Las pascuas que se vienen: El pescado

thumb image
17 Marzo, 2016 a las 19:28 hs.

Tradición religiosa de no comer carnes rojas: ¿Qué rol juega el negocio de la pescadería?



El cristianismo aglutina muchas tradiciones que tienen por finalidad ahondar el sentimiento religioso y lograr con ello un arraigo más poderoso. Más allá de la forma que se elija desarrollar un análisis de cómo los usos y costumbres pueden orientar tendenciosamente los consumos humanos, hay una cosa que es clara en General Pico, en La Pampa y en Argentina: la religión predominante es el catolicismo.

Así las cosas, la tradición de no comer carnes rojas abre la puerta a que Semana Santa sea una de las épocas de pico máximo de consumo de pescado. Claro, no es el sustituto principal de la carne pero la tradición atrae a muchos que habitualmente no consumen pescado.

Hay muchos mitos y malentendidos en lo que respecta a los abusos de sobreprecios que suelen denunciarse. Entrevistando a Ricardo Actis Giorgetto, reconocido empresario y amplio conocedor del tema, infopico.com reúne bajo los siguientes subtítulos los necesarios puntos y contrapuntos para que se maneje mejor información.

Sobreprecios de temporada: Muchos acusan a los comercios de pescadería sobre el precio de los pescados en estas fechas. Lo cierto es que es una cadena en que muchos eslabones aportan a un precio que es en parte inflacionario y en parte resultado de una especulación “prudente” del comerciante final.

La prudencia juega un rol clave pues para el comerciante de pescado ésta es una fecha en la que puede cubrir las bajas ventas habituales en invierno, pero tampoco cobrando sobreprecios abismales que ni siquiera responda a los estándares de calidad necesarios.

En definitiva, hay que balancear el negocio acorde a muchas variables simultáneas que pueden hacer que el precio final sea caro, sin ser un sobreprecio y apenas cubriendo costos fijos. Son decisiones que marcan a una empresa de acuerdo a si quiere subsistir unos pocos meses o establecerse por años.

Pescado fresco y pescado congelado: Son dos circuitos totalmente distintos, en cuanto al trabajo que requieren. El pescado congelado se comercializa desde semanas antes a la finalización de la cuaresma, pudiendo ser almacenado por tiempo mayor y siendo vendido para que el consumidor también pueda guardarlo hasta la fecha deseada.

El pescado fresco involucra otro sistema más inestable, pues depende de factores como el clima en altamar. Si es bueno, la pesca también lo será y los proveedores cubrirán la demanda de las distribuidoras. Si el clima no ayuda, una mala pesca puede generar que haya menor cantidad de pescado disponible y se acumula otra razón por la cual el pescado aumenta de precio.

Pescado en La Pampa: Siendo una provincia sin acceso al mar, todo el armado para que esté el producto en nuestro territorio no es sencillo. Más aún si se tiene en cuenta que el consumo promedio de pescado en La Pampa viene en decadencia con respecto a décadas anteriores. El “criollo” se acostumbró a otras comidas, más propias de la zona, cuando antes los inmigrantes empujaban la comercialización y traslado de pescado desde los puertos bonaerenses.

Disponibilidad de stock: En Semana Santa hay “clientes extraordinarios”, en el sentido de que no son habituales del negocio. Una empresa que no vislumbre mantener clientes fijos en el tiempo (algo que no es recomendable en ciudades medias o pequeñas como las de nuestra provincia) puede pretender vender pescado que no sea de primera calidad. Claro que la jugada puede generar una mala imagen en el negocio. Por ello, lo ideal es tener stock de calidad y los motivos previamente explicados como el mal clima en el mar pueden atentar contra ello. Para una fecha tan especial, lo deseable es tener un amplio stock que cubra la demanda, y no sólo eso, sino que haga que a menores precios se cubran las “ganancias prudentes”.  

Rentabilidad del negocio: Para finalizar, insistimos en la idea que sobrevoló cada parte de la entrevista de la que sacamos todos estos conceptos: lo importante es la “prudencia”. El vendedor en este rubro, a una distancia considerable del mar como la que existe en La Pampa, debe aprender a ser prudente. Así se lo recompensan sus clientes, quienes suelen ser consumidores habituales de pescados y mariscos y valoran la calidad. Por eso, aún en Semana Santa, con un caudal de gente no habituada a comer productos del mar, un negocio serio pretenderá comercializar pescados de calidad y no ir detrás de la ganancia producida por un sobreprecio que sólo perjudicará el rendimiento general de la empresa.

En síntesis, la clave está en saber que los precios que se pagan en Semana Santa responden a un incremento inflacionario por parte de cada eslabón de la cadena productiva, hasta llegar a las góndolas, y que si bien pueden estar unos pesos más caros, la calidad no se negocia.

Después de todo, la tradición religiosa no permite las carnes rojas. A quien no le cierre que el negocio de la pescadería busque rentabilidad, puede consumir otra cosa.