Cartas del Lector: “Nuestra escuela hoy”

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23 Agosto, 2016 a las 12:42 hs.

Por el profesor Daniel Fornerón



La escuela ha sido históricamente un elemento importante dentro del sistema de propaganda por parte de los estados de los valores, creencias o posicionamientos que forman el constructo colectivo de una nación  o  “conciencia social” como lo denominara Émile Durkheim (1858-1917) , ya sea siendo apoyada fervientemente como a principios del siglo XX (tratando de incorporar las enormes masas de inmigrantes a la incipiente nación); o vapuleada como en la tristemente conocida “noche de los bastones largos” ocurrida en 1966 en la UBA, y que marcara la antesala de una de las más oscuras etapas de los últimos tiempos de nuestro país. 

Durante la última dictadura militar la conciencia social parecía aprobar la intervención de las fuerzas armadas en los asuntos políticos del estado – como dijera León Gieco: fue cuando se callaron las iglesias y el futbol se comió todo- hasta que la nefasta guerra de Malvinas diera por tierra con este macabro paradigma en 1982. 

La euforia de la llegada de la democracia, de la mano de Raúl Alfonsín, pareció imponer eternamente su slogan: con la democracia se come, se cura y se educa…..pero lamentablemente también tenía sus días contados. 

La crisis del 2001 demolió el paradigma anterior, de la mano de dantescas imágenes de saqueos a los supermercados, la huida en helicóptero de un presidente democráticamente electo, y la lamentable pérdida –por suicidio- de René Favaloro, debido a la inoperancia de un estado donde primo la economía por sobre la política, demostrando que las urnas por si mismas no resolvían los problemas cotidianos de los argentinos.                            

Los resonantes casos de corrupción que podemos observar a diario, hasta el hartazgo, debe servirnos para darnos cuentas definitivamente que la democracia vacía de la idea de republica, de división de poderes absolutamente independientes y de organismos de control idóneos solo puede conducirnos a gobiernos populistas que no guardan ninguna relación con la idea de progreso, ya que como lo demuestra la historia todos los gobiernos con estas características terminan carcomidos por la corrupción. Se observa en los jóvenes una cierta apatía por la política, siendo esto el caldo de cultivo necesario para cometer los mismos errores del pasado. 

Es por esto que la escuela debe recuperar (más aun en estos días de efervescencia política) el papel de faro del conocimiento que antaño fuera, analizando objetivamente nuestra historia, pero sin dejar de analizar la realidad diaria con el objetivo de lograr alumnos con una conciencia social basada en la solidaridad, el esfuerzo y el apego absoluto a las normas vigentes, tratando de evitar futuros gobiernos personalistas basados en discursos mesiánicos.