bancada anunció hace algunos días su alejamiento. Graciela Sánchez, del sector tiernista, molesta porque el intendente Juan José Rainone no le había concedido algunos pedidos, informó que iba a conformar un bloque unipersonal dejando con un voto menos al oficialismo y al concejo deliberante partido en seis y seis. Un llamado “de arriba” la reconvino y dio marcha atrás con esa decisión.