¡Al fin serán bienvenidos todos al show de la linda fe sonriente!

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14 Marzo, 2016 a las 19:22 hs.

Crónica de un viaje por Tandil: Indio Solari & Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.

 

 



Sábado 12 de Marzo. 3:30 am. Horario de salida. Destino: Tandil. Se retrasó un poco la partida, pero al final en la combi que partió de la Terminal de ómnibus iban todos: la mujer del hombre, el padre del hijo, la novia, los amigos, los desconocidos y el vago de mil caravanas. El sentimiento que unía estas 19 almas era el mismo y así emprendimos el viaje.

Le bella sede

Cerca de las 11 de la mañana ya estábamos en Tandil. Ciudad hermosa y “bien ricotera”, como dijo Solari horas más tarde durante el show. Las sierras decorando el paisaje fueron una de las tantas instancias que lo hacen a uno sentir el misticismo de la misa, ese no-sé-qué generado por la reunión de tantas personas.

La ciudad estaba colapsada. Autos, combis, micros que no avanzaban ni encontraban dónde estacionar. Gente caminando como salida de hormigueros. Incontables puestos de venta ambulante, levantados ahí especialmente para vender la remera con la fecha estampada, una cerveza o un choripan.

Nos dirigimos al dique para pasar el mediodía y perder un poco el tiempo. ¡Cuánta gente! El dique era uno de los dos puntos de encuentro de todos los ricoteros y todo se desbordaba. Desde los autos ponían música bien fuerte y todos coreaban las canciones de Patricio Rey con la euforia de quien sabía que pocas horas separaban el reencuentro con el Artista Invitado.

Fiesta, ese era el estado general. Familias numerosas y grupos de amigos con ganas de pasarla bien, lo cual quedó evidenciado por la ausencia de disturbios de relevancia.

Había gente local que hasta estaba feliz de ver a los peregrinos: con Emma, una señora de 83 años, compartimos un viaje en un colectivo de línea y estaba fascinada de la amabilidad y buen trato de las personas que habían ido llegando a su localidad hacía tres días. De ese colectivo, Emma se bajó en su casa; nosotros nos bajamos a unas cuadras del otro foco de encuentro de las masas, allí donde comenzaría la procesión.

La peregrinación

Cruzando la Ruta 226, la avenida Espora pasaba a ser la avenida Actis. Allí se concentraban las personas que podían ser contadas de a miles. Era el segundo foco, donde había más “agite” y abundaban las banderas ondeando en la previa. Desde las 15:00 horas se habían abierto las 10 puertas y para las 18:30 cuando enfilamos por Ugalde, una de las tres calles que funcionaban como entrada, la zona ya era un mar de gente.

“¡Maldición! Va a ser un día hermoso” cantaba una chica que marchaba por allí y cuánta razón tenía. Hombro a hombro caminábamos todos, entre charlas. No era tarde, faltaba bastante para el recital y sin embargo el ritmo de la caminata era bien lento. Aún para el más viejo concurrente de estos eventos, el asombro era general: en el terreno tandilense que presentaba subidas y bajadas sólo se veían cabezas. Eran personas en pleno proceso, nadie apuraba el paso, nadie era inmune a la imagen que se presentaba.

Los vecinos aparecían en los umbrales de sus puertas y saludaban a la masa que caminaba en transe hacia el hipódromo. Había quienes se copaban y seguían poniendo música para que el ambiente no dejara de ser sobrevolado ni un segundo por Luzbelito, el Capitán Buscapina, Momo o el mismísimo Barbazul.

Siete u ocho cuadras para aumentar la mística, para perpetuar el mito. La alegría se notaba en los rostros, incluso pasando de buena gana por cacheos realizados por la seguridad privada. Una vez adentro fuimos recibidos por diez torres de sonido que eran la bienvenida tácita a un show multitudinario.

Así las cosas, sólo hacía falta que en el Hipódromo apareciese el Caballo Loco para asegurarnos eso de que “tu corazón vacilará la noche de hoy”.

El anuncio

Iban ya un poco más de dos horas esperando. Cuando se podía, uno se sentaba. Cuando no, parados coreábamos canciones que bien pueden ambientar un estadio de fútbol. Esa era la situación, ya de noche, 21:15, cuando el griterío general se hizo presente: Monsieur Sandoz había salido al escenario antes del show, novedad de ocasión.

Con los gritos y saltos, confundidos, pensando inocentemente que esta vez el show daría comienzo de otra forma, ahogábamos los pedidos de Solari para hablar. “Por favor, quisiera decirles algo. Si me pueden escuchar les voy a agradecer mucho”.

Cuando las fieras calmaron unos minutos después, entendiendo que la circunstancia era otra, se pudo escuchar lo siguiente: “Anda circulando en internet una versión de que estoy enfermo, y es verdad. Mr. Parkinson me anda pisando los talones, pero bueno, digo… ¡Aquí estoy! No hagamos una tarea de esto. Todo el mundo tiene algún conocido o algún pariente que tiene alguna enfermedad. A cada uno le toca, esta es la vida. La vida es así”.

Carlos sabía que iban a sonar aplausos y esperó uno segundos. Luego, aclaró que no había habido ningún conflicto en la banda y explicó el alejamiento de algunos de sus músicos a la vez que dio la bienvenida a los nuevos integrantes fundamentalistas. Dicho lo que tenía para decir se retiró saludando y avisando que en minutos comenzaría el show.

Abajo nos quedamos recalculando, especulando que quizás ese sería el último show. En definitiva ya sabíamos: la dicha no es una cosa alegre.

El concierto

Se apagaron las luces: “Damas y caballeros, los Fundamentalistas del Aire Acondicionado” y luego la locura. Sonaba el riff ricotero de “Nuestro amo juega al esclavo”, había comenzado la oración y violencia es mentir. Para entonces ya nadie estaba cansado del trajín de todo el día, parecía sólo estar permitido disfrutar.

La misa siguió con un recorrido de tres temas del disco Porco Rex: “Pedía siempre temas en la radio”, “Porco Rex” y “Tatuaje”. Luego, todos quisimos disfrutar del “Charro Chino” y de su química milagrosa que (nos) invitaba a bailar. El funky-disco se agotó para dar paso a la electricidad de bonus track que supo crear la Armada Buscapina: “¡Esto es to-to-todo amigos!”.

Había empezado una de las seguidillas de temas completamente redondos que tendría la fría noche tandilense: “Gran lady”, “Salando las heridas”, “¡Cruz diablo!” pusieron fervoroso a un público que no está acostumbrado a que Indio toque tantos temas de su banda anterior (De hecho, al final 14 de los 28 temas que conformaron el show fueron obra de Patricio Rey). “Ramas desnudas” bajó un poco los decibeles –un poco de descanso- y le siguió “Ella baila con todos”.

La noche venía encantadora. Sin embargo, el Fisgón Ciego empezó a quejarse de las zapatillas que volaban por los aires y que distraían a los músicos, además de ser un peligro para el público mismo. Aprovechó el corte para solucionar algunos problemas técnicos (lo atormentaron en varias oportunidades del show, siendo quizás más notable durante “Rock para los dientes” cuando todo sonó a destiempo. Por otra parte, hay que aclarar que el sonido fue un verdadero lujo).

Al volver, sonaron esos cerdos ruidosos que preanuncian la llegada de uno de los mejores temas de su etapa solista, “¡Todos a los botes!”, en el cual recita con una imagen muy hermosa el momento del pogo: Vamos, y no se empujen ni pisoteen, que este temblor ya va a parar (¡No tengan miedo!); Todos, pronto a los botes y no se asusten que la marea ayudará (¡Les pido que recen!). Los saltos coordinados no tardaron en aparecer. Como si hiciera falta seguir saltando, la guitarra nos introdujo a “El arte del buen comer”.

Sin dudas, salvo excepciones, los temas de la etapa solista no generaron el mismo impacto que aquellos originados por la dupla Solari-Beilinson. Aún así fue realmente emocionante escuchar himnos solemnes como “Ceremonia durante la tormenta” – la vida se ve demasiado gris sin deseos-  o “A la luz de la luna” – cree que no vale la pena esa herida que no cierra más-, que siguieron a la rockera “Torito es Muerto”.

Segunda seguidilla de temas ricoteros: los samplers característicos nos contaron de “Las increíbles andanzas del Capitán Buscapina en Cybersiberia” y “¡Es hora de levantarse, querido! ¿Dormiste bien?” nos incitó a vivir, que son dos días. Empezaba a sonar la intro de “Barbazul vs. el amor letal” y fue frenada porque seguían volando zapatillas: a Solari se lo vio enojado y el tema no volvió a ser tocado. A aquellos que no pararon con los lanzamientos no se lo perdonamos. “Luzbelito y las sirenas” fue un gran consuelo y la seguidilla cerró con “La parabellum del buen psicópata”, mostrando realmente el rock maravilla para este mundo.

Cualquiera puede estar seguro que cuando sonó “Había una vez” se llegó a uno de los momentos emocionales más altos de la noche, todos tomándose muy en serio eso de “con los puños en alto deseando al final hacer la revolución con una canción de amor”. Aplausos para Solari, que justamente después explicó qué era el “Vino Mariani” e hizo gozar a todos de esas guitarras frenéticas (¡Tremendos guitarristas Gaspar Benegas y Baltasar Comotto! Aunque no estoy descubriendo nada…) y los vientos perfectos. “Adieu! Bye Bye! Aufwiedersehen!” y “¿Por qué será que Dios no me quiere?” fueron tocados magistralmente y dieron paso al fin.

Tres temas arrasaron con las gargantas y las energías: “Rock para los dientes”, “Fligth 956” y el pogo más grande del universo “Jijiji”. Éxtasis real para cerrar el show al grito de “Mick Jagger, ¿de qué te la das?”. Inexplicable sensación, donde todo sucedía a la vez: el solo que una vez creó Skay, fuegos artificiales en el cielo y saltos en conjunto con personas que por ese ratito no eran en lo absoluto desconocidas.

Carlos agradeció al ir terminando la canción, se despidió y nosotros nos quedamos con la seguridad de haber presenciado uno de los mejores recitales de su etapa solista. La incertidumbre se abre al pensar en su enfermedad malvada, pero hasta entonces soñaremos con una nueva próxima misa. Personalmente, como muchos miles más, cuando crezca el fuego quiero estar allí.