Por Norberto Asquini
Cuando el gobernador Carlos Verna les dijo el lunes “no hay plata” a sus funcionarios, resumió lo que ocurre con la Provincia: los sueños de crecimiento quedaron estrujados entre dos fantasmas que han colocado a La Pampa al filo de una crisis económica y que dejaron por ahora en stand by a la administración vernista.
Vamos al primero de los dos: Verna sufre los tironeos con la presidencia de Mauricio Macri por los fondos que necesita y que no llegan y por la baja de los ingresos por el enfriamiento de la economía por el ajuste nacional. En ese marco, reclama plata y la va consiguiendo a duras penas, pide optimizar los recursos a sus funcionarios, no quiere endeudarse como pretende el macrismo y hace algunos ajustes propios aunque acotados –desde la baja de las comisiones de servicios, el freno de la obra pública a la revisión de las cuentas municipales–. Medidas estas últimas que entran en contradicción con la concepción del Estado peronista pampeano conformado en las últimas tres décadas, pero que muestran lo complicado de la situación.
Pero hay otro fantasma. Frente al panorama de las cuentas presentes, hay una convicción mayor que hace mirar al pasado cercano para buscar explicaciones de lo que está pasando: los números no cierran no tanto por la demora en las negociaciones con la gestión de Cambiemos, sino por la herencia dejada por la dependencia de la anterior administración provincial para con el gobierno de Cristina Fernández.
El vernismo, o más concretamente Verna, supo construir una cosmovisión política basada en el “pampeanismo” como defensa de los intereses locales ante el Estado kirchnerista, centralista y disciplinador a través de la dependencia económica de los gobiernos provinciales. La alteridad fue la Nación, o el gobierno K concretamente, avanzando sobre la autonomía política provincial, y este fue el eje estructurante de la campaña del año pasado que dividió al PJ pampeano en la interna y en las elecciones primarias. Y la visión triunfante en La Pampa del peronismo en el poder.
Cuando Verna dejó el cargo en 2007, había fondos para afrontar los gastos de funcionamiento de la administración pública para nueve meses. Cuando regresó el 10 de diciembre pasado al mismo puesto, calculó que quedaban para algunos meses, pero se encontró con que no alcanzaba ni para un mes de gracia. Había sí alrededor de 1.300 millones de pesos en las cuentas, de los cuales 1.000 millones era dinero afectado a obras y otros destinos específicos por leyes provinciales o nacionales, que no pueden ser destinados por ejemplo al pago de salarios o gastos de funcionamiento.
Ahora, el equipo económico está afinando los números y en estos días tendrá el nuevo presupuesto. En los cálculos está presente que el Presupuesto nacional que dejó la gestión kirchnerista es de agosto del año pasado y luego de la devaluación se están recalculando los números de lo que le tocaría a La Pampa. Por el otro, está pendiente la devolución del 15% de coparticipación que iba a la ANSES por parte del gobierno macrista y que son 1.400 millones de pesos.
La deuda de la gestión kirchnerista con La Pampa es de de 4.000 millones de pesos –muy difíciles de cobrar–, y los fondos no enviados de la ANSES desde 2009 para el déficit de las cajas jubilatorias provinciales que debieron ser afrontados por el gobierno provincial ascienden a más de 950 millones de pesos, son agujeros negros que debe tapar, en una situación crítica, la propia administración vernista con lo que tiene. Si el gobierno provincial vive esta situación crítica con desesperación, el mismo panorama se derrama hacia abajo llegando a los municipios y a muchas empresas.
Es en este escenario que, por ahora, Verna se siente más cómodo negociando con Macri que si lo hubiera hecho con un gobierno cercano al kirchnerismo en la Casa Rosada de haber sido otro el resultado el año pasado. Lo que no implica que hoy deba sufrir la falta de definiciones y de fondos.
El panorama crítico que afronta la Provincia, para los funcionarios del entorno vernista, está vinculado con las restricciones nacionales actuales, pero estrechamente relacionado con la situación de dependencia en la que había quedado La Pampa con respecto a Nación durante el kirchnerismo.
Y si la convicción anti-K de Verna se fue cimentando durante años por las diferencias en el plano político, se afianzó con la circunstancia económica actual. Porque, aunque no lo nombre, para el vernismo el pasado kirchnerista no es solamente un recuerdo, sino una herencia vigente y que le pesará en los próximos cuatro años.